Con Patria y con Martí: emancipar con altura


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Para fundar un pueblo nuevo creó José Martí el periódico Patria, el 14 de marzo de 1892. Como semilla de una prensa distinta y emancipadora, que rompiera con el espíritu colonial. Para asentar una nueva mirada y una distinta cultura; expresadas y reproducidas en un decir “alto y hermoso” y en un comportamiento virtuoso. Una prensa persistente sobre las mismas líneas: “caridad, energía y vigilancia”. Para velar por la libertad, contribuir a la unidad y evitar que el enemigo los volviese a vencer por el “desorden”, había que socializar nuevos sentidos y significaciones, en acuerdo con las condiciones y necesidades de las Islas y su venidera constitución republicana.

Mucho más joven, en el México donde se hizo periodista, había escrito para la Revista Universal: “Un pueblo no es independiente cuando ha sacudido las cadenas de su amo; empieza a serlo cuando se ha arrancado de su ser los vicios de la vencida esclavitud, y para patria y vivir nuevos, alza e informa conceptos de vida radicalmente opuestos a la costumbre de servilismo pasado, a las memorias de debilidad y lisonja que las dominaciones despóticas usan como elementos de dominio sobre los pueblos esclavos”.

Hay lecciones de inconmensurable vigencia en los textos de Patria y en las cartas que les hiciera su fundador a los del equipo editorial. Para integrar, coherentemente, los dos tipos de prensa que concebía Martí, con un periodismo revolucionador de percepciones y actitudes. Cometido que comprende tanto “explicar y fijar las fuerzas vivas y reales del país”, como, también, “sus gérmenes de composición y descomposición, a fin de que el conocimiento de nuestras deficiencias y errores, y de nuestros peligros, asegure la obra (…)”.

Para el líder revolucionario el culto a la patria es el culto a la dignidad y a los deberes: “Extinguido el culto a lo místico, álcese, anímese, protéjase el culto a la dignidad y a los deberes. Exáltese al pueblo: su exaltación es una prueba de grandeza”. Tan importante como informar es formar, levantar el orgullo patrio. Por eso pide a sus colegas de Patria “fomentar y proclamar la virtud donde quiera que se la encuentre”, descubrir y compartir los “heroísmos desconocidos y breves”. Amenamente y con rigor histórico hemos de presentar a nuestros héroes; a los de las contiendas precedentes y a los de las actuales; a los más conocidos y a los que anónima y cotidianamente repelen la racionalidad instrumental del capitalismo. 

Una y otra vez les insiste a sus entrañables compañeros Sotero Figueroa, Gonzalo de Quesada y Aróstegui y Benjamín Guerra, en que el periódico debía de ser armónicamente concebido para reunir, concentrar y explicar. Sabe el Apóstol que “la verdad llega más pronto a donde va cuando se la dice bellamente” y llega más hondo si es virtuosa, si el mensaje resuena con el tono, lo racional se abraza con lo emotivo y lo ético, con lo estético. “Unanimidad, solemnidad; magnanimidad, precisión. Que en todo vaya esto”, les solicita a lso del equipo editor.

Seguimos en guerra, en una Revolución de los humildes contra los que invocan las libertades para violarlas, los que “hacen de ellas mercancía” y “las persiguen como enemigas de sus privilegios y de su autoridad”. En una nación asediada donde el periodista es soldado y servidor público, un cubano de a pie que busca y defiende la verdad para ayudarse a sí y a sus compatriotas que gobiernan, “señalando y presentando estudiadas las cuestiones que han menester más seria y urgente reforma”. “Si el gobierno yerra, se le advierte, se le indica el error, se le señala el remedio, se le razona y se le explica”-demandaba Martí. 

