Chacumbele


chacumbele

Es difícil que algún cubano no haya oído alguna vez en su vida la frase “Morirse como Chacumbele”, o aquella de “Como Chacumbele, él mismito se mató”.

Recuerdo haber escuchado de boca de mis mayores hablar de cierta historia de Chacumbele, un cirquero que se suicidó por cuestión de amores… y otras vagas alusiones a la vida del personaje, pero no fue hasta hace ya algún tiempo, cuando me llegó a través de la red de redes una crónica de Carlos W. Urrutia, que no supe la historia completa (y bien documentada por cierto) del “Gran Chacumbeles”, que paso a relatarles, por una cuestión de espacio, en versión abreviada.

José Ramón Chacón Vélez, oriundo de Santa Cruz del Sur en la provincia de Camagüey, nació el 9 de noviembre de 1912 y hasta los doce años fue criado por su tía paterna María Belén Chacón debido a la temprana pérdida de su madre. María Belén, marchó a La Habana con su esposo Urbano y no volvió a ver a José Ramón hasta 1932, tras abandonar su natal Santa Cruz, cumplidos los veinte años, con la sola compañía de su fiel perra Lolita, después de salvarse milagrosamente del ras de mar o maremoto —disculpen, pero la meteorología no es mi fuerte— que devastó el mencionado poblado costero hasta sus cimientos.

Ya en la capital José Ramón, además de ganarse la vida vendiendo flores en el Parque Central, consiguió un empleo de aprendiz de trapecista —un sueño acariciado por él desde su infancia, cuando un circo ambulante visitó su natal Santa Cruz— en el muy conocido Santos y Artigas a la sombra del afamado as del trapecio, el polaco Bronislav Korchinsky. Con el tiempo, Bronislav marcharía a Estados Unidos con un mejor contrato y el ya conocido por el público “Chacumbeles” se haría famoso con su número de trapecio en el que participaba su perrita Lolita y la bella actriz circense Ilona Szabo, emigrante húngara llegada a Cuba procedente de Argentina, de quien José Ramón se prendó con toda la fuerza de su pasión latina.

Cuentan que en el pináculo de su carrera circense, cuando parecía se habían materializado todos sus sueños, Chacumbeles, desde lo alto del trapecio, divisó como su adorada Ilona besaba ardientemente, malamente escondida tras un biombo, a su amante Henry Silver apodado “Frenesí”, un negro norteamericano, bailarín de “tap”, intérprete del banjo y poseedor de un bien dotado atributo masculino, admiración del público femenino. Bajo la impresión de aquella reveladora visión, un error de cálculo lo hizo precipitarse hacia el piso, cayendo encima de su perra Lolita, lo que evitó el golpe directo salvándole la vida a expensas de la suya, pero alejándolo definitivamente del trapecio y del circo. Tras una larga convalecencia el tío Urbano logró enrolarlo como policía, pero terminó suicidándose presa de una profunda depresión y un irreversible taedium vitae. (1)

Y esta es la triste historia de “Chacumbele”, que él mismito se mató y se convirtió en parte de nuestro folklor merced a una canción del compositor Alejandro Mustelier, interpretada por el popular trío de Servando Díaz, que la llevó a todos los confines del país.

Hasta más ver.

NOTAS:

  1. Tedium vitae. Expresión latina que significa desapego, desinterés por la vida. 

 

 


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