El Museo de Artes Decorativas en plataformas digitales


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El Museo Nacional de Artes Decorativas exhibe por estos días en las plataformas digitales un nuevo montaje del Salón Comedor. Con motivo de conmemorar el natalicio del líder histórico de la Revolución cubana, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz se expone una nueva curaduría de la sala donde, manteniéndose el concepto de ambientar un comedor, se exhiben vajillas, cubertería y cristalería colección de nuestro museo y que forman parte del patrimonio de nuestro país. Para la ocasión se muestra parte de la numerosa vajilla “Luisa Calvo” que fuera adquirida por la institución a inicios de los años ochenta a través de una compra.

Pero, ¿quién fue Luisa Calvo, a qué se deben su connotación y cuál es la importancia desde el punto de vista histórico y artístico de esta vajilla?

Luisa Calvo de la Puerta y Cárdenas fue una connotada figura de la sociedad habanera a mediados del siglo XIX quien provenía de una de las familias más acaudaladas del país. Descendiente de Sebastián Calvo de la Puerta y O´Farril, hijo del primer Conde de Buena-Vista.

El marquesado de Casa Calvo le fue concedido a don Sebastián Calvo de La Puerta y O´Farril, natural de La Habana, en 1786. Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos, Coronel de Infantería del Regimiento de Milicias de la plaza de la Habana, Caballero de la orden de Santiago y Gobernador de la Luisiana, siendo más tarde encargado de entregar esta provincia a la República Francesa. Caballero de la Orden de Santiago desde febrero de 1772, Capitán Agregado del Regimiento de Dragones del Rey, Brigadier de los Reales Ejércitos desde 1795, Mariscal de Campo en 1806 y Teniente General. Casado con María Luisa Peñalver y Navarrete.

Luisa Calvo de la Puerta y Cárdenas nació en La Habana en 1808 y murió en París el 20 de Julio de 1863. Del matrimonio de Pedro José Calvo y Peñalver, segundo Marqués de Casa Calvo, y Catalina Cárdenas y Zayas, nacieron Luisa y su hermana, Matilde Calvo y Cárdenas, tercera Marquesa de Casa Calvo.

Casó en primeras nupcias con Florencio Armenteros y Zaldívar el 21 de noviembre de 1826, y en segundas nupcias con Narciso Foxá el 20 de noviembre de 1853, después del fallecimiento de su primer esposo. De su segundo matrimonio nació Margarita Foxá y Calvo de la Puerta, quinta Marquesa de Casa Calvo.  

Abuela de María Luisa Hernández, Condesa de Santa María de Loreto, y bisabuela del hijo de ésta, Rodolfo Peñalver Hernández, Conde de San Fernando de Peñalver, fallecido en 1979.

En 1866 el pintor francés Job Vernert realizó un retrato al óleo (óleo sobre tela, 120.00 X 95.00 cm) de Luisa Calvo el cual fuera legado en testamento al Museo Nacional de Bellas Artes por Rodolfo Peñalver Hernández tras su muerte en 1979.

A mediados del siglo XIX nuestro país experimentaba un auge en su desarrollo económico sobre todo basado en la producción agrícola donde el azúcar de caña generaba importantes dividendos. Varias familias miembros de la aristocracia criolla recibieron desde la metrópolis títulos nobiliarios concedidos por la corona debido a sus contribuciones en el desarrollo de la economía, la defensa y la infra estructura en la isla. “Nobles de concesión” es el término empleado para referirse a figuras de la talla del Marqués de Almendares, el Marqués de La Cañada del Tirry o el Conde de Casa Calvo. 

Fotos. Cortesía del autor

Paralelo a ello, Europa y su amplio consumo de porcelana china habían dado un paso más allá y se realizaban desde el viejo continente encargos de vajillas que presentara en el centro de cada pieza la heráldica o escudo de armas de las familias que realizaban los encargos. Surge así aquello que hoy es denominado por especialistas como “porcelana heráldica”. Nuestro país y los miembros de la sociedad colonial no estuvieron al margen de esta tendencia y por lo tanto podemos apreciar a día de hoy como varios de los nobles criollos antes mencionados encargaron entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, producir sus vajillas en China.

