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Cómo alcanzar la mayoría de edad musical según el Códice Klímax / Emir García Meralla


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En algunas culturas, más o menos antiguas, más o menos apegadas al occidente, llegar a los veintiún años de vida implica el paso a la adultez y —por consiguiente— el poder gozar de todos aquellos deberes, derechos y placeres lícitamente aceptados. Tal cúmulo de responsabilidades implica, además, el convertirse en obligado ejemplo para quienes constituyen las generaciones siguientes. Se es hombre o mujer a los ojos de sus semejantes y se debe actuar en consecuencia.

En materia de música, sobre todo la cubana, veinte años —aunque se afirme que no son nada— implican todo un camino recorrido, una suma de incomprensiones y una multiplicidad de sueños realizados o truncados, en dependencia del nivel que se pretenda alcanzar.

Arropado en la memoria, en aquellas largas noches del verano del año 1995, me dispongo a escuchar con todo el placer de la tierra el DC con el que Giraldo Piloto y su grupo Klimax celebran cinco lustros de bregar musical.

El primer Klimax que recuerdo era el de los tres “enanos” cantando, todos vestidos con rancia elegancia, cuales gnomos tropicales; el mismo al que Manzana Record (EUROTROPICAL) apostó durante su aventura cubana (que incluía al Guayabero, a Manolito Simonet y su Trabuco, Liuba María Hevia, la voz de Mayelín Naranjo y a un debutante William Vivanco).

Para aquel entonces se comentaba que Giraldo Piloto escribía música del próximo siglo y que ello incidía en el bailador. Quisiera pensar que por aquella fecha Piloto y sus músicos intentaban alejarse del “síndrome del corito”, que en ese entonces como una sombra señoreaba en la música popular bailable cubana —léase timba—; así se sucedieron los éxitos, las giras y los discos y, como siempre ocurre, la constante renovación de quienes cantan o ejecutan los instrumentos; pero la personalidad musical que había definido a esta orquesta no cambió.

Ahora, en este caluroso verano del año 17 del segundo milenio de la era cristiana, Giraldo Piloto y su Klimax organizan un jolgorio discográfico para celebrar su mayoría de edad, y en el convite de marras hay tantos invitados como el DC aguante.

Confieso que nunca he visto con buenos ojos (y oídos, por supuesto) aquellos discos en que hay más invitados que música, o más sal que pesca'o; pues la mar de las veces hay un ingrediente que sobresale más que otro y se pierde el sacrosanto equilibrio. Sin embargo, Piloto ha decidido jugar esa baza y el resultado —rara avis— es una asombrosa mezcla de equilibrios contrarios que dejan un buen sabor.

Mis 21 Años, producido por la Egrem, se nos presenta como el cierre de un primer ciclo vital y profesional en la carrera de Piloto y sus músicos. Como disco —musicalmente— es impecable, muy a pesar de que el bailador de estos tiempos no repare en las virtudes propias de la música que se le propone; otras formas musicales atrapan sus modestos pasillos. Y es que la timba de Piloto no es la de estos tiempos; duele decirlo, es la del futuro; un futuro del que él es portador.

Doce temas componen el fonograma, que mereció el Premio CUBADISCO en la categoría en que concursó; y aunque doce son los invitados —todos apóstoles musicales de este tiempo—, cada uno de ellos se subordina a las inquietudes estético musicales de quien le invita. Y, cosa curiosa, son invitados a cantar, no a figurar. Punto importante este.

Rumbas, boleros, sones, timbas y cuanta fusión interesante, cubren una hora y algunos minutos que no saturan a quien escucha. Dije rumbas, sones y boleros. Boleros, tal parece que hoy en Cuba quienes hacen música popular bailable sienten vergüenza de ese género, olvidando que el bailador necesita respirar… Si el bailador no respira se aburre, y he ahí uno de los grandes problemas de la música popular cubana hoy: el aburrimiento del bailador.

Piloto lo sabe; no es la primera vez que apela a los boleros —sobre todo cumpliendo aquella promesa silenciosa que hiciera Josefina Barreto de cuidar el legado familiar—, pues en anteriores producciones ha recreado temas emblemáticos compuestos por su padre junto a Alberto Vera que marcaron a varias generaciones de cubanos. En este fonograma se arriesga a duplicar: primero versionando Añorado encuentro, combinando la voz de Vicentico Valdés como antesala de eso que llaman Salsa erótica, ajustada al ABC de esa tendencia musical, con la de una de sus cantantes.

Como segunda opción y cierre del fonograma invita a dos de las mejores voces cubanas de estos tiempos; personalmente considero que es el clímax musical del fonograma: Pancho Céspedes y Leo Vera, todo un lujo musical y vocal. A dos voces interpretan Grandeza nuestra, donde afloran los fantasmas de aquellos que una vez escribieron no solo hermosas canciones, sino que supieron orquestar —ORQUESTAR—, creando escuelas; y aquí entra el talento de Demetrio Muñiz, quien tradujo musicalmente las intenciones del autor.

Un disco, además de ser cultura, es una suma de muchos talentos; y esos talentos incluyen grabación, mezcla y diseño. Y será este último, desde mi visión personal, el talón de Aquiles. Los almendrones descapotables puede que estén de moda, pero es una moda para turistas de la que hasta el mismo Nicolás Guillén renegaría; pero en los últimos dos años he tenido entre mis manos al menos diez discos donde se apela a tal imagen.

Piloto y su jolgorio merecían mucho más en materia de diseño, máxime cuando hay tanta buena música para escuchar. Pero lo perfecto no es siempre directamente proporcional a lo humano; a pesar de que la obra humana es perfectible.

Piloto, lo mismo que quien esta nota escribe, carga más de veintiún años no solo de música, también de vida; bien se pudiera afirmar que ha duplicado el privilegio de los derechos, deberes y los placeres que alguna vez le fueron dados cuando alcanzó la mayoría de edad.

Ahora toca a su hijo prodigo: Klimax. Alcemos nuestras copas y deseemos larga vida, buena música y un próximo disco.

 

Descargar fonograma Mis 21 Años. Grupo Klimax


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