En medio de esta “guerra a pensamiento”, crear y juntar siguen siendo las órdenes, para evitar que el enemigo nos vuelva a vencer por nuestro desorden político, moral y semiótico. Crear nuevas prácticas de atribuir sentidos a los fenómenos sociales y políticos, mediante una permanente “revolución del espíritu”. El cultivo y la socialización de una cultura política emancipadora, con la asunción consecuente de nuevos valores y de una nueva sensibilidad, para lo que el periodismo cultural y la crítica artística resultan primordiales.

Hemos de resistir y persistir en nuestra comunicación insurgente y alternativa, impelidos a movilizar una sociedad civil cada vez más heterogénea y bombardeada por las transnacionales mediáticas del Capitalismo hegemónico. Frente a lo cual la prensa, no solo ha de informar, sino, además, formar, trans-formando los sentidos de la felicidad.

“El patriotismo es un deber santo, cuando se lucha por poner la patria en condición de que vivan en ella más felices los hombres”, apunta en el editorial “Nuestras Ideas”, en el primer número de Patria. Pero este amor caritativo, solo puede multiplicarse como virtud cuando se rompen las pieles de lo privado y se convierte en sentimiento político, cuando se constituye en principio estructurante del Estado y de la conducta de los gobernantes. Por ello, exalta al periodista vigilante, “con el caballo enjaezado, la fusta en la mano y la espuela en el tacón”; con la “mano enguantada” y los “labios sin mancha”. 

Así fue el espíritu de Patria, impetuoso y moderado; impregnado con la ética de su fundador y en sintonía con una “moral superior” de raíces fraternales. De altura y de hondura, como aquel balance, mágico equilibrio, que vio Martí en Heredia, “volcánico como sus entrañas, y sereno como sus alturas”. 

“Ni una frase, aunque le hierva la sangre generosa, que dé derecho de herida a los egoístas o tibios, o cierre a los pecadores el camino del arrepentimiento”, les advierte a sus compañeros. “A la hora “del esfuerzo común”, “el menor recelo, la menor censura, la menor lejanía, la menor reminiscencia de amargura, la menor arrogancia fratricida”. Entonces como ahora, resultada demasiado grande la gesta como para desechar compañeros de viaje. 

Para Martí, la Revolución no pierde “claridad ni energía”, más bien se confirma, cuando por “aseo moral” no “desciende por callejas y corrillos” a la triste faena de clavar injurias, a diestra y siniestra. El trato con los adversarios nos eleva o enfanga. “Es de hombres el respeto al adversario; y sólo su debilidad revela, y el trastorno y congoja de su mente, quien a sabiendas, descompuesto el lenguaje, y deshecho en el terror el peinado postizo, roba a un contendiente caballeroso el crédito ganado por la fidelidad continua a un propósito”. 

Patria ha de ser ahora un periódico especialmente alto y hermoso”, los convoca, desde Cabo Haitiano. “Antes, pudimos descuidarlo, o levantarlo a braceadas: ahora no. Ha de ser continuo, sobre las mismas líneas, afirmando con majestad lo contrario de lo que se afirma de nosotros, mostrando—en el silencio inquebrantable de las personas—el poco influjo que les concedemos”. 

En opinión de Martí les quitaba peso discrepar todo el tiempo las opiniones de la prensa litigante. No era provechoso para Patria, como tampoco es hoy para nuestra prensa revolucionaria una retórica enemigo-céntrica. Una postura reactiva no hace más que mantener al corriente los marcos que nos son ajenos, en los que tropieza y se desluce nuestra línea argumental. Anticipémonos con nuestra historiografía, nuestras estadísticas y nuestros valores, a las campañas tergiversadoras de los que nos adversan y nos quieren mal. 

Una prensa inmisericorde, mohína y no vigilante le resta mérito a la Revolución. Ser martianos como periodistas es sentirnos co-responsables de “nuestros vándalos”, señalar a las instituciones que reniegan de su cuota de culpa por desatención e indolencia, resultarles incomodos a los que echan su suerte con los privilegiados y a los que frenan la energía de este pueblo laborioso. 


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