Bonifacio Byrne: Para hoy sus versos de siempre


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Bonifacio Byrne es mucho más que el poeta que escribió los versos que un día pronunció emocionado y con voz muy ronca, el Comandante Camilo Cienfuegos:

«Si deshecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...»

El poeta, también periodista, nació en Matanzas el 3 de marzo de 1861 y falleció el 5 de julio de 1936, en esa misma provincia, a la que engrandeció con su obra.

Desde muy joven se decantó por la literatura y ya en 1890 funda junto a Manuel de los Santos Carballo el periódico La Mañana y luego, con Gumersindo Moreno, La Juventud Liberal.

Después de su poesía joven, modernista, su obra peregrinó hacia una lírica de compromiso con la causa libertaria y de condena al colonialismo español; esta actitud, que se fue reforzando con el paso del tiempo y la madurez del poeta, determinaron que el 29 de enero de 1896, emigrara hacia Tampa, en los Estados Unidos a raíz de la publicación de unos sonetos donde abordaba el fusilamiento de Domingo Mejía, que lo ponían en peligro.

Durante su estancia en esta ciudad, se desempeñó como lector de tabaquería y escribió para varias publicaciones de la época como el Patria, El Porvenir y El Expedicionario.

En este destierro, desplegó una ardua labor separatista, como parte de la cual fundó el Club Revolucionario, del cual fue secretario.

También en el exilio, en 1893, escribió su primer cuaderno de poemas Excéntricas, que fuera elogiado por el extraordinario bardo cubano Julián del Casal, que vio en él un hálito novedoso y maestría en la versificación.

Su producción literaria comprende también las obras dramáticas El anónimo, de 1915, Varón en la puerta, 1905, El legado, 1908, El espíritu de Martí, 1908 y Rayo de sol, 1911, algunas de las cuales llegaron a publicarse.

El 4 de enero de 1899, luego de concluida la guerra Hispano-cubano-norteamericana, Byrne retornó a Cuba, a bordo del vapor Mascotte; ese mismo día, en la casa marcada con el número 9 de la calle Jesús María, de Guanabacoa, escribió su célebre poema «Mi Bandera», que no se publicó hasta el 5 de mayo de ese año en el periódico matancero de Cuba.

El poeta desde el barco, al entrar a la bahía habanera, divisó la bandera cubana junto a la de EEUU; esta imagen le hizo vislumbrar el futuro incierto de la Patria ocupada, y le inspiró el más conocido y recitado de sus poemas, que integra el volumen Lira y espada.

Estos versos, son el reflejo del desencanto y frustración de muchos cubanos, por el desenlace de la guerra independentista, del desasosiego e incertidumbre acerca del futuro de la Patria, amenazado por el imperio, y a la par, un canto a la significación de los patriotas muertos en la contienda, «los pobres guerreros difuntos».

Poema sin tiempo, o solo del tiempo de las ansias de laverdadera libertad, mantiene hoy una total vigencia cuando de soberanía y sacrificio por la Patria se trata.

Mi Bandera

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste... !

Con la fe de las almas austeras,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡la mía!

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

¿No la veís? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el Sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

Si deshecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 


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