Fidelio Ponce: el genial bohemio


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Apenas 54 años habían transcurrido desde su nacimiento en Camagüey, cuando el 19 de febrero de 1949 abandona este mundo vencido por el alcohol y la tuberculosis, Alfredo Ramón Jesús de la Paz Fuentes Pons, quien en plena juventud decidió transitar por los caminos del arte con el nombre de Fidelio Ponce de León, uno de los de mayor lustre dentro de la historia de la pintura cubana.

A ese momento insoslayable arribó luego de una vida bohemia, marcada por las enfermedades, penurias económicas y una soledad, nada difíciles de imaginar ante la tristeza que destilan sus cuadros, reveladores de un estilo totalmente inconfundible con esas alargadas figuras y un empleo limitado del color.

“Yo no puedo imitar, ni repetir. Yo necesito crear”, frase del artista que explica su paso breve por la Academia de Bellas Artes San Alejandro y sus aportes al nacimiento de la vanguardia pictórica cubana.

En 1934 expone en el XVII Salón de Bellas Artes y, un año más tarde, participa en la Exposición Nacional de Pintura y Escultura realizada en el habanero Colegio de Arquitectos, a la que siguieron otras en Cuba y en varias ciudades de los Estados Unidos, donde fue elogiado por la crítica.

Lienzos suyos, comprados entonces por un irrisorio precio, se encuentran dispersos en numerosas colecciones. El Museo Nacional de Bellas Artes guarda algunos de ellos, dentro de los cuales se encuentran los titulados Tuberculosis (1934) y Niños (1938), los que junto a Beatas (1934) integran la trilogía de sus clásicos.


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