Carta Magna de Cuba. Aniversario 125 de la Constitución de Jimaguayú


carta-magna-de-cuba-aniversario-125-de-la-constitucion-de-jimaguayu

Corren días de infinito compromiso para todos los cubanos con su porvenir; corren días también de profundas definiciones, de un inmediato despertar y toma de conciencia para acciones más urgentes y diversas por la construcción de un Socialismo más próspero y feliz.

¿Qué hechos y figuras antecedieron histórica, social, política y en especial, culturalmente, al surgimiento, desarrollo y promulgación de nuestra actual Constitución? Hagamos un poco de historia.

A principios del siglo XIX ocurre un movimiento renovador de la enseñanza de la filosofía en la Isla iniciado por el padre José Agustín Caballero y continuado por el presbítero, Félix Varela, quien desde su cátedra desarrolló una transformación de la enseñanza de la Filosofía y el debate conceptual, condenó la memorización por enemiga de las Ciencias con vista a promoverlas desde una raíz cubana, “proyectó su visión sobre la necesidad de liberar el pensamiento en un debate público que logró conmocionar el medio intelectual de todo el país”

Así se va forjando el pensamiento cubano, el que años después más radicalizado se transforma en independentista a partir de la figura del Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes y la promulgación de nuestra primera Carta Magna en Guáimaro, el 10 de abril de 1869, en plena contienda contra el ocupante hispano,

Fidel,  en el discurso conmemorativo por el Centenario del Inicio de la Guerra de los Diez Años, expresó: “(…) Aquella década dio hombres extraordinarios, increíblemente meritorios, comenzando por Céspedes continuando por Agramonte, Máximo Gómez, Calixto Garcia, infinidad de figuras (…) Esos hombres contribuyeron a la formación político-ideológica de nuestro pueblo y de sus mejores tradiciones patrióticas, entre ellas, el ideal independentista, el patriotismo, la necesidad de unidad, la posibilidad de iniciar la lucha armada, el papel de la mujer en la lucha, la intransigencia revolucionaria, la práctica del internacionalismo y la solidaridad, el heroísmo, el desinterés, el espíritu de sacrificio”.

La contienda independentista de 1895 con la figura de José Martí, como organizador absoluto, y la participación de los reconocidos generales de las Guerras de los Diez Años y Chiquita, Antonio Maceo y Máximo Gómez, entre otros, convocó en septiembre de ese año a una Asamblea Constituyente en Jimaguayú, lugar donde había caído heroicamente el Mayor Ignacio Agramonte.

Constitución de Jimaguayú, promulgada el 16 de septiembre de 1895

Celebrada para la estructuración de la Revolución, la Asamblea de Jimaguayú, reunió a delegados de todos los cuerpos del ejército existentes hasta ese momento, con exclusión de Occidente, lo que equivale a decir que veinte representantes de las capas intermedias de la población y con un promedio de edades bastante bajo, los participaron en las deliberaciones. Los delegados del ejército mambí proclamaron el día 16, la Carta Magna de la República en Armas.

En esa oportunidad, los asambleístas de modo general se reunieron en tres grupos, sostenedores de concepciones diferentes en cuanto a la estructura civil a implantar.

l. Salvador Cisneros Betancourt, defensor de la idea de aplicar la organización acordada en Guáimaro, la que ya había demostrado su inoperatividad.

2. Los delegados de Oriente, sostuvieron el criterio aprobado por Maceo de que el presidente de la república debía ser el Generalísimo del Ejército Libertador y el Lugarteniente su vicepresidente. De esa forma trataban de unir y subordinar la estructura civil a la militar; puesto que los máximos jefes militares cubanos habían sido designados desde 1892. La posición de Gómez impidió una centralización que podía, bajos ciertas circunstancias, convertirse en dictadura

3. Jóvenes de nueva promoción revolucionaria, como el camagüeyano Enrique Loynaz, y que no tenían nada que ver con antiguos problemas civiles y militares, aspiraban a una sencilla estructura, donde el ejército y la dirección civil no se interfirieren, y las decisiones a adoptar se realizasen por el lado pertinente.

Entre las importantes valoraciones realizadas por dos connotados académicos e historiadores cubanos Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola Vega, en el volumen Historia de Cuba 1492-1898) Formación y Liberación de la Nación (1), la Constitución de Jimaguayú fue una fórmula para la organización interna de la Revolución de 1895, aunque nada idónea.

“El documento de Jimaguayú no expresó las concepciones de José Martí –que se advierten en su frase conocida de El ejército, libre…”–, antes bien, trataron de subordinar al grupo militar a través de ciertos artículos, entre ellos el siguiente a partir de la creación de una Secretaría de la Guerra, “para el despacho de los asuntos de guerra”. Tal paso no era necesario si en la revolución ya existía un aparato militar con un general en jefe al frente. Tarde o temprano, éste y el secretario de la Guerra tendrían graves contradicciones”.

