Ernesto Lecuona para siempre, en el arte magistral de Nelson Camacho


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Algunos le consideran “el segundo Lecuona” luego de escucharlo interpretar las hermosísimas composiciones del afamado pianista desde hace décadas. Mucha fuerza en ocasiones, al igual que extrema delicadeza y suave cadencia en otras se le escuchan en cada interpretación impregnada de gran conmoción. ¿Será Lecuona quien, sentado a su lado, le guía en cada nota? ¿O será Esther Borja, aquella Damisela encantadora, hilvanando cada una de ellas gracias a su inigualable voz? Es un misterio el que rodea a este talento de la pianística cubana conocido como Nelson Camacho, un artista favorecido no sólo por la siempre presente invisibilidad de aquellas dos figuras que han enriquecido y enriquecen sus interpretaciones en el teclado, sino también y de manera muy especial, por saber recrear con su virtuosismo y espiritualidad la genuina música cubana de concierto. ¡Gracias, Maestro!

INICIOS, DESARROLLO Y MADURACIÓN DE UN PIANISTA

“Desde muy temprana edad tuve interés por la música y, en específico, por el piano; estudios que inicio cuando tenía once años de edad pues con anterioridad mi padre estaba opuesto a que estudiase el arte de la pianística al exponerse la idea prejuiciada de la sociedad de antaño de que estaba destinado tan sólo a mujeres. Sin embargo, por lo general y durante todas las épocas, los más grandes ejecutores han sido hombres y esto no es machismo; es que este instrumento requiere una fuerza y energía bastante intensa.

“Inicié mis estudios en la ciudad de Santa Clara en el Conservatorio Falcón, con la profesora Zoila Benítez, hasta trasladarme a La Habana para continuarlos con el maestro César Pérez Centenar, considerado como la máxima institución pianística de este país en aquellos tiempos, y quien cursó estudios en relevantes conservatorios franceses y españoles –estudió con el compositor hispano Manuel de Falla--, además de ser un hombre poseedor de una vasta cultura.  

“Gracias a mi primo, el reconocido político y escritor Juan Marinello Vidaurreta, establezco relación con Centenar, y fue con aquel virtuoso que encamino mis primeros pasos en los estudios y aprendizaje técnico de este difícil y a la vez maravilloso instrumento, durante casi nueve años, hasta su fallecimiento.

“En mi caso, en aquellos tiempos tenía una idea muy absurda pues pensaba que los pianistas concertistas debían y tenían que recibir y tener tan sólo conocimientos de los grandes clásicos y, por tanto, dedicarse a ese repertorio en específico.

“Mas, debo confesar algo: siempre muy internamente sentí y tuve el bichito de llegar a ser intérprete de la música cubana de concierto, --bastante menospreciada en aquellos momentos--. Incluso, algunos consideraban y calificaban como música menor toda aquella referida a autores como Ignacio Cervantes, Ernesto Lecuona, Sánchez de Fuentes…Y la mayor, pertenecía a autores como Beethoven, Chopin…Por supuesto, ninguno concebía que todos aquellos autores clásicos bebieron y asimilaron todo lo relacionado con la música popular. Recordemos que las Polonesas de Frederick Chopin no son otra cosa que danzas populares polacas o mazurcas, pero tratadas de forma muy especial por un concertista bien renombrado técnicamente.

“Igualmente sucede con autores cubanos como Cervantes y Lecuona quienes eran músicos de formación altamente académica pero a su vez enraizados en lo popular.

“Fue así cómo surge mi gusto musical por Lecuona, y es cuando hacia la década de los sesenta del pasado siglo decido dedicarme por entero a interpretar sus composiciones musicales. Con su música intuía mi sentir, mi temperamento, mi racionalidad. “Rememoro que mi maestro Centenar me decía que yo podía interpretar a autores como Rajmáninov, Liszt, Chopin…por mi fuerza lírica pero “ese interés que tienes hacia la música cubana me llama bastante la atención. Es algo inusual. Y todo ello es algo que se hereda, o se contamina. Un pianista, casi siempre, bebe en la fuente de los clásicos (mi caso) y, sin embargo, tú sientes inclinación hacia algo distinto, incluso mal visto por los demás. Estimo que eres el único de los pianistas de este país que, en estos momentos, puede llegar a desarrollar una carrera sobre esta base. Estoy consciente que te va a costar muchísimo trabajo, producto del sinnúmero de detractores con los que tendrás que enfrentarte”, me expresaba y, al mismo tiempo, presentía” (1).

