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“Bailando en Cuba” o danzando en Cuba


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Pocos programas televisivos han sido tan esperados como Bailando en Cuba, cuyo antecesor exitoso, Sonando en Cuba, demostró las ganas que existe en nuestro país -tanto por parte del público, como de los especialistas- de reverdecer la música cubana y ubicarla en el lugar que se merece a nivel mundial; partiendo de la enorme cantidad de talento artístico que existe en esta isla del Caribe exportadora de ritmos como el mambo, cha cha chá, danzón, son, mozambique, pilón, rumba, conga, etcétera , tan solo por citar algunos.

Así, este programa tenía el reto de por lo menos igualar en aceptación popular a Sonando en Cuba y además contaba con un antecedente que a pesar de los años transcurridos –casi 40– estaba fresco en la mente de los cubanos: Para bailar. Todavía se recuerdan las parejas de baile como los Hermanos Santos, Rebeca y Miguel Ángel, Nieves y Alfredo y profesores de baile como Caruca y Rosendo, Cristi Domínguez, entre otros inolvidables que junto a un elenco estelar de jóvenes locutores como Mara, Néstor, Albertico, Cary, Carlos, Armandito, Salvador, pusieron a bailar a un país entero. Creo que lo fundamental de este fue que nos enseñó a querer y a respetar la música cubana desde lo popular. Nos enseñó a bailar.

Bailando en Cuba no empezó con un buen pie, se hicieron dos programas de presentación que lejos de atraer al televidente, lo ahuyentó. Habría que preguntarse por qué y seguro un elemento fuerte a tomar en cuenta es que el público se sintió traicionado al encontrarse con parejas de baile “profesionales”. Y no es que me equivoque, porque en realidad, aunque las 16 parejas estén formadas por un bailarín profesional y uno aficionado, el público las ve como profesionales que se han dedicado a “estudiar danza” y por supuesto que como a tales les van a exigir mucho más de lo que haría un jurado. Conspiró también el hecho de que no se conocieran y muchas parejas estaban disparejas. No es lo mismo escoger tu compañero a que te lo impongan, lo cual puede traer como resultado lo que estamos viendo: en la gran mayoría falta el acople necesario que debe existir en el baile.

Ahora, sin dudas, lo más criticado por un público no conocedor de técnicas, pero sí muy exigente, lo fue la cantidad de “cargadas” que, además de poner tenso a los propios bailarines, impidió ver “bailar” prácticamente ritmos como durante décadas lo ha hecho un país que lleva el baile en la sangre y cuyo pueblo ha sido su principal ejecutante.

El teatro Astral, bellamente engalanado, otra vez sería la sede de esta competencia. El jurado de élite: Santiago Alfonso, premio nacional de la danza; Lizt Alfonso y Susana Pons; con el rigor artístico que corresponde a tan altos representantes de la danza en Cuba, quienes han puesto muy en alto el nombre del país en el mundo a través de su arte. El “malo de la película” Santiago Alfonso, en quien recae el peso de la crítica y que en esta oportunidad regañó ante las cámaras a un locutor que usó mal una frase. Esto motivó en muchos hogares la controversia entre los que como yo estamos a favor del Maestro y los que consideran que no debió rectificarlo en público.

La escuela de locución cubana nos dejó ejemplos a seguir como Germán Pinelli, el cual tenía una cultura vasta, pero sabía además llegar al público con un lenguaje popular, no por gusto fue considerado Maestro de Maestros. No siempre un buen actor tiene que ser un buen locutor y en nuestro país últimamente parece que no hay locutores jóvenes o que son ignorados por los directores que les interesa más aprovechar la fama de los actores que son obligados a realizar una función para la que no están preparados.

No todo fue malo y estoy segura que todo el pueblo, al igual que yo, apuesta por este programa que recién comienza y confiamos que hallará su camino. La propia Susana Pons criticó las cargadas y la poca compenetración de las parejas, alertó lo peligroso que puede resultar esta técnica que ya tuvo el primer lesionado.

El programa rindió homenaje a José Martí y reportó la asistencia de los concursantes a la Marcha de las Antorchas. También se seleccionó lo mejor de la música cubana.

Hubo dos momentos estelares: uno de ellos la clase magistral de nuestra Aurora Bosch quien muy sabiamente alertó a los muchachos sobre cómo debían superarse culturalmente leyendo, algo que también había dicho Santiago, el bailarín debe pensar. La presencia de Mara Roque y Néstor Jiménez también fue acertada, Mara confesó que aprendió a bailar con Para bailar, lo que evidencia nuestras anteriores palabras.

Se destacó el vestuario de los bailarines, escogido con gusto, apropiado casi todos al baile que interpretaban, excepto la pareja conocida por Fresa, fuertemente criticada por el maestro Alfonso y por la propia Susana Pons.

El talón de Aquiles está en las cargadas, queremos ver el baile popular cubano que es tan rico, no tenemos por qué imitar las competencias de baile que se hacen a nivel internacional. Somos cubanos y los cubanos tenemos ritmos, tenemos bailes -como el Casino que fue homenajeado en este programa- que tienen una rica coreografía.

Llamó también mi atención el dato ofrecido por un coreógrafo de que la música la escogía el programa y sobre la misma ellos hacían la coreografía que tiene que bailar la pareja, gústele o no. La idea del popurrí demostró que muchos desconocen los pasos básicos de nuestros bailes más populares.

El programa aún está a tiempo de nivelarse con lo que espera el pueblo encontrar. El objetivo de preparar bailarines profesionales en un país lleno de primerísimas figuras, que cuenta con muchas compañías valiosas de baile, como las que dirigen los miembros del jurado, un país que tiene un ballet como el de Alicia Alonso; ir al rescate de ese baile popular que nos ha situado en un lugar privilegiado en un mundo que ha bailado conga, danzón, rumba, mambo…, gracias a esos hombres que salieron del pueblo, es meritorio.


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