Factoría Habana, en convergencias e intersecciones


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Fotos: Ariel Cecilio Lemus.

La Galería Factoría Habana fue parte de la XIII Bienal de La Habana y se inserta en las actividades culturales programadas para este verano. Desde mayo este espacio ofrece al público la exposición Intersecciones, la cual constituye la última etapa del work in progress curatorial ‘In itínere’ iniciado a mediados del 2018 con la muestra Convergencias Gonzalo Córdoba/Luis Ramírez… y continuado con Divergencias, de Rafael Villares.

En la primera planta de Factoría Habana convergen las butacas Guamá de Gonzalo Córdoba y dos piezas de la serie Rodo de Luis Ramírez, expresión fehaciente de cómo estos dos artistas vuelcan su trabajo hacia la cultura popular, la artesanía y la utilización de materiales autóctonos en el diseño de mobiliario y de producto, para trasmitir la cultura cubana de la que forman parte.

Coexisten en el espacio obras antológicas del arte cubano de los años noventa como País Deseado (1994) de Antonio E. Fernández (Tonel), discurso contextual del consumismo, el kitsch y lo popular en Cuba; además se hace alusión a la isla como motivo geográfico y como punto de reflexión en La ausencia (2011) y Terapia (2019), ambas de Yoan Capote.

Sobre País Deseado, Concha Fontenla, directora de Factoría Habana y curadora de la exposición refirió: “Se muestra la cultura popular, la artesanía de nivel más básico, esos objetos, esas piezas de yesos coloreadas que adornaron las casas cubanas a finales de los 80 y los 90, por una necesidad de exotismo, de poner alegría y un poco de color a las viviendas. Tonel usa muy sabiamente todo su conocimiento del país, en qué zona era más adecuada cada pieza, y a partir de ahí va construyendo un mapa con esta iconografía popular”.

Sobre la exposición, la curadora agregó que las piezas establecen entre sí una serie de intercepciones. Pese a que todas las obras son diferentes, tienen puntos de encuentro visuales y conceptuales. Ejemplo de ello es la de Fernando Rodríguez que de-construye la historia a través la manipulación de cien números de la revista Revolución y Cultura.

Complementan la primera planta diferentes propuestas individuales de Marco A. Castillo,Dagoberto Rodríguez y Alexandre Arrechea. Mientras, la obra de Rafael Villares Inmersión #2 y su valor conceptual, dialoga orgánicamente con el resto de las piezas.

Carlos Garaicoa en su obra sin título, alude a la memoria, a los edificios que están destruidos o que están en destrucción. En este caso, contó la directora, que se trata de una chocolatería abandonada en La Habana, a partir de dos vistas diferentes: una fotografía en blanco y negro en gran formato y la restructuración del edificio con hilos y alfileres.

Al decir de Fontenla, en esta primera planta de la exposición se han elegido proyectos y obras que proponen el aprendizaje continuo en el uso de materiales, el conocimiento del contexto, su entorno geográfico y todo aquello que esté al alcance del creador. “La selección de la planta baja estuvo totalmente condicionada para que convergieran lenguajes muy diferentes, que tuvieran un común denominador: el conceptualismo cubano”.

En la segunda planta dialogan el arte que llega desde otras aristas y lugares del hemisferio. “La colaboración en la producción de obras realizadas con la participación de las mismas comunidades que las habitan, potencian no sólo la recuperación y preservación de la memoria colectiva sino también la transmisión de las técnicas y conocimientos aplicados en su realización”, refirió la curadora.

En este sentido habló del trabajo de Lucila Aguilar que centra la serie Crece tu casa, parte también de la exposición, en la bio-construcción con bambú, tierra y paja. “Con la incorporación del bambú como principal material constructivo abundante, resistente y al alcance de la población, propone una vivienda social digna y sustentable, elemento catalizador de cambio e inspiración. Se trata, en todo momento, de recuperar la esencia de la arquitectura popular mexicana utilizando un modelo respetuoso con formas, texturas y colores tradicionales”.

En Intersecciones la artista mexicana propone una estructura de bambú cubano, compuesta de 6 cerchas de 4.20 de altura y 11 metros de largo. Boceta la edificación realizada para los dormitorios de los trabajadores de un proyecto agrícola en Chiapas, México. Se compromete con la sustentabilidad y el cuidado del medio ambiente, siguiendo estrategias de diseño bioclimático.

También expone en Factoría Habana, Amor Muñoz que incide con su obra en la relación arte-artesanía, integrando lenguajes digitales y manufactureros, conceptos arquitectónicos, memoria y lenguaje tradicional, en el desarrollo del proyecto Arquitecturas codificadas.

“En Diagramas de lo invisible, Gustavo Pérez Monzón entiende su trabajo como un gran telar donde, formas, materiales e ideas se entretejen: cruces, conexiones, tramas, frecuencias, capas superpuestas, recorridos y densidades remiten a procesos artesanales”, acotó Fontenla.

La curadora principal terminó reafirmando que en esta exposición —que se extenderá hasta el 30 de agosto— he querido atar cosas, pensar más en lo que nos une que en lo que nos separa; y así, tender puentes. “Es la primera vez que todos estos artistas se ven juntos en un mismo espacio y me parece muy significativo. Si buscamos esos puntos en común y no lo que nos diferencia, pues la vida sería un poquito más fácil”, concluyó.


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