De la Trova Intermedia al Filin


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Para los cubanos, cuando se habla de trova, la primera imagen que nos viene a la mente es la de un hombre con su guitarra, fiel a la característica de textos de elevado nivel poético, sobre todo en los temas románticos, ideales para dar serenatas desde el siglo XIX o deleitarse en una “descarga” ya en el siglo XXI. No importa el estilo o la vestimenta, lo importante es que siga reflejando el sentir del ser humano, que en sus principios básicos, sigue siendo el mismo.

Claro, la trova cumple con la maravillosa sentencia de César Vallejo, “Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él, de frente o transmitido por incesantes briznas, por el humo rosado de amargas contraseñas sin fortuna” y la guitarra, tan unida al concepto trovadoresco, es desde siempre, el instrumento ideal para la gente humilde que quiere internarse en el mundo de la canción como expresión de un pensamiento, porque la bohemia no compagina mucho con la imagen de otros instrumentos acompañantes como puede ser un piano, mucho más difícil de trasladar.

Así, lo común es que cuando oímos Trova, se piense en esa imagen idílica del hombre y la guitarra, que es la línea que traza el árbol genealógico que emparenta a  la llamada hoy “Trova Tradicional” de finales del XIX, con el movimiento del “Filin” a la mitad de los 40 y “La Nueva Trova”, desde mediados de los 60 del siglo XX.

Pero las canciones trovadorescas de Pepe Sánchez, Sindo Garay, Manuel Corona, Rafael “Teofilito” Gómez, Oscar Hernández, María Teresa Vera, Graciano Gómez, Eusebio Delfín y familia, algunas atrevidamente innovadoras, también fueron dejando su huella en creadores de talento que le fueron aportando variantes desde la misma guitarra, como el cienfueguero Delfín, cuando comienza a arpegiar el bolero, en vez del rallado que se acostumbraba y una serie de pianistas de gran talento y categoría, ya muy cerca de los años 30, comienzan a componer con el piano como instrumento acompañante, canciones que mantenían la misma intención de elegancia en los textos e incluso, una mayor complejidad armónica y van dejando verdaderas joyas de la canción cubana, hasta la salida de los muchachos del Callejón de Hammel en los 40, los creadores del filin. Estos pianistas de gran nivel, innovadores en la música popular en el campo de la canción, pudieron conformar una etapa que ha sido denominada por varios estudiosos —y me parece con toda justicia—  Trova Intermedia.

Los elementos armónicos impresionistas, ya usados de forma natural en las composiciones norteamericanas, sobre todo en el estilo vanguardista del jazz, enriquecieron el concepto de las creaciones de nuestros compositores pianistas, que siguiendo la costumbre de los trovadores tradicionales, musicalizaron poemas, como el caso de Aquellos ojos verdes, texto que Adolfo Utrera dedicó a su hermana Conchita, musicalizado por Nilo Menéndez, cantado y declamado por el mismo Utrera y grabado a dos pianos en Camden, New Jersey en 1930 con una figura formidable como el Maestro Ernesto Lecuona.

El enriquecimiento de la armonía, utilizado con buen gusto, más los mismos textos de poemas, que obligaban a líneas melódicas con soluciones más allá de la cuarteta tradicional de terminaciones consonantes para expresar textos no tan regulares, pero de innegable coherencia poética, fue beneficiosa para la canción e incluso, con el mayor respeto y testimonio de admiración por el filin, ya hay canciones que vienen resultando como un avance de lo que vendría posteriormente, como Ansiedad de ti de 1934 y No te importe saber de alrededor de 1939, que pertenecen a uno de los compositores más importantes y universales de la música cubana como fue Don René Touzet.

Orlando de la Rosa, Mario Fernández Porta, Adolfo Guzmán, Felo Bergaza, Juan Bruno Tarraza, entre otros, fueron consolidando las  innovaciones en el campo de la canción y el bolero, que influenciaron nuestra forma de hacer de forma altamente positiva para el desarrollo e influyeron en destacados guitarristas, como Vicente González Rubiera, el mítico “Guyún” y Joaquín Codina, que independientemente de su calificación musical más académica o no, constituyen un aporte invaluable que puede considerarse como la creación de una escuela para el concepto guitarrístico cubano en la canción popular, de tanta importancia, que hoy en día se mantiene vigente.

El ambiente musical en Cuba, experimenta un cambio profundo en el sentido armónico y melódico y aún antes de la renovación orquestal de Arsenio en el son por los años 40 y el “danzón de nuevo ritmo” de Antonio Arcaño, ya orquestas como Casino de la Playa, Justo “Don” Aspiazu, Anacaona, Riverside, Le Batard, Los Palau y otras no menos importantes, habían conformado formatos relacionados con las jazz bands, a partir de las legendarias bandas de Tommy Dorsey, Paul Whiteman y Fletcher Henderson y nuevas que siguieron surgiendo, con la particularidad de que esas agrupaciones nuestras interpretaban piezas musicales netamente cubanas, surgidas de las sonoridades de los grupos pequeños de son y las comparsas, llevadas a orquestaciones propias de su arsenal sonoro.

Fue en esos tempranos 40 que Arsenio Rodríguez, el Genio de Güira de Macurijes,  acomete de forma orgánica y coherente la inclusión de instrumentos que ya algunos grupos habían experimentado, pero él le da forma y sonido junto a otro de los grandes: El Conjunto Casino, que junto a la Sonora Matancera, pudieran considerarse como el núcleo fundamental de la fuerte influencia en el sonido del área, que trascendió a Estados Unidos y que origina el desarrollo posterior de la salsa.

Todo este ambiente musical, influencia a un grupo de jóvenes de gran talento, que no venía de la academia, sino de formación autodidacta y un afán insaciable de poseer información y conocimiento, que nunca los abandonó en la vida, aún en la ancianidad. Alrededor de 1945, es que se conocen Angelito Díaz y César Portillo de la Luz y así se fueron uniendo al grupo que se reunía en casa de Angelito, que vivía con su padre, el trovador Tirso Díaz y su hermano del mismo nombre, jóvenes como Luis Yáñez, Rolando Gómez, Rosendo Ruíz, hijo del gran trovador; Ñico Rojas, Justo Fuentes, Aida Diestro, Frank Emilio Flynn, Tania Castellanos y José Antonio Méndez, que ya se había dado a conocer en la Corte Suprema del Arte, aquel maravilloso programa que manejaba José Antonio Alonso en CMQ, cantando “Cocula”, un corrido mexicano, siendo casi un niño.

Algunos de ellos, en la época en que no había dinero para comprar los últimos discos de moda, ni Internet, ni nada parecido, iban a los bares de los muelles en la zona del Puerto de La Habana, donde marineros de la Flota Blanca, barcos bananeros y de cargas múltiples hacían escala y los marinos bajaban a los bares como “Two Brothers Bar” y otros, que nada tenían que ver con centros culturales, pero dejaban discos de Glenn Miller, Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Cab Calloway, The King Cole Trío y otras eminencias, que eran escuchadas, sobre todo por César y Angelito, que salían de allí con el sonido de acordes de séptima, novena, oncena y trecena en la cabeza y luchaban por reproducir en sus incipientes guitarras para utilizarlos posteriormente en sus composiciones.

Las primeras canciones, que ya serían inmortales y una de las muestras de vigencia más impresionantes del genio creador, surgen en 1946, como Contigo en la distancia, Noche cubana y Realidad y Fantasía, entre otras, de César Portillo y Novia mía y Soy tan feliz en el propio 1946 y en 1947 La Gloria eres tú, de José Antonio Méndez, sencillamente inmortales, mientras que Rosa Mustia, de Ángel Díaz, abría y cerraba las descargas del Callejón de Hammel, que cada vez atraía a instrumentistas académicos y poseedores de la técnica musical, fascinados por el  estilo de aquellos jóvenes.

Músicos de excelente formación académica unos y grandes capacidades desarrolladas de forma autodidacta con estudios posteriores otros, se fueron nucleando alrededor del filin y así, Niño Rivera, por ejemplo, llevaba las canciones de esos creadores al repertorio del Conjunto Casino con magníficos arreglos y la formidable cantante veracruzana, María Antonia Peregrino, “Toña La Negra” agregaba a su repertorio La Gloria eres tú que le abre el camino a José Antonio en México, además de una de las cantantes más populares de América en ese momento, la señora Olga Guillot.

Jóvenes talentos que ya empezaban su carrera, llenos de entusiasmo, como Dandy Crawford, Fellove, Elena Burke, Miguel D`Gonzalo, Moraima Secada, Omara Portuondo, Aida Diestro, Frank Emilio Flynn, que forma el grupo “Loquibambia” con parte de ellos, que llegarían a ser verdaderas estrellas, incluían en su repertorio piezas del filin, que se fueron imponiendo por su extraordinaria calidad y modo de decir, coherente con la producción de autores de otras latitudes, sobre todo del área del Caribe  como  Bobby Capó y otros intérpretes y compositores de canciones innovadoras y sugerentes, como Fernando Mulens, Cristóbal Dobal, Juan Pablo Miranda y otros, entre los que destaca de manera muy particular Marta Valdés, que logra canciones que renuevan el concepto de los compositores pianistas y el movimiento del filin con su dinámica forma de expresar.

La expresión poética en el cantar de los trovadores del filin, tenía más en común con la producción de la trova tradicional, tanto en los textos, como en la manera de cantarlos, más libre en el concepto del tempo, mientras que los pianistas interpretaban más como bolero, a ritmo, claro, con sus excepciones por ambos bandos, como podía ser Frank Domínguez, que “decía” con su impecable estilo de “piano man” y su tono grave y mesurado, más cercano al filin.

Los textos también se diferenciaban en el tratamiento más coloquial, más intimista, pero es indudable que las producciones de ambos estilos dentro de la canción son de una excelencia tal, que han logrado vencer al tiempo.

El filin se impuso por su calidad, porque no tuvieron promotores capaces de entender el calibre de sus composiciones y estilos, pero después del 59, cuando triunfa la revolución, se puso de moda en el campo de la canción, influenciando a las nuevas generaciones de creadores, como Ela O`Farrill, que ya era reconocida, el afamado Meme Solís y el enorme Pablo Milanés, además de tantos creadores que han bebido en sus fuentes y aún hoy en día, 56 años después del repunte que garantizó la presencia y consumo de las grandes canciones de filin en los night clubs en Cuba, llega fresco y lozano a sus 70 años de iniciado, porque las canciones de esos grandes compositores, al igual que las de los maravillosos pianistas de la “trova intermedia”, siempre van a estar vigentes, mientras exista el amor entre los seres humanos.


Fuentes utilizadas

Entrevistas y relatos de José A. Méndez, César Portillo y Ángel Díaz.

Enciclopedia de Radamés Giro.

Música Cubana “Del areíto al Rap” de Cristóbal Díaz Ayala.


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