De la africanía en Cuba. Okana Wete


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Había una vez un poblado donde se le erigían estatuas de mármol y de bronce a dioses, artistas y patriotas, pero había un héroe legendario, a quien, a pesar de los esfuerzos de algunos pobladores, no se le hacía el monumento que merecía. Hacía más de 200 años que a aquel prócer negro, por el delito de haber organizado una conspiración por la libertad y la independencia de su patria, las autoridades del lugar lo habían colgado y decapitado exhibiendo su cabeza en una jaula de hierro en una de las principales encrucijadas de la ciudad.

Inspirado en la idea de ser escultor, en aquel poblado vivía un señor llamado Okana Shona especializado en la talla de ikí (palos), arte en el que nadie lo superaba.

A pesar de la belleza de sus malaguidi (muñeco de palo), estos apenas lograban venderse por lo que Okana Shona vivía intranquilo e inseguro y la gente no reconocía sus virtudes.

Su hijo Ademasloco, muchacho intranquilo y a quien llamaban cheke cheke (grillo), se pasaba todo el tiempo saltando de un lugar a otro pregonando la venta de las obras de su padre sin éxito alguno.

Un día, en que andaba brincando por la plaza del mercado, se encontró con Oshún y esta le preguntó:

- Hijo, ¿por qué eres tan guere guere? (loco, intranquilo).

- Es mi carácter iyá mi (madre mía) y estoy preocupado por la situación de mi padre cuyas mercancías, a pesar de lo bellas que son, no se venden.

- Mijo, si el afefá (dinero) no alcanza para comprar los productos agrícolas en el mercado, cómo va a alcanzar para comprar tallas de madera.  Llévame donde tu padre- dijo Yalorde.

Cuando Oshún llegó a la casa de Okana Shona, se lo encontró llorando.

- ¿Por qué estás tan bibinoyo (triste)? - preguntó.

- Porque soy un hombre desdichado y no logro vender mis madikis.  No tengo iré, no tengo owó - respondió Okana Shona.

- A pesar de la belleza de tus figuras, a estas les falta la fuerza necesaria para andar. Yo te llevaré a casa de quien te ayudará a resolver tu problema- dijo la dueña de la miel y la dulzura.

Al escuchar a Oshún, Okana Shona se puso muy contento y ambos se encaminaron a casa del sacerdote de Ifá.

Al llegar al ilé de Oluo Popó, después de los oyaré (reverencia, saludos respectivos), Oshún presentó a Okana Shona y explicó su situación.

Aunque eran tiempos de mal agradecimiento, Oluo Popó decidió ayudar a aquel hombre y enseñarle el secreto de la carga de los malaguidi. Transcurrido un tiempo y cuando Okana Shona pensó que ya lo sabía todo abandonó el ilé del awó, pero como la impaciencia se paga cara, cuando puso de nuevo a la venta sus malaguidi estos no caminaban.  Desesperado, Okana Shona se hizo Osodé donde Ifá le dijo que él era culpable de todo lo que le pasaba; que sería un kabú kabú (hombre grande), pero a su tiempo; que tuviera cuidado con su hijo no fuera a tener un accidente fatal; que en este Odu todos los pájaros se comen el arroz y el toti carga con la culpa; que le venía un bien por el camino, pero tenía que hacer ebó. Y Okana Shona hizo el sacrificio.

Sucedió que a los pocos días pasaron por la casa del artista, Oluo Popó y Shangó. Okana Shona, al verlos le dijo al primero:

- A lo que tú me enseñaste le falta algo pues los malaguidi no caminan.

- Yo nunca te dije que lo que te llevaste estaba completo, les faltó la consagración y esa la hace Shangó y que yo sepa nunca la hiciste- respondió Oluo Popó.

Okana Shona dirigiéndose a Shangó le pidió que le hiciera la consagración pues de lo contrario se moriría de hambre.  Olufina le dijo:

- Ya veo que aprendiste la lección.  En la vida todo tiene su momento y hay cosas que para lograrse hay que tener feriti (paciencia) y diciendo esto comenzó el rito de la consagración a los madiki entonando la siguiente oración:

“Osha ere lama agbona Oba eti maye agalo ogodó ono kaka okun buruku, burukuinle orifica malelekun obalero oko malelerun”.

Una vez recibido el ashé, los madiki comenzaron a caminar y fue así que Okana Shona comenzó a albergar la idea de que un día, un día en lontananza, podría erigir la estatua a su héroe olvidado.

Desde entonces Okana Shona es conocido como “Okana Wete, el que fabrica las estatuas que se mueven con akaraina (candela)”.


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