El Cuentero Mayor y la profundidad de la sabiduría popular


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Onelio Jorge Cardoso, el Cuentero Mayor de Cuba, hubiera cumplido el pasado 11 de mayo, 106 años, la muerte lo sorprendió a los 72, pero él es de esos seres que se mantienen en el mundo por sus sabias palabras.

Nació en Calabazar de Sagua, en el territorio que hoy recibe el nombre de Villa Clara; su familia era pobre, como muchos de los personajes que retrató en sus relatos.

Dedicó su vida a contar, porque inició esta faena a los doce años y nunca detuvo este andar por la realidad cubana que maduraba a medida que el villaclareño crecía con las experiencias que le aportaron labores como las de bibliotecario, ayudante de fotógrafo, vendedor ambulante, viajante de medicina y, una profesión que de seguro tributó mucho a su formación humanista y literaria: Cardoso fue maestro rural junto a otro grande de la cultura cubana, Raúl Ferrer.

No es hasta 1945 en que se validan por primera vez sus dotes de escritor, al recibir el prestigioso Premio Alfonso Hernández Catá por su cuento «Los carboneros»; más tarde, en ese propio año, se publica su primer cuaderno Taita, diga usted cómo, en México, preparado por José Antonio Portuondo quien supo apreciar la valía de sus relatos.

Durante un tiempo, el escritor vive en Santa Clara y se apropia del ambiente cultural de esta hermosa ciudad a la vez que publica textos propios en revistas como Umbrales, Club Umbrales, La Hora Umbrales.

En 1948 decide instalarse en La Habana, para quedarse hasta su muerte, y aquí desempeña también varios oficios como redactor de noticieros, en la Emisora Mil Diez, de libretos para la radio comercial, y fue Jefe de Redacción del noticiario cinematográfico Cine-Revista.

En 1952 le fue conferido el Premio Nacional de la Paz, por su cuento «Hierro viejo», mientras, sigue contando historias cubanas y universales, y en 1958 ve la luz  el segundo volumen de su autoría, y sin dudas el más reconocido: El cuentero, con el sello de la Universidad Central de las Villas.

Al arribo de la Revolución cubana, y el cambio rotundo de los destinos de la nación, el escritor asume responsabilidades varias como la dirección del Instituto de Derechos Musicales, y la jefatura de redacción de   Revolución y Cultura y del Semanario Pionero; fue asimismo guionista de documentales en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y en la Sección Fílmica del Ejército Rebelde, y jefe de reportajes especiales en el Periódico Granma, entre otras.  

Su tercer libro, y el primero publicado después del triunfo revolucionario, es El caballo de Coral, de 1960, también en Santa Clara.

Desde 1961 ingresó como miembro en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y del ejecutivo de la Sección de Literatura de esta institución; luego en 1976, marchó a Perú como Consejero Cultural de la Embajada cubana en este país; al regresar asumió la presidencia de la Sección de Literatura de la UNEAC, hasta su fallecimiento.

Fue un hombre de una gran capacidad profesional que se desarrolló en diversos escenarios culturales sin abandonar su primera vocación: la literatura.

Se obra ha sido reconocida en diferentes ámbitos; la Universidad de La Habana y su homóloga Simón Bolívar, de Bogotá, Colombia le confirieron la condición de Doctor Honoris Causa, en los años 80, y sin dudas, la creación en 1998, del   Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en la capital cubana, es un homenaje perenne a su cualidades como narrador. 

Muchos de sus cuentos, incluidos en programas escolares de diversos niveles en Cuba, conservan en el presente todo el vigor que le aportan sus personajes, especialmente Juan Candela, las historias que refieren y las enseñanzas morales que parecieran haber sido una obsesión para el escritor.

Sus descripciones  de gran plasticidad y su estilo cinematográfico tan bien logrado  hacen que la lectura de sus cuentos se torne visualización de tramas que siempre se caracterizan por la cubanía, el humanismo, la sagacidad, el humor, la bondad y la ternura; por demás el Cuentero Mayor logra realizar en su universo literario un inventario cabal de los más altos valores humanos a través del ingenio y una desmesurada imaginación, apoyándose en las tradiciones culturales  cubanas y en elementos esenciales de la identidad nacional.

Onelio Jorge Cardoso fue un hombre sencillo, un buen cubano, digno de una admiración sin límites porque si de contribución al imaginario de la cultura cubana se trata, sus cuentos son pilares inamovibles que mantienen y mantendrán total validez en cuanto a aprender una visión del mundo que rescate lo esencial y separe el oropel.

El cuentero conoció a fondo las esencias de la cubanidad, de no ser así no hubiera podido construir un catálogo de personajes y situaciones populares tan reales, que se presentan al lector como una reafirmación de la vida en diferentes partes de la isla y en especial en la campiña insular.

En su narrativa clara que encierra profundas reflexiones filosóficas, son muchos los que destacan su cuento «Francisca y la muerte», que quizás encierra una de las mayores enseñanzas para la vida que puede apreciarse en las letras cubana, a través de la gran metáfora sobre el beneficio del trabajo y la ocupación sana y bienhechora, y con su discurso hermoso en su claridad y sencillez, que se abrió camino en la literatura nacional con la profundidad de la sabiduría popular.


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