Alfonso Reyes escribe sobre libros cubanos


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Entre libros es un texto publicado por El Colegio de México en 1948, constituido por un conjunto de reseñas y publicaciones de Alfonso Reyes, correspondientes a los años 1912 hasta 1923, con un visible salto entre el 20 y el 21, debido a que muchos de los materiales de este espacio de tiempo aparecen incluidos en otros volúmenes de la vasta obra del escritor mexicano.

Como siempre hizo, mezclaba en sus noticias, con la habilidad que lo caracterizó, lo nacional con lo extranjero, algo así, como la mezcla del óleo con la acuarela.

Más de un centenar de reseñas, artículos, noticias, publicadas con anterioridad en la Revista de Filología Española y en el diario El Sol, se agrupan en este libro. También algunos trabajos que aparecieron en la Revista de Occidente, la Revue Hispanique y la revista Social de La Habana.

Hurgando entre estos materiales, encontramos algunos escritos de Reyes sobre autores cubanos que pueden resultar de especial interés y de los que brindamos, en esta ocasión, algunas referencias.

En primer lugar, queremos destacar las reseñas de dos importantes libros cubanos: una sobre Literatura Cubana. Ensayos Críticos de Chacón y Calvo, y otra sobre Bestiario, de Alfonso Hernández Catá.

Como es conocido, José María Chacón y Calvo, fue gran amigo de Don Alfonso y un importante investigador y crítico literario. Nació en La Habana, en el hermoso pueblo de Santa María del Rosario, en 1892 y murió en la capital del país, en 1969.

Alfonso Reyes, al reseñar el libro de Chacón y Calvo, comenta, entre otras cosas, lo siguiente:

“El libro contiene cuatro monografías: ‘Los orígenes de la poesía en Cuba’, ‘Estudio del Romancero en Cuba’ y dos estudios críticos, uno sobre la Avellaneda y otro sobre José María Heredia”.

En estos estudios sobre los dos poetas de la Isla, expresa que el cubano ofrece nuevas y precisas observaciones y solo el método histórico-comparado que utiliza, puede darnos el contenido positivo de la obra.

En el primer ensayo del libro, el dedicado a los orígenes de la poesía en Cuba, comenta que está lleno de pormenores hasta ese momento desconocidos.

Del análisis específico sobre el Espejo de Paciencia, de 1608, le resultan significativas las curiosas concordancias que se establecen con los modelos épicos españoles y la excursión dilatada que hace el investigador por el Papel Periódico; le permite encontrar versos sáficos, como el caso de A la soledad, que no carecen de importancia artística y que ilustran las influencias horacianas en América.

En el caso de la monografía sobre el Romancero en Cuba, expresa que Chacón y Calvo muestra un conocimiento de bibliógrafo muy completo y un juicio muy seguro.

Es en esta monografía, donde aparecen 40 versiones sobre unos 15 temas del Romancero tradicional.

Al abordar el tema Avellaneda, nos dice que el autor precisa las características de la poesía de esta creadora, dejando aparte sus cualidades formales; y examina las dos tendencias de la crítica ya al considerarla como un ser varonil, ya al considerarla típicamente femenina y, además, estudia a los maestros de su misma tendencia estética: Heredia, Quintana, Gallego, siempre desde las condiciones propias de la camagüeyana. Brinda el texto definiciones sobre las características poéticas de la poetisa, al señalar la expresión tumultuosa del amor divino y humano que insiste en cierto misticismo sin antecedentes en la literatura castellana de la época.

En el trabajo referido a José María Heredia, expresa, cómo el crítico cubano, determina el valor actual del poeta, su visión de las descripciones y ese matiz de poesía civil sin precedentes en la literatura por lo vago, impreciso y ajeno al procedimiento oratorio, que el propio autor llama: “poesía civil interna”.

Otro texto de Chacón y Calvo, del que Reyes da noticia es: Vida universitaria de Heredia. Papeles inéditos, una investigación que permite rectificar la biografía del cantor del Niágara.

En uno de los capítulos de la introducción al libro, nos señala cómo el intelectual cubano aboga por la fundación de Sociedades Folklóricas en Cuba que pudieran mantener relaciones con otros centros análogos de América y España.

Cuando se creó la Sociedad Folklórica Cubana, ya había comenzado a cumplirse el programa folklórico que Chacón proyectó y culmina expresando: “la realización de este proyecto, encierra una importancia capital para el estudio de las letras americanas.”

La casa de las fieras, reseña sobre la obra Bestiario de Alfonso Hernández Catá, fue publicado en Cuba, en la revista Social, en 1923.

La revista Social, salió a la palestra literaria entre 1916 y 1933. Emilio Roig era el encargado de la parte literaria de la publicación, amigo de Reyes y de Hernández Catá.

“¿Quién entre mis amigos de Cuba, no conoce a Hernández Catá?”, se pregunta el autor de El Deslinde.

Es importante decir, que Alfonso Hernández Catá, nació en España y residió en Santiago de Cuba y La Habana. Representó a nuestro país en misiones diplomáticas. Murió en Río de Janeiro en 1940, víctima de un fatal accidente de aviación.

Don Alfonso, lo conoció muy bien. Como él, Hernández Catá fue embajador y excelente escritor, además de ser su tocayo y amigo.

En Bestiario, nos dice Reyes, que el escritor cubano se acerca a los animales con un ánimo mezclado de observador y de satírico. Diversas cosas que no había querido decir en otros libros, va a decirlas ahora: “Hay aquí por estas páginas, muchas sonrisas dispersas. Sonreír es lo propio de algunos hombres”.

Por sobre todo, encuentra en este libro, lo que él llama: “la revelación más plena que ha tenido el escritor de su carácter y de su trato y también, de su experiencia de novelista y de hombre de las cosas que le ha enseñado la vida o mejor, la que le han enseñado los sufrimientos rodeado por sus criaturas (se refiere a pequeñas hijas del autor) a las que usted les improvisaba cuentecillos, fábulas, explicaciones, concesiones e ingenios de las cosas del mundo.”

Después de enumerar a los personajes reales, para después invocarlos, señala que el propio autor ha definido esta obra cuando dice: “No se trata de enfrentarse inexorablemente a la verdad, sino hacerle un guiño al paso.”

Al finalizar su comentario a este libro, concluye: “¡Bienvenido el nuevo libro de Hernández Catá, lleno de motivos y de mensajes! ¡Dichosa miel madura! Él también, como el personaje que tenía a diario una cita con el elefante del Zoológico, ha salvado sin que se le entumezca el alma, esa media muerte que está en la mitad del camino de la vida.”

En esta colección de trabajos contenidos en Entre libros, aparecen algunos comentarios bibliográficos cubanos. Entre estas noticias, hay una concerniente a la Bibliografía Cubana de Carlos M. Trelles, investigador que considera Reyes, probado ya en este generoso trabajo, que alcanza varios volúmenes, y al que viene dedicado desde 1902.

Al revisar los primeros ocho años de investigación, destaca lo valioso de una bibliografía ordenada por años y copiada alfabéticamente. Suele contener, agrega, extractos de la crítica contemporánea sobre la obra descrita y algunas indicaciones acerca de la nacionalidad y biografía de cada autor. Completan las indicaciones, unos breves apéndices y hay al final un copioso número de autores y de anónimos.

Expresa, que se observa que Trelles, ha examinado directamente cada libro incluido en su bibliografía.

Estos volúmenes resultan indispensables en la biblioteca del americanista, reafirma el mexicano.

Al conocer la obra en su totalidad expresa: “La bibliografía americana cuenta ya con libros fundamentales”.

Es bueno recordar que Carlos M. Trelles, fue un importante investigador y bibliógrafo cubano que nació en Matanzas, en 1866 y murió en 1951.

El texto Los ciento cincuenta libros más notables que los cubanos han escrito, del propio Trelles, que se publicó en 1914 en la Imprenta Siglo XX, le parece a Don Alfonso “una invasión discreta y muy modesta de la bibliografía en el campo de la crítica superior”.

Por otra parte, bajo el subtítulo de ‘Bibliotecas Americanas’, escribe sobre las cortas ediciones de la olvidada y muy interesante Revista de La Habana; los esfuerzos de su Biblioteca Habanera; la Biblioteca Popular y la de Autores Cubanos de Jesús Montoro: “que ha abierto nuevos horizontes al autor cubano” y finalmente, da noticias de la Biblioteca de Cuba de Néstor Carbonell, “que ha recopilado los artículos de Sanguily, dado a luz trabajos inéditos de José Martí y páginas pocos conocidas de Máximo Gómez y de Varona”. Consigna, además, “que su precio es económico y la colección severa e ilustrada”.

Tengan mis lectores en estas líneas, un rápido acercamiento a las reseñas, artículos y noticias sobre algunas obras de autores cubanos que Alfonso Reyes escribió y que aparecen en Entre libros, porque como él decía: “Las noticias literarias que aquí se reúnen, para servicio de aficionados y recordación de algunos amigos, solo buscan el fin modesto de guardar las letras de molde y en la colección que se llama un libro, los papeles que de otra suerte se vuelven un estorbo en las gavetas y hasta un peso muerto en la conciencia. El poema árabe decía: ‘Agua estancada se pudre’. De paso la publicación nos permite distribuir entre muchos lo que solo relativamente, nos pertenece”.

Agrego un comentario significativo de Reyes al organizar esta colección:

“El escritor cubano César Rodríguez ha publicado también una obra con el título de Entre libros, título que él venía usando para sus notas bibliográficas en la Revista de Avance de La Habana, desde 1914, según entiendo. En su nota allí aparecida el 23 de junio de 1948, en vez de gruñir como otro lo hubiera hecho, se declara ufano de la coincidencia, la cual, aunque involuntaria, buen pudo ser una verdadera influencia inconsciente”.

Se refiere, al periodista César Rodríguez de Expósito, que nació en Rodas, la Villas, en 1904 y murió en La Habana, en 1972. Trabajó como redactor en diversos periódicos cubanos y en la Revista de Avance. Fue, además, comediógrafo y autor de muchas piezas dramáticas. Se desempeñó también como historiador de la medicina en Cuba. Divulgó la labor científica de Carlos J. Finlay y compiló la obra Bicentenario de Tomás Romay. Desde 1962, hasta su fallecimiento, fue vicedirector del Museo Histórico de la Ciencias Médicas “Carlos J. Finlay”, correspondiente a la Academia de Ciencias de Cuba.


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