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Divagaciones lingüístico-culinarias


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La lengua materna, ese primer idioma que aprendemos… La lengua de la madre porque es la mujer quien las transmite a los hijos… La primera lengua adquirida, la lengua nativa: “los que hablamos idiomas indígenas somos la flor y el canto del país”, así lo leí en algún lugar… El idioma materno se disfruta al hablarlo, como comer.

Lo digo así porque estoy pensando en todo esto mientras pico un tomate. Me quedo mirándolo como si nunca lo hubiera visto: la palabra tomate viene del náhuatl tomatl porque nació en Tenochtitlan, capital del Imperio Azteca. En la meseta de mi casa se están mezclando dos valores del patrimonio de la humanidad: idioma y cocina… yohualli eh?catl: noche y viento: invisible e intangible, dicho en náhuatl.

El Temanauacatlahtolli, nombre original de la lengua náhualt -es fácil comprender el porqué de la abreviatura-, es hablado hoy por unos cinco millones de personas, tiene protección oficial, y cuenta con diccionarios bilingües, gramática propia, sitios digitales y poemas… Aquí va una muestra, un intento en el español nuestro de cada día: Te amo esa es le herencia / que me da tu persona. Eres / cumbre de luz en mi existencia / y un reproche inefable en mi / conciencia y una estela inmortal / dentro de mi alma

El español nuestro de cada día, poesías, millones de hispanohablantes… Mejor lo dejo y vuelvo a pensar en términos de cocina y ensalada. Y dígase esta palabra en Cuba y automáticamente pensamos en aguacate… Nombre que también procede del náhualt: ahuácatl; aunque también es conocido como palta, palabra de origen quechua.

De soñar una ensalada fuera de temporada, paso mentalmente a Ecuador, Perú y Bolivia, donde el quechua es idioma oficial. Actualmente cuenta con más de diez millones de hablantes y existe la Academia Mayor de la Lengua Quechua, así como diccionarios, diccionarios bilingües, sitios digitales y literatura quechua: el poeta ecuatoriano Ariruma Kowii, y el prosista Carmelón Berrocal de Ayacucho, Perú, por buen ejemplo; aunque podemos sumarle a Néstor Espinoza, en la literatura infantil. Al quechua han sido traducidos la Biblia, El Principito y El Quijote.

Y el quechua es el causante de que en algunos países le llamen choclo al maíz… Bueno, en otros le llaman elote, y eso proviene del náhualt. Pero, el maíz en sí, proviene del taíno mahís, bautizado por los aborígenes del Caribe y es palabra que significa sustento de la vida… Sustento y placer, diría yo: mi mente se debate entre irle arriba al taíno, variante del arauaco escabechada a la caribeña, o dejar la mente perderse en la ensoñación inalcanzable, dados los meses que corren, de un buen tamal…

El tamal une a los pueblos: México, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Panamá, Argentina, Perú, Ecuador… Bueno, aquí sí están envueltos en hoja de plátano, porque si están envueltos en hojas de maíz se les llama humitas… y a esta hora transo muy felizmente por una humita acabadita de hacer, o por una hallaca, como les llaman los pobladores del Caribe, incluyendo las regiones más orientales de nuestro país. La palabra tamal proviene del náhuatl, tamalli, que significa envuelto, y que, como puede verse, nos indica que el nahuált ha dado muchos aportes a este hablar nuestro de cada día… Los hondureños los llaman montucas y en Nicaragua, si llevan carne, le dicen nacatamal… He decidido cambiar la humita por un nacatamal… Aunque los ganadores en esto de recrear y bautizar tamales son los mexicanos con más de mil: zacahuil, vaporcitos, corundas, pata de burro, chanchamitos, pibipollos, uchepos, juacané, xocotamales, pulacles, chamitles… Convendría con cualquiera de ellos, siempre que no se excedan en el chile…

Lo digo por el picante y no por el ají, porque me encanta una ensalada de pimientos, totalmente asequible por la época, pero que nos obliga a cálculos de altas finanzas domésticas… Y resulta que ají es palabra que proviene del taíno haxí, y también resulta que en verdad pensaba en ají pimiento: pimientos rojos, listos para asar… Pimiento se le llama al ají en Argentina, mientras que en Bolivia y Chile le dicen locoto; y en Perú y Chile, rocoto… Resulta curioso que en Chile no le llamen chile, tal vez porque la palabra proviene del náhuatl. Y, entonces ¿por qué Chile se llama así? Nada, ya…

Pero, si pensamos que el tamal nos une, qué decir de la yuca, guacamota o mandioca. Mire que nosotros comemos yuca… No digo esto en ese cierto sentido sustitutivo de la coprofagia, lo digo de verdad: yuca con mojo (Creo que tengo hambre) Le decía, mire que nos gusta, pues nos han ganado los paraguayos… Así, como le cuento: sustituyen el pan por la mandioca, que es como la llaman… En verdad no sé si mandioca proviene del arauaco, o es término guaraní, no sé…

