…aquel que desdeñó el frívolo linaje familiar para convertirse en uno de los Fundadores de la Nación cubana.


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“Un hombre que actúa con franqueza, piensa audazmente, desdeña los prejuicios de los demás, y obedece fielmente a los dictados de su conciencia, está siempre seguro de ser honrado y respetado en el futuro”.(1)

Adagio martiano que bien podría ser valorado y ampliado en la figura de uno de los más connotados Hombres del 68, por su posición moral y valiente ante las más disímiles tareas que le tocó afrontar junto al Padre de la Patria, y luego como primer vicepresidente de la República en Armas: Francisco Vicente Aguilera Tamayo.

Aguilera, Mayor general, abogado y político cubano, era dueño de una enorme fortuna que sacrificó por el movimiento de liberación independentista de Cuba. Cualidades como las de haber sido un Hombre de noble corazón y excelentes sentimientos patrióticos, siempre supo confraternizar con las personas más humildes –incluso, trabajadores y campesinos de sus haciendas y fincas en su ciudad natal; al igual que siempre manifestó su rechazo a cargos públicos  que le ofrecían los gobernantes y autoridades coloniales de la Isla incluso, en una ocasión, el de Regidor Perpetuo del Ilustre Ayuntamiento de Bayamo

Nace en Bayamo en 1821, siendo descendiente de una de las familias más distinguidas y acaudaladas de la zona oriental que contaba con la admiración y reconocimiento de los pobladores y vecindarios de Bayamo, Manzanillo, Las Tunas y Holguín. En 1846 se gradúa de Bachiller en Leyes en La Habana.

Tras el fallecimiento de su padre, éste le deja al joven abogado como encomienda testamental el ingenio azucarero Pilar de Jucaibama, un título nobiliario de Castilla, y le exhorta a continuar la tradición de poseer los de Regidor Alcalde Mayor y el grado militar de coronel de los Reales Ejércitos y del Batallón de Milicias Blancas Disciplinadas de Infantería de Bayamo y Santiago de Cuba.

Sin embargo, Aguilera no cumple dicha encomienda al lograr concientizar los males que azotaban a la tierra que le vio nacer. Y es así cómo decide formar parte de una generación que mucho tendría que ofrendar  por su definitiva libertad e independencia, y por el desarrollo de sus principios de Cubanidad. Así, de una ideología eminentemente monárquica transmitida por su familia de generación en generación se llega a operar en él un pensamiento radical-independentista.

Según biógrafos, en 1851, con 30 años de edad, ya era miembro de la conspiración y su jefe en Bayamo, liderada por el camagüeyano Joaquín de Agüero, quien proyectaba un alzamiento separatista nacional. También participó en un proyecto, en unión de Carlos Manuel de Céspedes, que pretendía iniciar un levantamiento contra el colonialismo español y cuyas primeras acciones serían tomar las ciudades de Bayamo y Manzanillo.

Después de la muerte de su madre, Juana Tamayo, ocurrida en 1863, inicia un periplo por diferentes países de Europa y por los Estados Unidos, hechos que repercutieron en su formación, al ponerlo en contacto con las ideas políticas y económicas más avanzadas. Anterior al alzamiento de Céspedes, Aguilera funda en 1867, el Comité Revolucionario de Bayamo. Su pensamiento revolucionario se va radicalizando y se discute la fecha del alzamiento subordinándola a la existencia de pertrechos militares para enfrentar al Ejército español. Los hechos se precipitan y el 10 de octubre de 1868, en el Ingenio La Demajagua, Céspedes protagoniza finalmente el alzamiento.

Céspedes lo nombrara General de División. Tiempo después se le confieren por sus méritos el grado de Mayor General y luego los cargos de Lugarteniente General de Oriente, Secretario de Guerra y Vicepresidente de la República en Armas.

Ya en plena guerra, Aguilera ocupa importantes responsabilidades político-militares. Céspedes decide enviarlo a Estados Unidos en 1871, con el objetivo de unificar a los emigrados y lograr el envío de expediciones con logística con las cuales abastecer las tropas del Ejército Libertador.

