En el aniversario de un gran escritor


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   Foto: Osvaldo Salas, 1960

                                                                                                                                   “No hay amigo tan leal como un libro”

                                                                                                                                                                      Ernest Hemingway

 

Pocos escritores extranjeros han tenido una presencia tan grande en la sensibilidad y el reconocimiento nacional como el novelista norteamericano Ernest Miller Hemingway. Realmente, muchos lo han considerado como un cubano por adopción, más por aclamación o reclamo popular no cuantificable, pero sí considerable, que por una elección suya. Como bien ha señalado el investigador y profesor Mario Masvidal, muchos cubanos tenemos nuestro “Hemingway personal”, no tanto por su relevancia en las letras universales como fruto del mito y las leyendas de su permanencia en la Isla.

Nacido el 21 de julio de 1899, en Oak Park, Illinois, tuvo su primer encuentro con Cuba en 1928, siendo entonces un joven lleno de ambiciones, con algunos textos iniciales redactados y con el gran sueño de convertirse en un escritor y periodista de éxito, el que haría realidad a lo largo de su vida.

Sus primeras visitas a la Isla fueron en plan turístico, sobre todo por su pasión a la pesca de altura, y acompañado de amigos con los que daba rienda suelta a otras de sus pasiones, el alcohol y la fiesta. En La Habana rápidamente hizo amistades, más bien entre norteamericanos residentes en Cuba que entre cubanos. De estos, sobresalen el pintor Antonio Gattorno y Mayito Menocal, quien era amante de la pesca, la caza mayor y era rico y fiestero, toda una serie de cualidades que lo aproximaron a Hemingway. Realmente no fueron muchos los cubanos que intimaron con el novelista pescador, quizá con la excepción, entre sus sirvientes y colaboradores, de Gregorio Fuentes (aunque nacido en Islas Canarias), patrón del yate Pilar y René Villareal, que fue su valet (ayudante personal). Un amorío o relación sentimental con la bellísima mulata Leopoldina, frecuentadora del Bar La Floridita (ahora El Floridita), también puede considerarse como otra excepción; ella incluso sirvió de referencia para el personaje de Lil, la honesta, en la novela Islas en la corriente, de Hemingway.

Sin embargo, son muchos los testimonios de gente sencilla, en particular los pescadores de Cojímar, que recuerdan al norteamericano como una persona de trato amable y sencillo (Papa Hemingway) para con ellos. Igual pudiera decirse de los niños (también sus familiares) y jóvenes del equipo de pelota que el novelista norteamericano fundó con la muchachada de San Francisco de Paula. A su muerte, sería retribuido por el cariño de estas personas simples, con un busto financiado por una colecta, el que permanece desde entonces en una glorieta cerca del mar y del castillejo de Cojímar.

Hemingway dedicó mucho espacio a los temas cubanos en sus libros, lo que habla de la significación de Cuba en su capacidad creativa. En sentido recíproco, la literatura cubana le dedicó y le dedica mucha atención y páginas a Hemingway. Escritores como Leonardo Padura, Lisandro Otero, Ciro Bianchi, Mary Cruz, Norberto Fuentes, Guillermo Cabrera Infante, Romualdo Santos, Miryorly García y Enrique Cirules, entre otros.

No menos ha sido así su presencia en el audiovisual cubano, pues el cine y los documentales han perseguido la estancia cubana de Hemingway tanto como la literatura. La muy aplaudida, por crítica y público, película cubana Hello Hemingway (1990), de Fernando Pérez, es cabecera en esta materia. Ganadora del Premio Coral del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de ese año, esta película, que asocia al novelista con las batallas urbanas contra la dictadura de Fulgencio Batista, siguió cosechando laureles en distintas latitudes. En el excelente libro El mito Hemingway en el audiovisual cubano, de Ediciones ICAIC, 2011, se computan 42 materiales entre películas, documentales, adaptaciones a la televisión y otros, sobre este autor.

Ernest Hemingway se convirtió en uno de los escritores más importantes del siglo XX, su estilo sobrio y sus diálogos inconfundibles, además de las temáticas escogidas, básicamente trágicas, hicieron que sobresaliera, triunfara y creara un estilo que influyó en la literatura subsiguiente. Su cuento Los asesinos, es uno de los textos fundacionales de la novelística negra en los Estados Unidos. Igualmente, la novela Por quien doblan las campanas, es un clásico del amor y la guerra. Así mismo, El viejo y el mar, es una oda a la naturaleza indomeñable del hombre, a su tenacidad sin límites.

Por otra parte, su trabajo como periodista es también muy sobresaliente y sus crónicas de la Segunda Guerra Mundial, en la que participó como corresponsal, han sido reeditados decenas de veces como ejemplo de periodismo de guerra. Su participación, en el bando republicano, en la Guerra Civil española fue intensa. En la Primera Guerra Mundial había participado como enfermero y fue herido de gravedad. Estas vivencias de sus participaciones bélicas enriquecieron algunas de sus narraciones principales.

Con relación al triunfo de la Revolución Cubana, Hemingway fue solidario y lo hizo público en algunas declaraciones a la prensa. En mayo de 1960 conoció personalmente a Fidel Castro en un torneo internacional de pesca. De ese encuentro entre las dos célebres personalidades hay muchas imágenes, pero han sido icónicas las del fotógrafo Osvaldo Salas.

En la literatura universal, la obra de Hemingway se instaló en la categoría de clásico, no solo por haber ganado el Premio Nobel de literatura en 1954 (el año anterior había ganado el Pulitzer), sino por la amplia demanda de lectura en el mundo entero, no solo en el angloparlante, las incontables reediciones de sus libros y por la enorme cantidad de estudios e investigaciones que genera continuamente por las diferentes academias del orbe. La obra de este autor es una suerte de micro universo dentro del universo de la literatura universal.

Se suicidó con arma de fuego el 2 de julio de 1961, a solo pocos días de cumplir los sesenta y dos años de edad y solo cinco días después de egresar de una clínica en Minnesota donde había recibido tratamiento.


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