DÁNDOLE A LA LENGUA (XXI)


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El poeta italiano Petrarca aconsejaba: “Los cinco enemigos de la paz que viven entre nosotros son: miedo, avaricia, envidia, odio y orgullo. Elimínelos y tendrá paz permanente”.

El filósofo británico Francis Bacon calificaba a la envidia como  el gusano roedor del mérito y de la gloria.

Moliere, comediógrafo francés, dictaminaba:El envidioso puede morir, pero la envidia nunca”.

 La envidia es una declaración de inferioridad”, opinó Napoleón  Bonaparte.

Víctor Hugo dejó dicho: “¿Qué es un envidioso? Un ingrato que detesta la luz que le alumbra y le calienta”.

Para el escritor español Miguel de Unamuno, la envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual. 

Una modestísima tesis, como cierre

Hemos dejado constancia de respetables opiniones sobre ese aborrecible mal, la envidia. Pero este muy humilde emborronacuartillas quiere meter también la cuchareta. Y,  tímidamente, opinará sobre el espinoso asunto. Allá va eso.

Dígase que la tradición eclesiástica ha fijado como pecados capitales a la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la pereza y la envidia. Ah, pero el lujurioso la pasa muy bien con sus excesos sexuales y el goloso con sus banquetazos. Pero el envidioso… sufre horriblemente ejerciendo su pecado. No en vano el rey-sabio Salomón, en sus Proverbios, dijo que la envidia es carcoma de los huesos.

Y, para concluir, dígase sobre esa gente detestable: ¡solavaya!

(1) Su libro El habla popular cubana de hoy recibió el Premio de la Crítica.


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