“Hubo otros maestros que también tocaban música de Lecuona al igual que de autores clásicos, como es el caso del maestro Huberal Herrera. Pero en mi caso, yo abandoné por entero el estilo clásico para interpretar solamente a Lecuona. Esto parece que tiene que ver también con mi signo zodiacal: soy Tauro, persistente, sumamente persistente.

“Subrayo que en todo este largo proceso artístico y personal tuve la ayuda de algunas personas, entre ellas de mis primos Juan Marinello y Pepilla Vidaurreta, quienes me alentaron muchísimo; al igual, por supuesto --¡y cómo no evocarlas!--, de las heroínas revolucionarias Haydée Santamaría, de Celia Sánchez y, de la inolvidable cantante y amiga Esther Borja. Esta última, principal intérprete de la música de Lecuona, y con quien trabajé durante los últimos quince años de su carrera.

“Acompañé a Esther como pianista en un gran grupo de conciertos dentro y fuera de nuestro país y en el gustado programa televisivo Álbum de Cuba.

“En 1972 y, junto a ella y la orquesta de música sinfónica de Villa Clara, logré organizar en la ciudad de Santa Clara, mi ciudad natal, un grupo de conciertos in memoriam dedicados a la música de Lecuona. En ese momento es que reestreno en Cuba país su conocida Rapsodia Negra para piano y orquesta, la que no se escuchaba desde la década del cuarenta.

“En aquellos conciertos estuvieron presentes no sólo Esther, sino también otros cantantes tenores, sopranos y mezzosopranos, como Gladys Puig, Ramón Calzadilla, Armando Pico…Realmente fue así cómo inicio durante algún tiempo mi trabajo junto a Esther Borja quien decide al mismo tiempo, que no sólo fuese su pianista-acompañante, sino también trabajase como solista. En pocas palabras, me otorgó el lugar que realmente merecía como profesional.

“Mi primer concierto junto a Esther tuvo lugar, con un éxito espectacular, durante la conmemoración de un 26 de julio en el Museo Nacional de Bellas Artes. Poco tiempo después se llevó a cabo otro con motivo de las cuatro décadas de su vida artística en el Teatro Amadeo Roldán. Todo esto, independientemente a mi participación en el programa televisivo Álbum de Cuba.

“A Esther Borja le estoy y estaré eternamente agradecido. Ambos nos complementamos artísticamente desde el punto de vista de experiencia (ella) y juventud (yo). Viajamos por toda la Isla –actuamos hasta en el lejano Caney de las Mercedes--, en las casas de la cultura provinciales, teatros, televisión…Una labor verdaderamente intensa. Igualmente, yo hacía mis giras como solista.

“Una noche de concierto y ante una enorme multitud que la escuchaba reunida en el Palacio de los Capitanes Generales, ella me expresó su decisión de no continuar cantando y que aquella sería su última actuación, pues “desconozco hasta cuándo tendré voz y no quisiera perderla en un escenario… Algo me dice que debo parar”. Jamás olvido que esa noche interpretó casi todo el repertorio de Lecuona, en especial su Damisela encantadora y, tras hacerlo, anunció a todos su decisión. La noticia produjo conmoción en todos los asistentes quienes, puestos de pie aquella noche, no paraban de aplaudirla y, muchos, hasta con lágrimas en los ojos.

“¿Le puedo confesar algo, periodista? Este es el motivo por el cual todas mis presentaciones interpretadas en el piano las concluyo con esa bellísima pieza musical. Y, al mismo tiempo, no la acompaño en el piano a nadie más. Fue siempre a Esther”.

¿Por qué Lecuona en su vida artística y hasta personal?