En suma, los constituyentistas aspiraban a la independencia de Cuba, pero la estructura acordada no estuvo inspirada en las concepciones martianas.

“A Martí, de común acuerdo con Gómez no se le hubiese ocurrido establecer una Constituyente en la cual tres de sus artículos mermaban la autonomía del sector militar y posiblemente, con conocimiento de su actuación histórica, tampoco habría dividido el mando civil entre seis personas, a pesar de que esto significase una notable simplificación si se compara con la estructura de Guáimaro. En líneas generales, Jimaguayú se quedó por debajo de las necesidades del momento dentro del proceso nacional liberador”.

No obstante, los Artículos 21 y 24 de dicho documento representaron logros.

El 21, reconocía los compromisos y deudas contraídos por los jefes militares hasta el mes de septiembre; gracias a ello fueron aprobados los contratos realizados por Maceo en Oriente, para obtener recursos de guerra y permitir la zafra azucarera.

El artículo 24 establecía que si en dos años no estaba ganada la guerra debía convocarse a una nueva asamblea de representantes para refrendar o modificar dicha constitución.

A todo esto, hay que agregar un paso imprevisible que se cometió en Jimaguayú, y fue la designación de Tomás Estrada Palma como Delegado Plenipotenciario del Consejo de Gobierno en el exterior. Tras la caída en combate de Martí en mayo de 1895, Estrada Palma había sido electo delegado del Partido Revolucionario Cubano y, con esta nueva función, se convertiría en una figura de excepcionales poderes y, en especial, en sus momentos de contacto con gobiernos continentales, especialmente el estadounidense.

Finalmente, Estrada Palma desenvolvería sus funciones de acuerdo a los intereses clasistas que representaba, junto a la burguesía azucarera agroexportadora cubana.

A pesar de todo ello, Jimaguayú representó un paso de avance en la estructuración organizativa de la Revolución de 1895. Nuevas leyes, realidades, situaciones se impondrían con vista a ser halladas soluciones por parte de los revolucionarios mambises.

Una vez creado el Gobierno de la República en Armas, el 22 de octubre de 1895 salió la columna invasora oriental desde Mangos de Baraguá dirigida por el lugarteniente general Antonio Maceo. En el centro de la Isla el General en Jefe Máximo Gómez espera el contingente oriental y a su llegada se unen las fuerzas orientales con las de Camagüey y Las Villas, quedando constituido el ejército invasor que avanzó victorioso hacia Occidente. La Invasión culmina exitosamente el 22 de enero de 1896 con su llegada a Mantua, la población más occidental de Cuba en la provincia de Pinar del Río.

Los constantes triunfos del Ejército Libertador evidenciaban la incapacidad de la Metrópoli hispana para ganar la guerra a través de las armas. La Campaña de Occidente protagonizada por Maceo; la Campaña de la Reforma, llevada a cabo por Máximo Gómez y los triunfos de Calixto García en Oriente, demostraban que los cubanos estaban a la ofensiva en todos los frentes. Por tanto, para 1897, la victoria de las armas cubanas era sólo cuestión de tiempo, era algo más que evidente.

Constitución de La Yaya

En esas circunstancias tuvo lugar la Asamblea de La Yaya, en octubre de 1897, donde se aprobó la última constitución de nuestras guerras independentistas con la intención de resolver el conflicto que venía desarrollándose entre el Consejo de Gobierno y el General en Jefe del Ejército Libertador. A partir de ella se crea una interrelación entre el mando militar y el Consejo de Gobierno a través del Secretario de la Guerra. En su artículo 22 se establecía jurídicamente esta relación al definir las funciones del Consejo de Gobierno en el aspecto militar de la siguiente forma: Determinar la política de guerra y las líneas generales de la campaña, e intervenir cuando a su juicio exista motivo para ello, en las operaciones militares”.

Otro aspecto esencial abordado en dicha Asamblea fue la reafirmación del objetivo supremo: la independencia de Cuba sin concesiones. El 29 de octubre, se eligió el nuevo Consejo de Gobierno, presidido por el general de tres contiendas independentistas, Bartolomé Masó.

Constitución de 1940

Capítulo aparte recibe la Constitución de 1940 calificada como una de las más avanzadas en este continente al proclamar, entre otras cuestiones, la jornada laboral de ocho horas, la reforma universitaria, gracias a la influencia de factores internos y externos, como fueron las luchas libradas por nuestro pueblo durante períodos anteriores, entre las que resaltan las luchas obreras y campesinas (proletariado cubano), y el amplio movimiento antifascista mundial en el que Cuba tuvo amplia participación internacionalista con el envío de más de mil voluntarios a combatir en defensa del gobierno democrático de la República española, además del apoyo que el pueblo de la Isla realizó de forma espontánea y como ayuda solidaria al español, con el envío de infinidad de donaciones, como hospitales de campaña, y la fundación del Comité de Ayuda al Niño Español.