Lo más común en la porcelana heráldica es, precisamente, encontrar piezas, casi siempre diseñadas para el servicio de mesa o como ambientación de algún salón, que presenten el blasón de la familia. En otros casos, los más inusuales, podemos apreciar como miembros de acaudaladas familias que no se encontraban en posesión de título nobiliario alguno, pero que, contando con la fortuna suficiente, encargaban a producir en China una vajilla personalizada. Tal es el caso de la vajilla de Luisa Calvo. Producida durante el período Daoguang (1821-1850) de la dinastía Qing (1644-1911) la vajilla muestra un asombroso diseño elaborado por los esmaltadores de Cantón.

Se trata de una vajilla compuesta por más de 260 piezas la cual fue producida en China, en la ciudad portuaria de Guangzhou (Cantón), provincia de Guangdong al sur de China. Decorada con los esmaltes de Cantón, cada una de las piezas presenta en el centro sobre fondo blanco y enmarcada en un óvalo, el nombre de su propietaria, Luisa Calvo, trazado con esmalte de oro. Se trata de una vajilla compuesta por más de 260 piezas y con una diversidad superior a los 35 tipos. Soperas, servicios de té, bandejas, platos y platillos, saleros, salseras, entre otras piezas componen una de las más espectaculares vajillas que hoy posee nuestra institución, y podríamos decir sin temor a equivocarnos, nuestro país.

Varios son los valores que distinguen este conjunto, no solo por su número y diversidad sino por el hecho de ser un fiel ejemplar de los mejor que de la porcelana china produjeron los esmaltadores de Cantón. A inicios del siglo XVIII China había perdido, producto a conflictos bélicos internos, un importante sector del mercado europeo. Los comerciantes occidentales pusieron sus ojos en Japón, pero la política aislacionista del Shogunato no permitió que el archipiélago se abriera al comercio, todo lo que los europeos hubiesen querido. Aun así, la porcelana japonesa ganó muchos adeptos en Europa y a través de los holandeses, los únicos a quienes se les autorizó permanecer en el territorio Nipón, se comercializaban importantes volúmenes de porcelanas y lacas.

Finalmente, a partir de mediados del siglo XVIII el imperio Manchú decide estimular la exportación de sus bienes más preciados (porcelana, seda y té) sobre todo hacia Europa. Para ello establecieron una zona de comercio en el delta del Rio Perla en la ciudad de Cantón y hacia esta municipalidad se movieron los mejores artesanos de todo el país. La porcelana, producida en Jingdezhen era transportada hacia Cantón para luego ser esmaltada a partir de los pedidos realizados por los clientes. Así, desde el viejo continente llegaban los encargos, entre los cuales llego el de la distinguida señora cubana, doña Luisa Calvo. Por primera vez en la historia los artesanos y comerciantes chinos en Cantón realizaban encargos para clientes cubanos. Cabría entonces preguntarnos ¿si el fenómeno de la porcelana heráldica producida en China para las metrópolis europeas y sus colonias, sobre todo aquella producida para la nobleza criolla en Cuba representa, a nuestro modesto modo de ver, uno de los primeros vínculos directos entre ambos países?

El rasgo más distintivo de la vajilla, estilísticamente hablando, es la calidad de los esmaltes de baja temperatura aplicados en las piezas y con los que se logra una excelente riqueza y diversidad cromática. Es este precisamente el rasgo que le da nombre a la porcelana Guangcai, que en mandarín significa “colores de Cantón”. Si comparamos este tipo de piezas con otras de dinastías anteriores, podemos percatarnos como la porcelana producida en Cantón entre finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX fue sin dudas una de las que más alto nivel alcanzó en la historia en lo concerniente a la calidad y empleo de una paleta sumamente diversa de esmaltes de baja temperatura.

