América Latina y el mundo desde Costa Rica: Cien años de Repertorio Americano


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El lunes 1º de septiembre de 1919 apareció en San José de Costa Rica el primer número de Repertorio Americano, una revista que en poco tiempo se convertiría en un órgano de expresión de buena parte de la intelectualidad de habla española. A pesar de su modesta impresión en un papel de baja calidad, sin que dispusiera de fondos económicos elevados y de editarse en un país sin una importante tradición de publicaciones literarias y culturales de alcance continental, esta pudo lograr una gran relevancia en Nuestra América y en España gracias a la entrega total y a la brillante estrategia editorial de Joaquín García Monge, su director hasta su muerte en 1958, cuando cesó de publicarse.

Los decenios finales del siglo XIX vieron multiplicarse por Hispanoamérica, las publicaciones seriadas con circulación semanal, decenal, quincenal y mensual, las que se apropiarían del nombre de revistas para distinguirlas de aquellos impresos que circulaban todos los días o varias veces  a la semana. Aquellas fueron adoptando cada vez más un formato menor que las publicaciones que aparecían con mayor frecuencia temporal, y que se fueron llamando periódicos. Y, en muchos casos, esas revistas adoptaban un tamaño cercano al libro y numeraban sus páginas de manera corrida por un largo período, para faclitar su colección y encuadernamento. Las de más recursos monetarios solían ofrecer una carátula y  hasta el ejemplar completo con mejor papel con brillo que retrasaba la acción del tiempo y la humedad, que daba mayor realce a las fotos e ilustraciones y que permitía una mejor lectura  Y ya desde  el  segundo decenio del siglo XX se fue instaurando el empleo del  color.

Repertorio Americano no tuvo colores, nunca dispuso de papel cromado o algo parecido y mantuvo un formato cercano al tabloide. Fue una revista pobre, sostenida por los limitados recursos propios de García Monge, las suscripciones y los escasos anuncios por lo general de pequeños negocios costarricenses.  Y, sin embargo, fue lectura obligada y espacio abierto a una nómina gigantesca de lo más brillante y avanzado de la intelectualidad continental y universal, a pesar de que sus colaboraciones no recibieron pago alguno.

Joaquín García Monge nació el 29 de enero de 1881 en el cantón de Desamparados, a los 18 años de edad ejercía como maestro y en 1900 publicó su primera novela, El moto, considerada la iniciadora de la novelística de su país. De 1901 a 1904 estudió en el Instituto Pedagógico de Chile y alli se  familiarizó con la obra del venezolano Andrés Bello, quien  había dado impulso a una amplia reforma a la pedagogía chilena y cuya obra madura como filólogo, poeta y educador fue desarrollada en el país austral. El costarricense tomó el nombre de la publicación que hiciera Bello para levantar el espíritu de la patria grande continental, ideal que animó las peleas por la independencia contra el imperio español. La marcada voluntad hispanoamericanista de la revista de García Monge queda sellada  con ese nombre, y de hecho se oponía a lo que  ya en el segundo decenio del siglo XX era el lugar común de otorgar el gentilicio de americanos solamente a los habitantes de Estados Unidos. Así el costarricense se vuelve hacia Bello para enfatizar en la identidad común de Nuestra América, como la llamó José Martí.

Se dice que la idea de una revista cultural estaba en su cabeza desde años atrás y que intentó buscar apoyo para ello durante su estancia en Nueva York entre 1917 y 1919, tras ser destituido de su plaza de profesor y de director de la Escuela Normal de Costa Rica. Lo cierto es que al regresar a su patria fue nombrado ministro de Instrucción Públca y creó la revista que nunca tuvo apoyo oficial.

Durante casi cuarenta años Repertorio Americano no dejó de circular por América Latina, España y hasta por las emigraciones de nuestra región en Estados Unidos. A lo largo de su existencia, y aunque cambió en varias ocasiones su frecuencia de publicación, circuló con una regularidad que no deja de ser sorprendente en una época en que mantener una empresa de ideas y cultura como esa resultaba sumamente difícil en nuestros países, y particularmente en Costa Rica, por los costos, de impresión y circulación por el correo postal.

Quizás dos factores esenciales, además del tesonero afan de García Monge, contribuyeron a ello: su marcada ideologìa latinoamericanista y antimperialista desde sus inicios y su vocación universalista, respetuosa y admirada de la diversidad cultural  y de denuncia de  los grandes males como las dictaduras  y el fascismo.

Repertorio Americano, en consecuencia con su nombre, reproducía lo que estimaba signficativo de otras publicaciones, aunque poco a poco fue creciendo la cantidad de autores que enviaban sus inéditos, tanto artículos como  creaciones literarias en narrativa y poesía, y hasta cartas dirigidas al director con la evidente intención de que fueran publicadas. Desde el punto de vista temático, la revista se movió por todos los ámbitos: literatura y artes, urbanismo y arquitectura, política e ideologìas, filosofía, asuntos ambientales, las más diversas disciplinas sociales y todo tipo de ciencias. En verdad, ofrecía un recorido sistemático por los grandes problemas de su tiempo, con apertura plena hacia las vanguardias artísticas y literarias del siglo XX. Era atender y enjuiciar el entorno de su época desde y para América Latina, y a la vez ofreceer al mundo el espíritu de esta región. Su concepto de cultura rebasó con creces el entonces dominante de limitar esta al campo de las letras y las artes, y bien le queda esa frase de que nada humano le fue ajeno, siempre tomando partido por la justicia social y el bien de la humanidad. En todo ello radica su permanencia y su valor para nuestra época.