Asimismo, al año siguiente de ser promulgada y gracias a la fuerza del campesinado cubano, se celebra el Segundo Congreso Campesino y la creación de la Asociación Nacional Campesina.

Sin embargo, entre las características  políticas más prominentes antes y después de promulgarse la citada Carta Magna pueden citarse: un ascenso del militarismo, inestabilidad política, feroz represión que condujo a un reflujo del movimiento revolucionario; ascenso al poder del reformismo burgués y con él de los gobiernos auténticos; desarrollo del movimiento cívico-político de la Ortodoxia y el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 lo que provocó la crisis definitiva de la democracia burguesa.

De esa forma se arriba a las elecciones de 1952, cuando el Partido del Pueblo Cubano-  Ortodoxo (PPC-O), tenía las mayores posibilidades de triunfo. Existía el temor de los sectores más reaccionarios del país y en el gobierno de los Estados Unidos de que se produjera una apertura democrática a partir de la fuerza y el apoyo popular de esa organización partidista. Fue así como en la madrugada del diez de marzo de 1952, con el objetivo de impedir la celebración de las elecciones previstas, Fulgencio Batista, apoyándose en el ejército y en los sectores más reaccionarios del país, protagonizó nuevamente una acción golpista.

Por medio de la fuerza, Batista se apodera del gobierno, disuelve sus instituciones representativas y designa a su antojo nuevos funcionarios, teniendo en todo momento el apoyo del gobierno norteamericano. En resumen, quedaba roto el orden constitucional hasta entonces vigente en el país, al disolverse la Constitución de 1940 y ser sustituida por los llamados Estatutos Constitucionales, sustituirse el Congreso por un Consejo Consultor, a la vez que suprimirse las elecciones de junio de 1952, la libertad de reunión y de expresión, del derecho de huelgas; promulgarse la disolución de los partidos políticos de la oposición y la liquidación de la reforma universitaria, entre otras decisiones.

El golpe del 10 de marzo mermó aún más la independencia y soberanía de Cuba, abrió en mayor medida las puertas del país a los monopolios norteamericanos, favoreció los intereses de los latifundistas cubanos y extranjeros; incrementó la explotación de los obreros, campesinos pequeños y medios, empleados modestos y pequeños comerciantes, derrochó las divisas del país; además de continuar la senda de la corrupción y vicios de los gobiernos anteriores hasta llevar a cabo el saqueo bandidesco del tesoro público, el desfalco de las cajas de retiro de los trabajadores y desencadenó la más brutal y sanguinaria ola de terror que recuerda la historia de Cuba. En resumen, el golpe militar agudizó todas las contradicciones inherentes al sistema neocolonial hasta irse gestando una situación revolucionaria liderada por la Generación del Centenario y su máximo dirigente Fidel Castro Ruz.

24 de febrero de 1976. Proclamación de la Constitución socialista

“(…) CONSCIENTES, de que la unidad nacional y el liderazgo del Partido Comunista de Cuba, nacido de la voluntad unitaria de las organizaciones que contribuyeron decisivamente al triunfo de la Revolución y legitimado por el pueblo, constituyen pilares fundamentales y garantías de nuestro orden político, económico y social

IDENTIFICADOS, con los postulados expuestos en el concepto de Revolución, expresado por nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz el Primero de Mayo del año 2000

DECLARAMOS, nuestra voluntad de que la ley de leyes de la República esté presidida por este profundo anhelo, al fin logrado de José Martí:

“Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”

ADOPTAMOS, por nuestro voto libre y secreto, mediante referendo popular, a ciento cincuenta años de nuestra primera Constitución mambisa, aprobada en Guáimaro el Diez de abril de 1869, la siguiente CONSTITUCIÓN que promulga en su Capítulo Uno, entre sus Principios fundamentales, el Artículo Uno en que se expone:

Cuba es un Estado Socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el; humanismo y la ética de sus ciudadanos para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva (…)”.

Nuestra más reciente Carta Magna, fruto histórico consecuente de las anteriores, es respuesta jurídica, integral y definitiva hacia el desempeño del camino socialista que hemos decidido jurar todos los cubanos, y que queremos construir acorde a nuestros principios y dignidad nacional, y contra todo intento de amenazas y difamaciones externas. Hacia ese objetivo lucharemos en nombre de nuestra riqueza cultural, única y diversa de razas, credos, sexo y pensamientos que nos acompaña. Un objetivo consolidado en la impronta de nuestros mártires y héroes de la Patria, de nuestro Héroe Nacional José Martí, y del eterno Líder de la Revolución Fidel Castro.

 

Notas:

  1. Eduardo Torres-Cuevas, Oscar Loyola Vega. Historia de Cuba 1492-1898) Formación y Liberación de la Nación. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 2001.

0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte