De una exposición que no lo es


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Por asiduo consumidor de las artes visuales que soy, me llegué hace unos días - bajo el sol abrazador de estas media-mañanas habaneras -, a la Galería Collage Habana del Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), para disfrutar la exposición de turno. Y como voy a hacer una “costumbre”, desde la entrada, pregunté al cuidador si había alguna exposición montada porque, la última vez, hace unos 15 días, la cuidadora con solo verme aparecer y sin preguntar, me sorprendió - porque yo iba a una galería - que en el club no había nadie...   

Pero esta vez, de gesto y de palabra recibí la buena que sí, pues el señor que había despertado de su letargo con mi interrogante, se incorporó como un resorte a abrirme la sala transitoria que es donde se ubican las muestras - por lo general personales- de las obras de los artistas cubanos que se comercializan por la institución.

Al entrar, identifiqué que se trataba de una muestra personal del artista cubano Carlos Quintana (La Habana, 1966), aunque como anoté, sin cuidado curatorial alguno. Se conformaba por 6 piezas en gran formato con el estilo y los temas característicos del singular artista.  Donde lo expresivo, gestual y el desenfado preponderan sobre lo figurativo.  

Y ahí, desde la primera pieza, su iconografía onírica, provocadora y sugestiva a la vez. Con sus figuras humanas encarnando animales, raspados y andrógenos, rodeados de flores, conejos y otras oblaciones.

En el segundo local, dos piezas complementarias, pintadas sobre dos trozos de una gigantografía del propio artista. En la más grande, y el texto “babalawo”, uno de sus animales-ofrendas con un brazo exageradamente humano y un elegguá en el extremo izquierdo que me alumbró el camino: las pinturas de Quintana no son para interpretarlas, sino para intuirlas o contagiarse con ellas.  

En las demás piezas, sus característicos cuerpos fragmentados y esqueléticos, de perfil o ladeándose. Cabezas, muchas cualidades de cabezas y miradas múltiples. Fondos chorreados, de colores sólidos y puros a veces, y otras, manchados con la misma espontaneidad de sus trazos prefigurativos. En una atmósfera litúrgica; medio asiática y medio afrocubana o quizás sin lugar.

La última - o la primera, según el camino elija el visitante - es a mi criterio la más lograda de todas. Por su composición, esas figuras al revés y, sobre todo, por la mirada sugestiva del personaje de negro y alado, que como adivino es el que habla por el artista su lapidario texto: “He decidido hablar con ustedes teniendo en cuenta que llegará el momento en que tengan que enfrentar un tremendo silencio”.

Enriquecido por lo expuesto, salí entonces a buscar otras señas para compartir.

Subí hasta las oficinas del segundo piso y al preguntarle a una bella joven - la cual supuse ser la especialista que buscaba -, hasta cuándo estaría abierta la expo de la sala, para mi sorpresa, respondió que eso no era una exposición y que estaban allí para comercializarlas...

Mientras bajaba la escalera, reflexionaba: Es cierto, si yo también lo presentía. Esto no es una exposición o al menos lo que uno prefigura como tal. Habían hecho los montadores, pero no los curadores. Aunque… si una exposición es la “acción de exponer una cosa para que sea vista, como obras de arte, artículos industriales, etc.” o un “conjunto de cosas expuestas”, pues sí lo era. Un conjunto de buenas obras de arte para mí y de cuadros para vender para los de la galería.

Tal vez museológicamente hablando, como lo considera G. Ellis Burcaw (1975) lo que ocupaba la sala transitoria de la Collage Habana, era más una exhibición (display) que una exposición (exhibit). Bien que le faltaba a la exhibición, la interpretación y la intención de (de)mostrar y relatar, es decir “la puesta en escena de los objetos interpretados con los que se quiere contar y comunicar un relato”. (1)

Sin embargo, considero que, aun corriendo el riesgo de repetir una exposición anterior, con un mínimo esfuerzo -sin apertura y sin brindis- se pudieron ordenar curatorialmente, presentarlas y promoverla por la web de la Galería (2), es decir como en una exposición, rigurosamente hablando, y concederle así, a los consumidores del buen Arte, una opción cultural más para “cultivar su tiempo” en este recalentado verano cubano.

Si por demás, el propio Quintana ha afirmado que pinta para que la gente lo vea, para compartir una experiencia con los demás (3), la Galería tiene como cometido la promoción y comercialización de las artes plásticas cubanas y el FCBC es una empresa perteneciente al Ministerio de Cultura y con una doble misión: económica y cultural (4)

Y colocarla allí, en una Galería - no una feria -, le confiere - aún sin pretenderse - el atributo de convocar - para el goce y por intereses disímiles – a un determinado público que merece respeto, sea para valorarlas como obras de arte o como mercancías.

De modo, que esto no es una reseña, ni los puedo invitar como otras veces. 

 

 

Notas:

(1)  http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/14058_47095.pdf

(2) En la Web http://www.fcbc.cu/es/galeria/ampliada/4, varios meses después de su clausura se informa como exposición actual la Exposición personal Solo miembros, de Cuty Ragazzone.

(3) Referido por Rubén del Valle en http://www.cubartecontemporaneo.com/es/review/

(4) http://www.fcbc.cu/es/home/quienes_somos


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