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Buenos días, Fidel, las puertas del mundo están abiertas para tu eterno nacimiento


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Nuestro Fidel salió de su cuerpo y se reparte como polen humanista en cada corazón que siente la necesidad de fecundar un mundo justo, sin distinción de razas ni posiciones económicas. Su desaparición física ha hecho colectiva su individualidad hasta lograr transformarla en un YO UNIVERSAL de recia arquitectura, que continuará permeando los límites del hombre para desbordar sus vertientes y conducirlas por ramblas unidireccionales hacia la equidad y democracia."

Nuestro Fidel logró —a través de una ética y profunda indagación de las incertidumbres que acosan nuestro tiempo— crear una fisiología social transparente y emancipadora, argumentada por un aletear de vivencias que buscan hacer diana en la cotidianeidad de la colectividad; eso lo convierte en un tabulador de magnitudes, en incasable viajero cargado de sueños que día a día se cumplen por el bien de los que vemos su partida física como permanencia inigualable y que busca su apeadero o puerto permanente en la certera percepción del vasto personaje que es la existencia misma.

Aquí está su pueblo que continúa respirando por él, ahí está el mundo que sigue sus huellas, ahí están sus brazos multiplicados para testificar lo más sagrado de su obra; ahí y aquí y allá, en muchos rincones del planeta sigue su voz elevando las temperaturas morales de cada ser, porque Fidel nos enseñó a decir NOSOTROS con voz legisladora y sin antónimos, mostró como tornar lo personal en colectivo, cómo multiplicar los panes y los peces desde el esfuerzo plural e inagotable, aunque se camine por una encrucijada de dogmas y silabarios contrapuestos. Nos creó una atmósfera de vigilancia y lealtad sin enigmas ni aduanas; nos enseñó a dilatarnos de tal modo que quepan dentro de NOSOTROS todos los buenos hombres de esta tierra; nos enseñó el sentido del contrasentido, la hermosa e infinita capacidad de fricción que es capaz de derivarse de la palabra TODOS, que debe ser, definitivamente, la identidad de cada quien.

José Martí dijo que el sol tiene manchas y que los desagradecidos solo ven estas y no la luz que emana de sus rayos. Así, muchos anticubanos de los que hoy se alegran de su desaparición física y llenan los muros de Internet con extravagantes y antiéticas locuciones deben recordar que si no hubiese sido por él jamás serían licenciados, agrónomos, estomatólogos, ingenieros, médicos; o no tuvieran la capacidad de lucha que Fidel nos enseñó a hacer permanente dentro de nuestra personalidad. Hoy se recrean con pensamientos y palabras malsanas contra un hombre que en primer lugar nos inculcó que la dignidad plena es propia de seres auténticos; no marionetas o fetiches de segundas o terceras personas o países. Esos, como dijera el pequeño príncipe, no ven con el corazón, sino con el espejismo de sus almas en pena.

Podemos vivir aquí o allá, pero el irrespeto solo cabe en aquellos que como los gatos cierran los ojos para olvidar sus orígenes y que piensan con el bolsillo y no con la cabeza.

De Fidel nadie podrá olvidarse, ni tan siquiera los que tratan de ridiculizarlo a través de boñigas intelectualoides. Es fácil hacerlo blanco de censuras, DIFÍCIL, PERO MUY DIFÍCIL, SER COMO ÉL; aún mucho más, creérselas.

Napoleón Bonaparte escribió: En las revoluciones hay dos tipos de personas, las que las hacen y las que se aprovechan de ellas.

Fidel la hizo, la mantuvo y la mantendrá porque los muertos siguen viviendo a través de las personas que nunca los olvidan. Muchos de los que se hunden hoy en la falacia de palabrerías y pertenecen a otros bandos morirán sin ser recordados porque lo único que hicieron en su vida fue menospreciar a aquel que los hizo persona, que los educó en los principios del amor al prójimo, a no tener miedo a nada ni a nadie, a hacer culto a la honra y la humildad. No nos hace persona tener más o tener menos, no nos hace persona vivir en una mansión o un bohío. Nos hace persona ser auténticos, no olvidar nuestras raíces, ser solidarios, amables, cultos, tener elegancia, pero de alma, pensamiento, acción; no de apariencias. 

A Fidel le debo ser médico, psiquiatra, escritor, poeta, amigo de todos y maestro de seres que buscan encontrarse a sí mismos cuando están perdidos, esos encuentran el camino de regreso a su YO. Pero aquellos, ciegos de lucro y envidias por no lograr mirar más allá del pozo que habitan y quieren hacerse famosos publicando ideologías chatarras o saliendo a las calles miamenses a celebrar su propia derrota, seguirán perdidos, porque en tantos años de Revolución nadie pudo doblegar nuestros principios, solidaridad, humanismo, visión de profeta.

Fidel no murió, acaba de nacer nuevamente para seguir siendo millones.

En nosotros demoran los azules, la cotidianeidad de un amor agrupado en diversas hechuras. Y seguiremos aquí, junto a él, con toda la isla en la garganta.


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