Con el DANZONETE… ANICETO DIAZ, rompió la rutina


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El creador del danzonete vivió frente a mi casa. Solo vagos recuerdos, casi todos sonoros, llegan hoy desde mi infancia en el barrio de Santos Suárez., al escuchar su nombre: Aniceto Díaz. Con él, regresa el melodioso sonido cubano de la flauta y el piano del maestro, que tantas veces atravesó la calle Goicuría y entró a mi casa, por puertas y ventanas, sin pedir permiso, pero regalando alegrías… Eran los últimos tiempos del infatigable ARTISTA. Sin embargo, no cesaba de crear. No cabe dudas, tenía que romper la rutina.

Aniceto Díaz (Matanzas, 17 de abril de 1887-La Habana, 10 de julio de 1964), uno de los más célebres creadores de la música bailable nuestra,  destacado flautista, compositor, pedagogo y director de orquesta, cumplió su aniversario 147 por estos días. Buen momento para recordar que fue el creador de esa forma musical llamada Danzonete, producto de la vinculación de dos conocidos ritmos bailables nuestros el Son y el Danzón, y, además, a este último dotó de… voz. Es pues, este, un pequeño homenaje a ese importantísimo vecino de mi niñez, quien aportó un inmenso legado a la música cubana.

¿Quién era Aniceto Díaz? La obsesión por la música  lo acompañaría  desde los primeros años de su vida. En su Matanzas natal, de niño era fácil encontrar a Aniceto… cargando los instrumentos musicales de alguna orquesta. Luego conjugaría la práctica del oficio de sastre con el estudio de solfeo y teoría. Su formación musical la continuaría después al estudiar el fingle con Eduardo Betancourt, integrante de la Orquesta de Miguel Faílde, el creador del danzón. Ya en 1902 tocaba aquel instrumento como miembro de la conocida agrupación, en la que permaneció durante años.

En su constante deseo de superación y conocimiento, cursó estudios de flauta y piano con destacados maestros de la época. En la Orquesta Francesa  de Ramoncito Prendes,  alcanzó los primeros lauros como flautista y compositor. Corrían los años 10 del siglo XX. Por ese tiempo dio a conocer sus primeros danzones, entre los que se encuentran La pulga y El teléfono de larga distancia, de mucha aceptación por la década de los años 20.

Sin embargo, Aniceto siempre soñó con tener su orquesta. Anhelo que se hiciera realidad en 1914, y en los salones del Liceo Artístico y Literario de Matanzas, se presentaron por primera vez. La agrupación estaba integrada por un timbalero, un bajo, güiro, piano, trompeta, dos violines, un trombón, dos saxofones y la flauta.

Por esos años el danzó era el preferido por la juventud. Pero a finales de la década de los años 20 cambiaría a causa del desarrollo del son y de las orquestas de tipo jazz-band  con el fox-trot.

EL NACIMIENTO DEL DANZONETE

Transcurría el mes de mayo de 1929 y Aniceto había sido contratado para tocar en un baile de Alacranes con su orquesta. Él se daba cuenta de que el danzón perdía entusiastas.  Esto lo corroboraría allí. En esa oportunidad los organizadores habían contratado al Septeto Habanero que ya había causado furor en La Habana y Matanzas.

Casi todos los habitantes estaban en el parqueo esperando a los músicos, pero no a Aniceto y sus acompañantes, sino a los integrantes del Septeto Habanero. El desaliento los invadió, ya que cuando tocaban apenas salían a bailar unas pocas parejas. En cambio cada número del Septeto era recibido con aplausos y frases de entusiasmo. De regreso a la casa el maestro expreso a su esposa:” El danzón se acabó”. Y puso, entonces, manos a la obra para inventar algo que le permitiera subsistir, porque con el danzón se morían de hambre en aquellos tiempos.

Un mes después, nacía en Matanzas el danzonete, como su antecesor el danzón. El 8 de junio de 1929 en el Casino Español de Matanzas, Aniceto y su orquesta tocaban el primer danzonete: Rompiendo la rutina, cuya parte vocal fue interpretada en esa ocasión por el cantante Arturo Aguilo. Desde ese momento constituyó un rotundo éxito.

En su libro La música popular, María Teresa Linares señala: “Aniceto Díaz creó el Danzonete como una suma del danzón y el son, atribuyéndosele a ese y al fox-trot el declive del primero. Rompiendo la rutina…, luego –El trigésimo, La zona franca,  y otros-, tuvo una vida efímera, pero lo que sí logró fue la adopción y uso por la orquesta  charanga de un cantante, el cual ejecutaba todas las melodías de moda, ya fueran boleros, criollas, canciones o guajiras”.

Esa moda introdujo el danzón cantado que sobreviviría en las voces de Paulina Álvarez, Joselito Fernández, Alberto Aroche y Barbarito Diez, entre otros.

El Danzonete compitió con ventaja con el son, el ritmo caliente que había llegado de oriente arrastrado a su paso la cadencia amorosa del danzón. Tuvo su momento estelar en los años 30 y los maestros que lo componían mantenían la tradición tocando danzón y danzonete cada vez que les era permitido. El maestro creó diversas obras, entre las que destacan: El Chiflido, Yattey, A la voz del fuego, La niña de los besos, La pulga

Entre las características fundamentales del Danzonete se cuentan una melodía y armonía simples, un ritmo regular así como la alternancia de un solo y el estribillo, que eran comunes en los sones montunos primitivos, además se ejecutaban seguidos sin interrupción, como era propio del danzón.

En los albores del año 1944 Aniceto Díaz se trasladó a La Habana y tres años después su orquesta se desintegró, luego de 30 años de incansable labor. Entonces el maestro se dedicó a la enseñanza, la composición y a la afinación de pianos.

Pasó el tiempo y, un día, dejaron de sonar el piano y la flauta en aquel balcón colonial frente a mi casa de la infancia. Decían que se había mudado a la playa. Después llegó la noticia de que Aniceto, el del Danzonete, había marchado a un largo viaje sin regreso el 10 de julio de 1964, a los 77 años de edad. Los agradables sonidos de su música regresaron en esta primavera para abonar de recuerdos y nostalgias aquel tiempo de la niñez. No hay dudas, recordar es vivir.


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