Tras la deposición de Céspedes en 1873, Aguilera hubiera asumido la presidencia de la República, pero cuando le comunicaron esa posibilidad, señaló que no retornaría a la Patria hasta que no trajera una gran expedición de armas, algo por lo que luchó durante años realizando un extenso itinerario de viajes a distintas regiones de Estados Unidos, además de visitar la capital francesa...donde se hallaban radicados grandes grupos de emigrantes en su mayoría burgueses acaudalados.

Comentario aparte merece lo siguiente: Durante el período que este revolucionario vivió en la emigración contribuyó a radicalizar su visión sobre los Estados Unidos. Muchos cubanos soñaban con la ayuda de este país para el logro de la independencia. Como resultado de las relaciones que estableció con políticos norteamericanos y ser víctima de promesas incumplidas, evasivas, obstáculos directos que hicieron fracasar expediciones y no permitir las recaudaciones necesarias, llegó a la conclusión de que el Gobierno de esa nación nunca apoyaría a los cubanos para obtener la independencia y sentenció: "Ayudarán a Cuba cuando Cuba se haya ayudado a sí misma. Esperar más que eso es una vaga ilusión".

En territorio norteamericano pudo contactar con hombres de un profundo pensamiento latinoamericanista como el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, con quien compartió una profunda amistad, lo que le permitió ser, también, el fundador del pensamiento latinoamericanista cubano, al plantear la necesidad de crear una Confederación Antillana que le hiciera frente a la política expansionista de los Estados Unidos.

Cuando investigadores e historiadores señalan que este inolvidable Patriota cubano era uno de los hombres más ricos del Oriente durante los días de conspiraciones previas al estallido independentista, subrayan además que poseía una fortuna de más de dos millones de escudos en el año 1868. Y que, a pesar de todo esto, aquel bayamés de finos modales poco estudiado por pasadas y actuales generaciones, renuncia a todo lo material para incorporarse a la contienda independentista.

Finalmente,  el 22 de febrero de 1877 fallece en Nueva York Francisco Vicente Aguilera –el llamado Mambí millonario--, sumamente pobre y rodeado de su esposa e hijos, mientras trabajaba por la unidad de la emigración cubana sin haber podido cumplir su mayor anhelo: libertar a su Patria, como tampoco su sueño de regresar a Cuba con una fuerte expedición.

Acerca de la impronta de Aguilera, nuestro Héroe Nacional José Martí, lo definió en el periódico Patria, el 16 de abril de 1892,  “el millonario heroico, el caballero intachable, el padre de la república”.

Los restos de Aguilera reposan en Bayamo desde 1910; en 1958, fue inaugurado el mausoleo en su homenaje, en cuya base reposan sus restos. Cerca de este se levantan las figuras de otros bayameses ilustres, por lo que el conjunto monumentario se llama Retablo de los Héroes.

“Nada tengo mientras no tenga patria. El día que tengamos Patria no tocaremos las ruinas de nuestro viejo Bayamo, las conservaremos tal y como están, que nuestros descendientes vean de lo que eran capaces sus abuelos”, escribió en una ocasión este Mambí que en eterna lección de civismo, principios y Cubanidad, desdeñó el frívolo linaje familiar para convertirse en uno de los Fundadores de la Nación cubana.

Algo para recordar…

Causas y consecuencias muy importantes tuvo el surgimiento del movimiento de liberación de Cuba por la creación de un Estado nacional y, por ende, de nuestra nacionalidad.

Al respecto factores de índole interna, como el creciente grado de explotación por parte de la Metrópoli española, manifestado principalmente a través del excesivo número de impuestos; la necesidad imperiosa de abolir la esclavitud –como elemento de elemental atraso económico--; además del creciente desarrollo de un sentimiento nacional autóctono, y la madurez patriótica lograda por un grupo de ricos terratenientes --en especial de la región centro-oriente--, resultaron ser los factores fundamentales para la preparación del alzamiento del Diez de Octubre de 1868.

