Fidel: Uno de los artífices del ballet cubano


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Aunque confesaba que no sabía bailar, a Fidel Castro Ruz le gustaba la danza. De hecho, a lo largo de su vida siempre encontró tiempo para asistir a funciones del Ballet Nacional de Cuba, una compañía que, gracias en buena medida a su apoyo, se convirtió en singular embajadora de la Revolución en el extranjero.

Setenta años ha cumplido el ballet que fundaron Alicia, Fernando y Alberto Alonso. Casi seis décadas de ese itinerario han transcurrido después de la refundación que significó el triunfo de enero de 1959.

Alicia y Fernando lo contaron muchas veces: en los primeros meses de la gesta Fidel personalmente se reunió con ellos y les ofreció los recursos para consolidar al Ballet Nacional de Cuba, para convertirlo en una compañía de referencia internacional.

Parecía un sueño… o hasta una locura. Como tantas cosas en esos años míticos. Pero Fidel cumplió con creces lo que prometió.

Que Cuba, una pequeña nación del Caribe, pudiera contar con una agrupación que emulara con las grandes compañías del mundo (casi todas en Europa o en los Estados Unidos), no se le ocurrió a ningún gobernante anterior.

En este país había nacido una de las más grandes bailarinas del siglo XX, Alicia Alonso, que ya por esos años encabezaba elencos en los más importantes teatros. Quizás haya sido obra de la casualidad. Y de la perseverancia o el talento de unos pocos.

Pero para fundar un ballet no basta el talento (y se sabe que el cubano es un pueblo que danza, casi por naturaleza); hace falta también voluntad institucional.

Eso lo sabía Fidel. Gracias a él se concretaron las aspiraciones de los fundadores del ballet en Cuba.

Las relaciones de la compañía con la gesta libertaria nacional tenían larga data. Alicia fue acusada de comunista y el Gobierno de Batista le había retirado el escaso apoyo monetario a su compañía en 1956, después de que Alicia y Fernando se negaran a formar parte de su aparato propagandístico.

Todavía estaba fresco el recuerdo de la gran función de desagravio que le ofreció la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) a la gran bailarina en el Estadio Universitario.

Pero más que un agradecimiento por la historia compartida, el gesto de Fidel hacia el Ballet formaba parte de un nuevo proyecto de país, que privilegió el rol del arte en la defensa de la identidad y la libertad nacionales.

Porque la agrupación cultivaba lo mejor del legado universal de la danza, ¡pero era un ballet cubano! Nunca le dio la espalda al acto fundacional de su pueblo.

Y no solo el ballet. La Revolución naciente fundó en esos años otras dos compañías: Danza Nacional de Cuba (que después sería Danza Contemporánea de Cuba), y el Conjunto Folclórico Nacional. Y para garantizar la existencia de un entramado artístico estable, se creó la Escuela Nacional de Arte.

En medio de las complejidades de la vida política, económica y social de la nación, Fidel Castro nunca descuidó la atención a las escuelas formadoras de bailarines.

Por su empeño, ya a finales de los años 90 se abrió una nueva sede de la Escuela Nacional de Ballet, una edificación monumental que llama la atención de bailarines y maestros de todo el mundo. Y se instituyeron talleres vocacionales en los que participaron cientos de niños.

Fidel era un soñador. Creía que cada provincia podía contar con una compañía profesional de ballet… Y si no era posible, al menos que todos los que tuvieran las condiciones pudieran estudiar, vivieran donde vivieran.

Eso último, ahora mismo, no es un sueño. Algunos de nuestros mejores bailarines, de todas las expresiones de la danza, nacieron en pequeños pueblos, lejos de los tradicionales centros culturales. Muchas de las estrellas internacionales, que han causado admiración en todo el mundo, provienen de hogares muy humildes… y nadie les preguntó, a la hora de entrar en una escuela, cuánto podían pagar.

Bastó con la capacidad y el empeño.

Fidel Castro expresó muchas veces su gran orgullo por los logros inmensos del Ballet Nacional de Cuba, por los resultados de otras figuras… Le complacían sus encuentros con Alicia, a la que consideraba, con justicia, una de las más grandes artistas de todos los tiempos. La bailarina le correspondió siempre con un aprecio, una admiración y una fidelidad que no conoció nunca puntos muertos.

Sin Alicia, sin Alberto, sin Fernando, probablemente no habría ballet en Cuba. Pero sin el impulso de Fidel Castro Ruz (y esto lo han reconocido muchos) el ballet no sería lo que es hoy: patrimonio indiscutible de todo un pueblo.

Sobre Fidel ha dicho Alicia Alonso: “El pensamiento y la acción del Comandante en Jefe Fidel Castro supusieron un impulso especial a nuestro trabajo. Desde el primer momento, en 1959, decidió ofrecernos todas las facilidades para reorganizar y desarrollar la compañía, así como la escuela, el centro para formar a los bailarines. Mucho de lo que hemos conseguido los cubanos en el ballet, durante la etapa revolucionaria, tiene que ver con la sensibilidad de Fidel hacia la cultura, a su apoyo decidido a nuestros proyectos”.


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