Aunque del guaraní puede esperarse cualquier cosa: calcule que es hablado por unos veinte millones de personas. En Paraguay, donde la población indígena es minoritaria, lo habla el 90 por ciento de la población. Goza de buena salud, tiene alfabeto propio, existe la Academia de la Lengua Guaraní, y cuenta con un buen desarrollo literario. Digamos Rubén Bareiro, quien ganara el Premio Casa de las Américas de 1971 con su libro “Ojo por diente”. También ha publicado “Literatura Guaraní del Paraguay”, y “Antología de la poesía guaraní y en guaraní del Paraguay”: Me puso en conocimiento de la cosa guaraní, de la singularísima historia de su grey, de su lengua, de sus usos y costumbres, música, cocina, dichos, mitos; todo ese humus humano que se transmuta en arte y en literatura… Así anotaba un crítico sobre su obra. Y no olvidar a Emiliano Fernández Rivarola, uno de los más fecundos exponentes de la poesía popular del Paraguay, que fuera declarado, en 1950, Gloria Nacional. No anda mal el guaraní, no anda mal en este mundo donde existen tres mil lenguas en peligro de extinción.

El guaraní, al igual que el quechua, se encuentra oficializado también en Bolivia, que es considerado lugar de origen de la mandioca o yuca, aunque todo parece indicar que prefieren la papa –como yo, y que no la encuentro- de la que cultivan unas miles de variedades. Igualmente se encuentra oficializado el aimara, hablado por un tercio  de la población del país. El aimara se habla también en Perú, Argentina y Chile; en este país existe la  Academia Nacional de la Lengua Aymara cuyo lema es: “Un pueblo sin lengua, es un pueblo sin identidad”. Y es muy cierto. El lenguaje es la base del pensamiento, la defensa de la identidad cultural comienza por el propio idioma…

Veamos, por solo mencionar, al boliviano Braulio Choque Mamani, investigador, escritor y pintor, y sus Layra Parla –cuentos hablados- recopilaciones de leyendas y mitos, escritos en aimara. O el poeta Luis Ayala, también boliviano, de quien no he podido encontrar nada de su obra, y eso es una pena. También mencionar a uno de los poetas indígenas más importantes de Chile, Pedro Humire Loredo, autor de varios libros de poesía como Parinacota y Sukurumampi Piñalulina.

Y hablaba ahorita de papas… ¡Ay, de mí! Por cierto que la palabra papa es quechua; pero, ya… Mejor vuelvo con ellas y retorno a mi Otoch y a mi Hanal  -casa y comida en puro maya. El maya es lengua hablada en Yucatán, Campeche, Belice y Guatemala; y se mantienen Academias en todos esos lugares. Guatemala, la tierra del quetzal y la monja blanca, donde se come jocón -Patrimonio Cultural Intangible de la Nación junto con otros cuatro platos típicos- que se elabora con gallina, papas y chayotes (¿desde cuándo usted no ve un chayote?)

Las lenguas de la familia maya son habladas por más de tres millones de personas. Su literatura avanza: “Los secretos del abuelo”, del poeta Jorge Miguel Cocom Pech, escrita en maya yucateco, ha sido traducida al español, inglés, ruso y otros idiomas. “Teya, un corazón de mujer”, novela escrita en maya por Marisol Ceh Moo, está considerada una de las obras más importantes de esta lengua americana.

Buena suerte, otra lengua que va salvándose. Lástima de las que se están perdiendo: vilela, pacahuara, tariano, záparo, mapidiano, tolupan, chiapaneco, zapoteco, miskito, mapoyo… Más de cien, mucho más, entre Suramérica y el Caribe. Ha declarado la UNESCO: Las lenguas son el instrumento de mayor alcance para la preservación y el desarrollo de nuestro patrimonio cultural tangible e intangible.

Es el habla de la tierra… Quizás por eso el mapuche también se conoce como mapudungun, que así lo significa. No sobrepasa el medio millón de hablantes pero lucha y se defiende… Ahí está el chileno Lautaro Yankas, reflejando el alma mapuche en “El Último Toqui”. También Lorenzo Aillapán Cayuleo, Premio de Literatura en Lengua Indígena Casa de las Américas, 1994. Defensa de un patrimonio intangible que les es inherente, sin el cual no serían, no seríamos.

Ese patrimonio, a veces llamado inmaterial, que es el que más nos llega, es el que toca hondo, como escuchar la Guantanamera estando en Hong Kong, o que nos ofrezcan un tamal en Atenas… Y hablando de comida, voy a terminar de cortar mi tomate… Si gusta, ya sabe donde estoy…


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