A esos factores se les sumaron otros, de índole externa, como fueron: una nombrada “revolución” liderada por los elementos clasistas más poderosos de la Península que lograron expulsar a la caduca monarquía de Isabel II, provocando un clima de inestabilidad política en ese territorio; las declaraciones del  connotado político y futuro mandatario norteamericano Ulises Grant en aquellos momentos, poco favorable a España, la que había apoyado a los secesionistas sureños durante la Guerra de Secesión (1861-1865); la invasión francesa contra México, apoyada por el gobierno español, al igual que la guerra desatada por la Península contra Chile y Perú, entre otras causas.

Todo ello trajo consigo un profundo sentimiento de rebeldía contra la Metrópoli peninsular en Cuba, el que se desarrolla a partir de 1867 mediante un proceso conspirativo cuyo espacio fundamental se centró en la región del centro-oriente, específicamente, en las llamadas jurisdicciones de Bayamo, Manzanillo y Camagüey.

En relación con la región occidental, centro del poder español en Cuba: Primero, no contaba con un espacio geográfico favorable para el combate y, en segundo lugar, infinidad de obstáculos impidieron un alzamiento entre los que cabe mencionar la intransigencia de los colonialistas hispanos beneficiados con la explotación y el entreguismo de la burguesía criolla y supuestamente liberal –tras el fracaso de la corriente reformista--, renuente a formar parte de un movimiento liberador radical y popular.

Así las cosas, este período se inicia en primer lugar con la participación activa en la lucha de liberación nacional por parte de las clases ricas o terratenientes regionales, vinculados al régimen de plantación. Por su parte, el campesinado, los artesanos, obreros e intelectuales –capas medias poblacionales--, constituyeron las clases sociales revolucionarias, mientras que los esclavos libres ingresaron en lo que llegaría a ser el heroico Ejército Mambí. Francisco Vicente Aguilera, Carlos Manuel de Céspedes, Pedro (Perucho) Figueredo, Vicente García y Salvador Cisneros Betancourt, entre otros, engrosaron la oposición de aquel grupo dispuesto a abandonar dinero, lujos y haciendas por ver a la Isla libre de la explotación española. Todos, reunidos en sus regiones natales, decidieron llevar a cabo proyectos conspirativos, en especial, a través de un aparato muy original: la Logia masónica.

Devenido Céspedes jefe de la revolución, el Diez de Octubre de 1868 se produjo el grito de Independencia en el ingenio de su propiedad, La Demajagua, mientras que en los días siguientes se ampliaría dicho llamamiento con la incorporación de miles de blancos, negros y mulatos libres. La toma de Bayamo, en el propio mes de octubre, contó con el apoyo de Francisco Vicente Aguilera, un verdadero símbolo de unidad, al proporcionar una capital (Bayamo), a la naciente revolución.

Sin embargo, el sector revolucionario afrontaba una necesidad capital dada en el establecimiento de un Estado en plena manigua insurrecta que permitiese la labor de un frente común anticolonial. Fue así cómo se crea un frente único de combate proclamado en la Asamblea de Guáimaro el Diez de Abril de 1869. En ella se discuten dos puntos de vista: el Cespedista, centrado en un mando único, donde funciones civiles y militares fuesen asumidas por igual persona, y el Camagüeyano, partidario de separar ambos poderes, con una división interna dentro del mando civil.

La concepción Cespedista de mando único fue vencida con la centralización de las funciones civiles y militares en una misma persona. La autonomía del aparato militar representaba una necesidad; el ejército debía tener la estructura separada de la dirección civil, dadas las necesidades de una revolución nacional liberadora.

Posteriormente, un conjunto de hechos llevaron a su clímax a las relaciones entre los miembros de la Cámara y Céspedes, situación que culminó  en octubre de 1873 con su destitución. Al respecto y, entre los hechos que se suscitan, estuvo la situación dada con Francisco Vicente Aguilera quien convertido en vicepresidente de la República, había sido enviado a los Estados Unidos por Céspedes para resolver los problemas de falta de unidad existentes allá. Al no lograrlo y por temor cespedista a su posible sustitución fue mandado a buscar por el Padre de la Patria. Obsesionado con la idea de traer una gran expedición, Aguilera no regresó y Céspedes dio por concluida su misión.

Salvador Cisneros Betancourt se convirtió así en el segundo presidente cubano (1873-75).

  1. José Martí, O.C. TheHour, 10 de abril de 1880. T.15., p.320.

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