García Monge convirtió su publicación en una sistemática denuncia de la accion del imperalismo estadounidense sobre Nuestra América. Las ocupaciones militares de Haití, República Dominicana, Nicaragua, el canal de Panamá, el estatus colonial de Puerto Rico, la  Cuba sometida a la Enmienda Platt; el dominio de las economías centroamericanas y antillanas por parte del capital monopolista del norte; la genuflexión de los políticos y las burguesías dependientes, el contínuo apoyo de los gobiernos del poderoso vecino a las dictaduras corruptas y asesinas, todos estos fueron asuntos sistemáticamente tratados y atacados en los escritos  de numerosas personalidades académicas, intelectuales y políticas de Latinoamérica sin darle exclusividad a una postura ideológica sobre otra: anarquistas, anarcosindicalistas, socialistas, comunistas, reformistas, indigenistas, antirracistas pueden encontrarse en Repertorio Americano, mas nunca hallaremos firmas que ataquen la diversidad cultural y étnica de nuestros pueblos, la soberanía de nuestras naciones, la necesidad de trabajar en común por la justicia social y en defensa de nuestros propios intereses. Nadie más lejos de capillitas artísticas y literarias, de dogmatismos de pensamiento, de enfrentamientos fratricidas, de grupitos autoproclamados de poseedores de toda la verdad que García Monge, quien incluyó a todo el que le pareció bueno y útil para nuestras tierras.

Todas las  generaciones actuantes en los cuarenta años de vida de la revista están publicadas en ella. Así aparecen figuras tutelares venidas del siglo XIX, los jóvenes de los 20 y los 30, los de los años 40 y 50. Nunca se cerró García Monge a abrirse a los nuevos, con sus novedades estilísticas y de enfoques. Y en más de un caso, polemizó con inteligencia y respeto con quienes eran publicados. Vale la pena hacer un estudio amplio de esos debates aleccionadores que todavía mueven a las inteligencias. 

Con verdadero espíritu ecuménico encontramos en la revista desde las culturas antiguas y modernas de China, India y Japón, el mundo árabe, los pueblos africanos, Grecia y Roma, el orbe europeo, los pueblos originarios de América, las sociedades contemporáneas. No se excluyó lo mejor de Estados Unidos: desde el poeta Walt Whitman hasta Waldo Frank, enemigo de las intervenciones en Latinoamérica. España ocupó lugar importante, desde la monárquica e invertebrada hasta la república ahogada por el franquismo, al igual que .la revolución rusa, las luchas obreras en Europa, el avance y la derrota del fascismo con la Segunda Guerra Mundial, el hegemonismo de Estados Unidos tras ese conflicto bélico.           

Para los cubanos, Repertorio Americano tuvo privilegiada atención. Su director fue un buen conocedor de la obra martiana, a la cual dio espacio notable, tanto reproduciendo muchos de sus textos como denominando “La Edad de Oro” a una sección que dedicó a los niños. La influencia del Maestro es palpable en su política editorial de amplias miras. Por cierto, García Monge, hasta donde sabemos, fue la primera persona que reunió y publicó en un llbro los cuatro números que Marti pudo imprimir de su revista. Y es indudable el aprendizaje con las revistas dirigidas por el Maestro y con sus propios escritos, lo mismo en su estrategia editorial con Repertorio que en su propio estilo, empapado de la riqueza de imágenes del cubano. 

Enrique José Varona fue constante en las páginas de Repertorio. Su fecunda y lúcida vejez se mostró más de una vez en escritos de todo tipo y es patente en sus cartas la admiración que le levantó la revista de García Monge.

El pensamiento crítico cubano del segundo decenio del siglo XX, los jóvenes de los 20 y los 30, ya maduros en los 40 y los 50, están presentes en la revista. Sirvan como botón de muestra entre más de un centenar los nombres de Juan Marinello, Emilio Roig de Leuchsenring, Nicolás Guillén, Agustín Acosta, los miembros del Grupo Minorista como Jorge Mañach, y mujeres que empezarona a colaborar desde muy jovencitas como Dulce María Loynaz, Mariblanca Sabas Alomá y Dulce María Borrero, entre otras.

En un coloquio efectuado este mes por la Universidad Nacional, en Heredia, Costa Rica, mi querida amiga Liliana Weinberg, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México, afirmó que Repertorio Americano fue una hazaña editorial. Su director fue el héroe incuestionable de tal hazaña que puso a Costa Rica ante los ojos de sus hermanos del continente y que dio impulso decisivo a las redes intelectuales de entonces en Nuestra América.

Declarado Benemérito de la Patria en 1958, poco antes de su muerte el 31 de octubre de ese año, a los 77 años de edad, Joaquín García Monge recibió condecoraciones de Nicaragua, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú México y Chile. A lo largo de su vida también  publicó otras novelas y relatos:  Las hijas del campo, Abnegación, La mala sombra y otros sucesos, Tres novelas y Una extraña visita.

La intelectualidad cubana de hoy debe ofrecerle su reconocimiento agradecido. Desde aquí va el mío para este héroe ejemplar, que merece un lugar en la memoria de su patria y en todas las nuestras.


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