“Diría que es algo espiritual, metafísico. Muy jovencito aún pude ver a Lecuona en televisión en una o dos oportunidades –recuerde que aparecía en algunos programas, como era el caso de Viernes de Gala. ¿Qué me ocurrió? En la época en que cursaba estudios secundarios en mi ciudad natal los realizaba a la par que los de piano. En aquel entonces, década de los sesenta del pasado siglo, existía el buen tino de enseñar música en esos niveles de enseñanza, por lo que todos aquellos estudiantes que gustaban de ella, disfrutaban de las clases de un buen número de profesores seleccionados para impartir dicha materia. Uno de ellos fue la profesora Cristina Jiménez, quien me propone dedicarme a tocar la obra de Lecuona porque “se ajusta muy bien a tu temperamento, a tu sonido, como estudiante también de piano”. Jamás olvido que mi respuesta fue dirigida a mi gusto hacia los grandes músicos, a los clásicos. En otra ocasión, igual profesora me reitera iniciarme en la obra de Lecuona, a lo cual me negué nuevamente.

“Sin embargo, y para mí un día memorable, el domingo 29 de noviembre de 1963, durante el programa televisivo Álbum de Cuba, aparece Esther Borja en cámaras e informa acerca del fallecimiento de Lecuona en Santa Cruz de Tenerife, España. En aquel momento ella no pudo continuar conduciendo ni cantando producto de la emoción, y fue entonces el inolvidable declamador y artista de la poesía cubana y antillana Luis Carbonell quien le sustituye como presentador. Ese día me hallaba en casa de mi abuela quien cada domingo era asidua tele-espectadora del Álbum… Ella se emocionó muchísimo al igual que yo que me eché a llorar sintiendo la muerte de una persona a quien no conocía pero que, sin lugar a dudas, dejaba para la posteridad grandiosas interpretaciones musicales.

“Me ocurrió algo que jamás he podido explicarme, y es que a partir de ese hecho, decido acceder al consejo de mi profesora Cristina y comenzar a interpretar la música de Lecuona.

“Con el tiempo algunos afirman que me parezco mucho a Lecuona cuando toco. A tal punto, que la presentadora de un programa televisivo –en aquella época en vivo y no recuerdo si fue algunas de las insustituibles Consuelo Vidal o Dinorah del Real--, llegó a afirmar que era el segundo Ernesto Lecuona. A lo cual respondí:

“¡No, yo soy el primer Nelson Camacho!!” Sinceramente considero que no es así, pues siempre he tratado y trato de no imitarlo. Si mi sonido o temperamento provoca el que recuerde la forma de su tonada pianística, sería algo natural, algo que nace dentro de mí. Mas, nunca querer ni aspirar a poder imitarlo. La persona es ella misma.

“Así inicié mi bregar dentro de este mundo tan difícil junto a la cubanísima música de Ernesto Lecuona. Pronto cumpliré 56 años de vida artística”.

¿Cómo llega Monseigneur?

Tocar en el restaurant Monseigneur ubicado frente al magnífico Hotel Nacional, llega a mí gracias a la Heroína de la Sierra y del Llano Celia Sánchez Manduley, una mujer muy culta e inteligente, quien siempre estuvo muy atenta al trabajo de Esther. “En una ocasión, ella le expresa su preocupación a René Pacheco Silva, jefe de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, que ese restaurante de reconocido nivel internacional –y copia del Monseigneur de París de los años cincuenta--,  había decaído mucho tras la muerte de otro espectacular artista cubano: el cantante, declamador y pianista Ignacio Villa, o como todos le conocían: Bola de Nieve. Fue entonces que me proponen como pianista de ese lugar.

“Inicialmente no me satisfizo la idea, pues nunca había trabajado en restaurantes pero mi esposa fue quien me llegó a convencer (¡mujer al fin!). Argumentaba que “Bola fue sensacional en ese lugar gracias a sus interpretaciones que los comensales siempre escuchaban, y a ser una figura de infinita magnitud artística”.

“Tenía 18 años de edad cuando le conocí, al igual que a la cubanísima intérprete María Cervantes (hija de Ignacio Cervantes), a través de un excelente artista de la pianística, el maestro Frank Emilio, quien era ciego, y tocaba en el restaurante La Roca, en El Vedado.