Otro detalle importante de este tipo de porcelana se encuentra en los diseños de las mismas, los cuales presentan siempre escenas cotidianas en las que se pueden apreciar figuras de alto rango social casi siempre reunidas en un ambiente doméstico. El carácter altamente descriptivo respecto a los elementos culturales (vestuario, arquitectura, mobiliario, etc) representados, tornan a cada una de las piezas en verdaderas crónicas visuales que, sobre la sociedad china, distante y ajena para la gran mayoría de los occidentales, les llegada directamente, en este caso, en forma de vajilla.

Pero la vajilla de Luisa Calvo no es el único elemento que de gran valor artístico y patrimonial se exhibe en el comedor de la otrora mansión Gómez Mena, devenido en sala de museo. La idea siempre es ambientar un salón comedor y para ello siempre se debe recurrir a la cubertería y los cristales. La colección del Museo Nacional de Artes Decorativas ronda las 30 mil piezas y ello nos permite disponer de piezas de primer nivel para realizar nuestros ejercicios curatoriales. En la ocasión se decidió acompañar la mencionada vajilla de un juego de cubertería de plata y plata sobredorada producida en Francia a inicios del siglo XX y que proviene de la colección de Tete Bances. Con motivos neoclásicos la cubertería exhibe piezas para todos los usos, tanto para el uso del comensal (cuchara sopera, cuchillos y tenedores para ensaladas o pescados, así como para postre) o para servir desde las bandejas, soperas y demás contenedores ubicados al centro de la mesa.

La mesa se encuentra decorada con dos maravillosos candelabros de cristalería francesa del siglo XIX. También proveniente del país galo, pero del siglo XX son las copas y demás utensilios de cristal que conforman y completan el servicio. En este caso se trata de un conjunto de copas que presenta en el borde el depósito una decoración en oro, en el cuerpo del mismo, grabados con motivos fitomorfos. El fuste de la copa presenta varios elementos decorativos logrados a partir de la talla en cristal. Por su parte, la base de la copa, con forma octogonal, también ha sido rematada con esmalte dorado.

El montaje del Salón Comedor se inaugura cada 18 de mayo con el propósito de saludar el día internacional de los museos. Se trata siempre de exposiciones transitorias pero que por este motivo duran más de lo habitual, un año exactamente. Las condiciones epidémicas actuales imposibilitaron que pudiéramos realizar tal inauguración y por ello nos propusimos reprogramar nuestra agenda de exposiciones y aplazar la fecha para la cita estival.

Entonces encontramos un motivo muy especial que conmemorar, el natalicio del líder histórico de nuestra revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. A la fecha le podríamos sumar que el 11 de agosto de 1996, cuando tenía lugar en nuestro museo una maravillosa exposición itinerante de arte japonés que proveniente del archipiélago nipón había traído a nuestra lejana isla lo mejor del arte de ese país. Xilografías, porcelanas, armaduras, kimonos y lacas conformaban la muestra que nuestro pueblo disfrutó con mucho placer. Ese día, llegaría en horas de la tarde una visita muy importante. El Comandante en Jefe llegaba a la institución para disfrutar también de la magnífica muestra. Una vez concluido su recorrido, luego de tomarse algunas fotos y conversar con los trabajadores, plasmó sobre un improvisado papel: “Muy admirado, volveré” firmó y puso la fecha. Desde entonces, nuestra institución conmemora el natalicio del líder revolucionario y además rememoramos aquella visita exhibiendo al público la impronta que dejara plasmada de su puño y letra.

Debido al actual rebrote de la Covid, sobre todo en nuestra ciudad, nos hemos vistos forzados a cerrar la institución, pero no por ello dejaremos de promover sus magníficos tesoros. Esta vez, desde las plataformas digitales le traemos al pueblo el resultado de nuestras investigaciones, ejercicios curatoriales y los increíbles valores que posee nuestra colección. Que estemos cerrados a la visita del público por motivos más que justificados no significa que nuestros seguidores y el pueblo en general deje de acceder al patrimonio que preserva, estudia y promueve el Museo Nacional de Artes Decorativas de La Habana, Cuba.     


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