“El cumpleaños de Marcos”. La celebración de la diferencia


el-cumpleanos-de-marcos-la-celebracion-de-la-diferencia
Foto: Cortesía de Sarah María Cruz.

Teatro del Sol acaba de estrenar El cumpleaños de Marcos, un texto del actor José Ignacio León que llega a la escena bajo la dirección de Sarah María Cruz.

La obra original (me refiero al texto primigenio) es presentada en las notas al programa, a cargo de Frank Padrón Nodarse, como un producto inscrito en la herencia del llamado teatro vernáculo, en este caso aludo a las formas expresivas herederas del teatro bufo cubano que tomaron la escena desde el final del siglo XIX y que, en mi opinión, han estado reelaborándose —en toda la historia teatral cubana hasta el momento actual—acorde con los horizontes estéticos e histórico-sociales que han acotado cada uno de sus contextos.

En efecto, varias señales que nos llegan desde el texto, y ahora también desde su urdimbre espectacular, puesto que nos hallamos ante la puesta en escena, nos presentan El cumpleaños… como un espectáculo que declara sus deudas con el costumbrismo (insertado en la Cuba de este decenio del siglo XXI, donde se menciona el nombre eufemístico del paquetico de café y las cualidades del vino Soroa) y que exhibe su estirpe de teatro popular cubano que abraza la historia plena y amplia del vernáculo nuestro más cercano en el tiempo, ese que incluye desde la Electra Garrigó, de Piñera; Contigo pan y cebolla, de Quintero (junto con otras obras de este autor y director); la Santa Camila…, de Brene; Las pericasUna casa colonial, de Dorr (y otros de sus textos); en un arco que acoge buena parte del teatro de José Milián así como producciones que firman Berta Martínez, Carlos Díaz, Raúl Martín y Nelda Castillo en tanto directores. Y en este punto le ruego al lector que no obvie la altura estética de tales predecesores.

La obra toma el pretexto situacional de una celebración (en este caso, un cumpleaños) para reunir en un mismo espacio-tiempo a un grupo de personajes, quienes durante el intervalo que marca la función teatral nos harán partícipes de sus particulares historias y, también, de las relaciones que ya existen y de aquellas que ahora se tejen entre ellos.

El anfitrión es Miguel, interpretado por Renecito de la Cruz, un médico en período de suspensión profesional por un error cometido, que anhela regresar cuanto antes al ejercicio de mejorar y salvar vidas, y entre sus invitados desfilan por el escenario Samuel, a cargo de Iván Infante, un joven gay que reside en Alamar y ha atravesado la ciudad para cumplir fielmente con la cita; Yosuán (Roly Chiong), que se desempeña en el oficio de brindar placer sexual a quien pague lo que él espera por sus servicios; Oscar (José Ignacio León), quien dedica su vida a “la firma” , donde consiguió entrar a trabajar valiéndose, según se cuenta más tarde, de recursos no estrictamente profesionales, y el cual, tal vez en desquite, blasona las ventajas materiales que obtiene, y Lisandra, que es el nombre seleccionado por Dayron Méndez para expresar su verdadera identidad sexual, desempeñado por Ulik Anello. Durante la jornada se incorporan, eventualmente, el bodeguero Ramón (Félix Beatón), vecino del edificio de Miguel, y más tarde, su esposa Olimpia (Sandra Lorenzo) y, finalmente, Armando, joven electricista que nos presenta Leonardo Nieto, el cual ha venido buscando a Ramón y familia para arreglar la lavadora rusa que ellos poseen.

El conjunto que se reúne en un momento inicial pone de manifiesto sus disparidades y sus dificultades para aceptar la integración de las diferencias, pero el avance de la trama que José Ignacio y Sarah María nos reserva consigue este último propósito. Claro que de nuevo aparecen en la escena ciertos matices de la diversidad sexual que en los últimos años han resultado harto frecuentes, y que determinados temas que exhiben novedad, a la vez que demandan hondura, son solo enunciados aquí sin que la puesta en escena le brinde el acento que llevan. Quizás sea este el instante tan solo de citarlos, de otra manera habría que pensar que este discurso dramático apunta en muy variadas direcciones y nos deja con deseos de ver tratados esos otros asuntos en la medida que su importancia y novedad lo solicitan.

En el desarrollo de esta segunda función que me tocó ver la ejecución de los intérpretes alcanzó una altura homogénea y me regocija encontrar a actores que dedican su mayor tiempo al medio televisivo desempeñándose ahora sobre las tablas, aunque será preciso atender al buen uso de los recursos teatrales, como la intensidad de la voz que, como se sabe, se gradúa mediante técnicas de proyección y no de otra manera. La primera temporada de esta obra apenas  ha comenzado, las semanas siguientes nos traerán aún mejores resultados.

El tejido escénico que la directora ha preparado incluyó un espacio para lo espectacular que tiene que ver con la propia creación del personaje de Lisandra y su inclusión en esta trama. Así Lisandra hace su entrada con un número de Olga Tañón que lleva el cumpleaños a su clímax, en tanto fiesta, donde los actores se desempeñan con acierto en su coreografía y Ulik Anello nos promete una disfrutable y mesurada labor actoral.

El diseño escenográfico y el uso del espacio nos remiten a una historia teatral nuestra donde la casa, especialmente la sala y el comedor, devienen sitios de referencia. Pienso que en tal sentido el concepto espacial de la propuesta escénica también juega con los modos de hacer del vernáculo clásico con esta prolija sala, la alfombra roja central que marca la entrada de los personajes al espacio de acción y los parlamentos de cierta importancia personal que los actores dicen al público desde el espacio próximo del proscenio, obviando los ricos y variados recursos que pone a disposición del director la tecnología de la luminaria escénica en nuestra época, los cuales permiten destacar y enfatizar lo que resulte necesario mediante un código de iluminación sin necesidad de que el actor cambie de espacio. Pero todo esto y más lo domina Sarah María Cruz quien cuenta con una real carrera en la profesión, por lo que la lectura de tales signos expresa una intencionalidad desde la dirección artística.

José Ignacio León explora en las especialidades de la dirección teatral y la dramaturgia, y esta obra es resultado de lo segundo. Su trayecto y ejercicio en la escritura teatral le brindarán la oportunidad de realizar tejidos dramáticos más complejos, donde el reto y el juego resulten más interesantes tanto para el autor como para directores, actores, diseñadores y audiencias. En mi opinión, es el autor el fundador de mundos que no existen hasta que él los evoca. Mientras más estimulante y sólida resulte aquella evocación más lograda y audaz será la labor que, partir de ella, desarrolle el resto del equipo creador. En el teatro de autor es este el primero que apuesta en el juego.

He dejado para último momento lo que me parece más feliz en esta noche de fiesta a la cual asistí, que es la indeterminación del  supuesto personaje central, el homenajeado Marcos. Cómo no recordar aquí al clásico contemporáneo de Godot (Beckett). La descripción de Marcos, desde el inicio, resulta un tanto inquietante, sobre todo viniendo de los amigos, pero su enunciación final, cuando la sala de lunetas entra de lleno, de nuevo, en el espacio de acción, nos vuelve absolutamente cómplices, pues Marcos  no es más, ni menos, que uno, cualquiera, de nosotros.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte