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El puente del arte entre Estados Unidos y la Isla


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Apenas una semana antes de que los cubanos recibiéramos la visita histórica del presidente de Estados Unidos, Barak Obama, ya en el ámbito de las artes visuales se sucedían exposiciones y encuentros con relevantes artistas de Norteamérica.

Como comentábamos en artículo reciente, se producía la primera exposición de un fotógrafo de ese país en nuestro Museo Nacional de Bellas Artes, Momentos de la Condición Humana  de Peter Turnley, hallábamos en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), a uno de los grandes de la arquitectura mundial del pasado siglo XX, Frank Gehry, y por último y más recientemente, entre el pasado 8 y 13 de marzo,  el  famoso artista estadounidense Frank Stella, uno de los más reconocidos en la historia del arte contemporáneo, dialogaba con los artistas cubanos y también con los estudiantes en la Academia San Alejandro.

Por cierto que la tarde en que Stella impartió una presentación sobre su obra en  el teatro del edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, aquel estuvo totalmente repleto, apenas quedaba espacio, incluso en los escalones para el público, la mayoría integrado por estudiantes de arte, especialistas, y sobre todo artistas plásticos cubanos.

Indudablemente cada encuentro con estas grandes personalidades del arte del siglo XX, en el caso que nos ocupa, de Estados Unidos, es agradecido por los cubanos, máxime por quienes dedicamos nuestra labor a esa esfera de la cultura.

Durante varias décadas la posibilidad de encuentro próximo con obras y creadores de ese prestigio no era una opción posible, excepto en el período de las bienales, que se iniciaron a partir de 1984 y que nos posibilitaban intercambios con el arte internacional, y por tanto también entre la Isla y Estados Unidos. De entonces acá, en esos eventos, hemos recibido obras, artistas y público, con un por ciento elevado de especialistas de Estados Unidos, en el principal evento de las artes visuales en Cuba.

De manera inversa, también los artistas cubanos dieron a conocer sus obras al mundo en un evento con tales dimensiones y aristas, y en esos años ochenta comenzó un interés que se ha ido acrecentando hasta la XII Bienal, por parte de coleccionistas de todas partes, incluyendo, substancialmente, a los estadounidenses.

Otro desempeño ha sido el de la Fundación Ludwig de Cuba, que desde su aparición el 18 de agosto de 1994, ha dado a conocer y contribuido a la comercialización de la obra de artistas cubanos fuera de la Isla y con en el ámbito de los expertos de Estados Unidos.

Mas para muchos es imposible olvidar cómo, durante décadas, y también como resultado del aislamiento provocado por el bloqueo, únicamente era posible disfrutar de las obras de artistas estadounidenses a través de reproducciones impresas en publicaciones que, por lo general, estaban desactualizadas, sobre todo en la etapa anterior a los noventas, cuando aún no se había introducido plenamente la tecnología digital en Cuba, como sucedió en el segundo lustro de la última década del siglo XX.

Desde el punto de vista histórico y antes de 1959, tampoco puede decirse que hubiese una tendencia creciente de intercambio entre los artistas de ambas orillas entonces. Un hecho trascendente fue cuando en 1944 tuvo lugar una exposición significativa, la primera de artistas cubanos en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York, organizada por Alfred H. Barr, Jr con la participación del curador cubano José Gómez Sicre, titulada Pintores Modernos Cubanos que exhibía a trece cubanos que creaban desde la Isla.

A mediados de siglo, no era inusual que los artistas cubanos viajaran a estudiar diseño o arte al país del Norte, pero no era un intercambio extendido“…Periodistas, críticos de arte, directores de galerías o coleccionistas, sobre todo si eran americanos, constituían una visita poco usual en esta ciudad llena de sexo, turismo y casinos…” —testimonia el pintor y diseñador cubano Raúl Martínez, en un pasaje que es ilustrativo respecto al asunto, en su autobiografía. (1)

La década siguiente, los cincuenta, denota el influjo de la tendencia artística informalista en Norteamérica en los artistas cubanos. Surgió entonces el Grupo Los  Once de abstractos cubanos que readecuaron ese ismo artístico a la modernidad insular, y a sus personales modos de creación.

Un hecho llamativo es que se inaugura el Centro de Estudios Cubanos en 1972 en  Estados Unidos, según fuente autorizada, que organizó el primer encuentro de especialistas de aquel país y Cuba. (2)

Aún no era nada usual viajar a Estados Unidos, pero en 1981, los artistas Nelson Domínguez y Eduardo Roca, Choco, viajaron invitados por el Centro de Estudios Cubanos en Nueva York y el Centro de la Misión Cultural en San Francisco, California, en lo que pudiera considerarse de las primeras visitas de plásticos cubanos después de 1959.

En otra dimensión, y en una etapa posterior de esa década, se producirá la emigración de artistas cubanos hacia México y los Estados Unidos.

A mediados de la década del noventa, pese a las restricciones del gobierno de Estados Unidos, se hace más intenso el intercambio, en  especial de músicos cubanos que viajan al país del norte.

Por otra parte, continuaban las históricas limitaciones respecto a viajar a Cuba, algo que debió incidir notablemente en el desconocimiento sobre el arte de nuestra isla allí. Y también las restricciones para recibir publicaciones científicas aquí. Un analista, Robin Moore, precisaba cuán complicadas eran las vías para que se invitaran a artistas cubanos a Estados Unidos. (3)

Desde entonces los contactos se han ido acrecentando y desde Cuba se ha colaborado para construir, con persistencia, lazos de intercambio en la esfera de las artes visuales. 

Entre esos contactos construidos desde las instituciones cubanas, algunos han sido particularmente emotivos. A inicios de este siglo, en el 2004, la muestra Cita con ángeles en el Memorial José Martí, mostraba la obra de artistas cubanos que partieron de las fotografías que tomara el fotorreportero Richard Falco el fatídico 11 de Septiembre del 2001, llevadas a la litografía por el grabador Gunars Prande de la Escuela de Artes Visuales de Nueva York.  El imaginario de los artistas cubanos se inspiraba en esa obra y era un llamado a sensibilizarnos ante el horrendo acto que segó la vida de inocentes ciudadanos de Estados Unidos. Exposición replicada después en el 2009  en ese país por 42 artistas cubanos en una relación que unió al Taller de Gráfica de La Habana y a la Escuela de Artes Visuales de Nueva York.

Otro esfuerzo modesto mas significativo que debe mencionarse, fueron las sucesivas ediciones de Compartiendo sueños que, desde el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, unió a partir del  2004 a diseñadores cubanos y estadounidenses, a través del Instituto Americano de Artes Gráficas durante cinco años.

Nuevos acontecimientos en este sentido fueron las exposiciones en el 2005 de la escultora franco-norteamericana Louise Bourgeois (2005) y al siguiente año, la muestra personal Sagrado y Profano, de una de las estrellas transgresoras del arte neoyorquino de los sesenta y ochenta, el fotógrafo Robert Mapplethorpe en la Fototeca de Cuba.

Un suceso cultural  durante la X Bienal de La Habana, en abril del 2009 fue el arribo al Museo de Arte Universal de Bellas Artes, de la exposición Chelsea visita La Habana. En un artículo publicado en aquel momento, me referí a su importancia respecto a la relación histórico-artística entre Cuba y Estados Unidos que databa incluso de la época colonial.

Artistas afroamericanos y Abstracción se exhibió en el Museo de Arte Universal  en el 2014 y debe mencionarse por el intercambio, y más que por su aporte artístico, porque trajo a un grupo de artistas, músicos e intelectuales de Estados Unidos, en un interés común por explorar la cultura de la diáspora africana en el norte y también en Cuba.

Durante la XII Bienal de La Habana del pasado 2015 nuestra Universidad de las Artes otorgó el título Honoris Causa, entre otros artistas, al estadounidense Joseph Kosuth, paradigma del arte conceptual para el arte. Ese año pudimos apreciar 96 obras del Museo de Arte del Bronx en el edificio del Museo de Arte Universal.

A diferencia de aquella otrora etapa que mencioné en los setentas y ochentas, en que los cubanos apreciábamos las obras de segunda mano, y solo por reproducciones impresas, ahora pudimos vívidamente ver a artistas de primera línea ante nosotros. Ruido salvaje  constituyó una vía de intercambio de artistas, ya que Bellas Artes de Cuba podría llevar en este 2016 una colección de artistas cubanos a Nueva York, algo que posibilitará que se conozca aún más del arte producido en la Isla  en el periodo menos conocido en ese país, de las dos décadas que abarcan desde los sesenta y hasta los ochenta.

El contexto actual, sin embargo, nos orienta ante expectativas más intensas todavía si seguimos minuto a minuto el acontecer global. Por estos días, incluso, se habla en los medios de que el tema Cuba aflora como un epicentro de atención, entre tantas noticias que acontecen en  las complejísimas y heterogéneas circunstancias internacionales.

La comunidad artística cubana y también el mercado del arte, que apenas he mencionado aquí, porque implicaría otro examen, han delineado un proceso coherente, que se ha visto sujeto a condiciones externas durante etapas.

Incluso, no puede olvidarse cómo en Occidente se produjo un alza para comprar y promover un arte crítico cuando se produjo el derrumbe del socialismo de los países del Este.

El arte cubano ha estado signado asimismo por el propio contexto de donde ha emanado. Sin simplificaciones ni estereotipos, ha delineado una continuidad histórica, en la que nuestros artistas no han dejado de complejizar referencias en un único tejido socio-histórico, existencial y artístico.

Nuevas expectativas deberán abrirse como futuras realidades entre ambas culturas. Ante estas y las circunstancias en general, los artistas cubanos se desplazarán con sus imaginarios y sus aportes, y ante su desarrollo deberá la crítica e historia del arte abordar otros y próximos retos.

 

 

Notas

(1) Raúl Martínez: Confesiones de Raúl Martínez. Yo Publio. Artecubano Ediciones, Consejo Nacional de las Artes Plásticas, 2007, p. 318.

(2) Véase el  ensayo de Sheryl Lutjensy  “Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores. Revista Temas Disponible en: <http://temas.cult.cu>.

(3) Caso citado en Sheryl Lutjensy. Ob.cit.


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