“En este momento imagino a Bola como alguien muy especial, un verdadero producto profesional de Lecuona. Así, y luego de la presentación realizada por Frank Emilio para que me escuchase en el piano, lo primero que dijo fue: “Lecuona es muy difícil de interpretar…” Acto seguido, me senté ante su piano –el que aún permanece y toco en el Monseigneur--, e interpreté dos o tres piezas de Lecuona…Tras escucharlas le afirmó a Frank: Este joven sí sabe tocar a Lecuona…”.

¿Cuándo inicia su trabajo en ese exclusivo lugar?

Comencé en Monseigneur el 14 de febrero de 1988 y me considero un continuador de la línea de trabajo de Ignacio Villa, aunque no sepa cantar, y aunque soy del criterio que los artistas sobresalientes son insustituibles. En fin, ya arribé a los 31 años de trabajo…

Allí se ha vendido mi disco del sello Colibrí dedicado al Centenario de Bola de Nieve, el 11 de septiembre del 2011. En la leyenda de ese disco escribí: ¿Quién me iba a decir que en aquella noche de 1968, veinte años después, en 1988, iba a continuar el trabajo de Bola de Nieve e iba a ser su anfitrión en el restaurante Monseigneur?

“A la grabación de ese disco le acompañan también los eternamente indispensables Luis Carbonell y Carlos Ruiz de la Tejera.

“Durante la grabación, Luis dijo algo que me emocionó muchísimo: Nelson Camacho se merece Monseigneur y Monseigneur se lo merece, porque él ha salvado este lugar. Él en este lugar ha salvado la conservación y continuación de la inigualable música cubana.

“Sin embargo, ¿qué le faltaría a Monseigneur en estos momentos? Realmente, promoción. Una buena promoción, al igual que por su belleza interior y excelente servicio de gastronomía. Esta necesidad la he reclamado en muchas ocasiones al Ministerio de Cultura, a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac)…a varias instituciones culturales del país.

“Históricamente, con el restaurante Monseigneur ocurre algo sui géneris, y es que posee dos personalidades: una cultural y otra gastronómica. Desde sus inicios, en la década de los cincuenta del pasado siglo, fue inaugurado (1953) con la participación de la orquesta de cuerdas del Monseigneur de París; luego, fueron contratados los fabulosos Violines de Pego y así fueron pasando varios grupos de intérpretes, hasta contar con la presencia de Bola de Nieve, quien le brindó un toque muy especial al lugar.

“Siempre he afirmado que él era alguien genial, no obstante su ausencia de voz o de tampoco ser un gran pianista, y hasta de ser negro --si tenemos en cuenta los prejuicios de aquella época—pero indiscutiblemente que fue un verdadero talento al ser capaz de atraer con su estilo exclusivísimo a un público de nivel alto.

“Desafortunadamente, luego de su fallecimiento y los años transcurridos, ahora es cuando mucha gente ha comprendido el arte excepcional de Ignacio Villa, de Bola de Nieve”.

¿Algún otro disco en preparación?

“En fecha reciente durante la realización de un concierto en el Museo Nacional de Bellas Artes, fue presentado mi nuevo disco titulado Por siempre Lecuona, el que incluye composiciones bastante conocidas como: Noche azul, Siempre en mi corazón, Damisela encantadora, La comparsa, El vals crisantemo, María La O, Palomita blanca, Se fue...

“En este último disco existe algo muy especial y es que incluimos como un bonus track (especie de regalo), la grabación original realizada en vinilo en 1982 de la Rapsodia negra…in situ, en pleno concierto. Esa, por supuesto, posee otra técnica, otro piano, otra sonoridad y suena preciosa. Esta fue la única manera que se halló para que no se perdiese.

“Haciendo un poco de historia el arreglo de la versión original de La Rapsodia negra fue realizada por un norteamericano, y a Lecuona nunca le satisfizo pues él la preparó basado en la obra afrocubana El Cafetal. Por tanto, los arreglos del norteamericano nunca le convencieron, pertenecían a otra mentalidad.

“Es por ello que, en 1982, decidí grabar dicha composición con la Orquesta Sinfónica de Camagüey, en los Estudios Areíto, de Santiago de Cuba, bajo la dirección del maestro Jorge Luis Betancourt. Con esa versión más contemporánea se le otorga un mayor lucimiento al piano como lo hubiese querido Lecuona en otra época, según testimonio del  maestro Rafael Ortega. En ella están presentes los tambores batá, entre otros instrumentos de percusión afrocubana.

“Durante éste, mi más reciente concierto efectuado el pasado 30 de noviembre, también fueron presentados los tres últimos discos o grabaciones (en formato digital actualmente), que realizase junto a Esther Borja en 1975. Con esta actuación también se rindió tributo al deceso de Lecuona ocurrido un 29 de noviembre, hace 56 años.

“Honestamente, Por siempre Lecuona es distinto al que siempre he concebido sobre esta eterna figura de nuestra cultura nacional. Aspiro a realizar otro partiendo de sus fabulosas danzas, de sus obras españolas, de sus conciertos…Llevarlo a vías de hecho, simplemente, para recrear los oídos, para que se escuchen y conozcan mejor sus composiciones tan perfectas y maravillosas”.

Las actuaciones de Néstor Camacho han sido disfrutadas por públicos de…

“…la desaparecida Unión Soviética, Bulgaria, Hungría, Grecia, Venezuela, Colombia, Estados Unidos, Jamaica, México…En este último país hermano impartí un curso sobre la pianística de Lecuona”.

Luego de Lecuona, ¿cuál es su autor preferido?

“Me gusta muchísimo la música de Cervantes y la de Sánchez de Fuentes; de los contemporáneos existen obras muy bonitas, muy audibles y sinceras realizadas por Frank Fernández, José María Vitier, Guido López Gavilán…En el caso de Chucho Valdés reconozco y admiro su grandeza dentro del género del jazz, y es así cómo ha sido evaluado por los grandes jazzistas del mundo, y la prueba la tenemos en sus Premios Grammy.

“Antes de continuar sí debo confesar algo, y es que he estado y estaré siempre contra todas aquellas letras de partituras que degradan nuestro idioma, nuestra cubanidad e, incluso, que degradan a la mujer cubana. Esto lo considero un monumento a la incultura, a la ignorancia, al mal gusto… No podemos soslayar esta situación de vulgaridad e imitación de lo peor que nos viene del exterior; nuestra juventud debe y tiene que beber, aprender, de lo mejor y más auténtico de la música cubana; de la maravillosa música cubana conformada por insignes creadores e intérpretes que le ha dado exitosamente la vuelta al mundo durante décadas y hasta siglos”.

¿Algún otro proyecto inmediato?

“Uno de los proyectos que me faltaba por hacer era este disco dedicado a Ernesto Lecuona. Es posible que en otro momento pudiera hacer otro con su repertorio pero, sinceramente, me considero un hombre realizado. He hecho lo que he podido y hasta donde he podido; he sido leal a mí mismo, a mi país. Incluso, he tenido grandes oportunidades de haber sido contratado fuera de Cuba pero, ante todo, soy cubano y con una increíble nostalgia por este país y por mi familia siempre que he salido al extranjero. Asimismo, siempre he antepuesto mi familia al arte que todo te exige. En tal sentido, estimo que no he llegado mucho más allá a lo que hubiese aspirado, o a lo que muchos me vaticinaban y hasta me vaticinan, porque no estoy dispuesto a pagar ese precio.

“Como creyente católico me falta por hacer lo que dios me permita hacer, lo que mis santos me permitan hacer. Hasta la fecha me siento muy conforme con lo que he hecho, a pesar de que siempre habrá algo a lo que se aspira, pero esto solamente lo podrá decir la propia vida”.

NOTA:

  1. En este aspecto, el entrevistado menciona las incomprensiones de diversos tipos existentes en aquel período en relación con la figura de Lecuona mas, ninguna de ellas capaces de minimizar o de aplastar sus altísimos valores artísticos como compositor y pianista dentro y fuera de Cuba durante muchos años. Una indiscutible personalidad de la pianística a nivel internacional.

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