Formas, hacer surgir significaciones nuevas


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                                                                                                                                                “…creo en lo que está vivo y cambia”

Treinta y cinco años después Danza-Teatro Retazos apuesta por expandir la distinción que, desde la segunda mitad de la década del ochenta del pasado siglo, su fundadora Isabel Bustos le otorgara. Ella, maestra excepcional para crear atmósferas escénicas en su visión de una danza emanada de las honduras más internas del ser humano, y de su capacidad transformadora a través de la acción del cuerpo en sus formas más diversas, permanece para hacer surgir significaciones nuevas. Y ahí, en el sutil abordaje de la danza como recreación imaginaria de sus formas más propias, inventar plurales escenarios para venir sobre los modos varios de asumir la creación coreográfica en sus contextos cambiantes.

Aparentaría que, en Formas del 2022, Danza-Teatro Retazos hace un viaje en retorno. Sí, como si regresáramos al tejido que el coreógrafo Miguel Azcue se ingeniara hace corto tiempo atrás (antes de la pandemia de la Covid-19) para volver a tejer y destejer su urdimbre fantasmal. Pero no. Hay en Formas, la anterior de 2018 y en esta que recién se re-estrena, la disposición de retornar a la escena como espacio de franquicias y de permanencias, de adeudos y utopías, de lapsos prudentes que, a modo de herramienta estratégica y eficaz, vincula memorias, conquistas, hitos, trayectorias, deducciones, continuidades y, también, sus derivables rupturas.

Todavía así, pudiera parecer que esta cuestión básica (el tratamiento de las formas), tan ingénita de los lenguajes expresivos de la danza, concuerda como algo donado, inherente y hasta incuestionable si de modos tradicionales de-ser-en-danza se tratara, o quizás como des-definición significativa de los móviles presenciales del cuerpo danzante. Formas, en/desde/por la danza que, en un sentido expandido, supone la recreación de “formas”; o sea, ordenes de sentido, objetivación o puesta en forma de significaciones. Siendo el cuerpo en sí mismo una forma y la práctica en acción de sus modos elocuentes, el medio por el cual, al mismo tiempo, este determinará signos, grafías, formas. Así pretenderá advertir cuál es la relación que se establece desde el proceso de aprendizaje de la danza hasta de ella como pieza coreográfica; aquella donde la facultad ponente de ideas y conceptos, figuras y volúmenes, voluntades y acción, se configuran en los encuentros generativos entre pensamiento y cuerpo como instancias de imaginerías.

Ante esta nueva Formas, coreógrafo y danzantes, nos permiten corroborar que pasados los primeros cinco siglos de promulgación de un lenguaje altamente codificado para “leer” la significación de las formas dancísticas, el fenómeno expresivo y la experiencia estética que de ellas se derivan, son capaces de auto devorar los signos y sus permanencias. De ahí, la escritura espectacular viene y va sobre las trayectorias que celebran los encuentros y desencuentros entre las personas como elementos vinculantes. Entre frases y secuencias coreográficas, se investiga sobre los mecanismos de transformación, de seducción y convencimiento para lograr concilios; en ese sentido, las dimensiones espaciales que maneja la coreografía, ceden para identificar patrones, atribuir significados y establecer relaciones entre los cuerpos próximos y distantes, unidos o bifurcados. Es también una abstracción sobre las dinámicas de grupo frente a la paradójica necesidad de libertad individual y pertenencia del individuo a una colectividad.

Aplaudo la oportunidad y compromiso de la creación que regresa sobre los pasos andados, para que sus noveles trazos, las formas renovadas de sus rasgos distintivos, develen nuevos matices y oportunos estados de cambio. Asumir el remontaje 2022 de Formas, pieza que con anterioridad ha circulado por escenarios cubanos y extranjeros con solvencia, es franco reto en el cumpleaños 35 de Retazos. Y aquí, la valía de esa visión que nos acerca al examen de la danza en unidades mínimas de su futuridad, lejos de ser condición de posibilidad de la obra en su presente inmediato, más bien, es un trabajo a posteriori sobre las coordenadas que ella suscita. La danza no es la sumatoria de pasos sino una modulación de la existencia, una manera de ser-en-el mundo. Es justamente sobre éste imaginario que puede ser planteada una distinción entre lo técnico, lo procesual de lo formal en la danza y de ella como unidad significante en sus formas cambiantes y asociativas, fuera del paso y la nomenclatura del vocabulario.

Formas sabe explicarlo muy bien, en el acabado articular de sus diseños espaciales, de iluminación, vestuario y uso transformativo del telón como objeto. Sabe contarlo desde la abstracción de los tejidos grises y sus rayas y cuadros, como si simulara el lindero del predio de lo escénico y la extensión infinita de su alcance metafórico. Lo que hace que su danza sea tan ajustada no son la suma de pasos ni siquiera la cualidad técnica ejecutante, sino, más bien, los procesos de ensamble -acentos, suspensiones, quietud, respiraciones, vacíos o espasmos-; la frame (“marco, estructura, armazón”) requerida, la conexión del danzante consigo mismo, aquello que nos afirma que la forma no es nunca, sino que es siendo. Con Formas, Miguel Azcue supone un orden/desorden constante, una organización que nunca empieza y nunca concluye, de ahí la finura sinuosa del camino, de las trayectorias y de la escritura espacial, extendida a lo sonoro y a lo global visual.

Con Formas, me dejo llevar por la traslación del sentido recto de un signo (contextual, danzario, cultural o circunstancial) a otro figurado, de una convención aparente a la “traición” de su fórmula común; cual metaforización alusiva me atrevería especular que, en estos treinta y cinco años, la forma se escurre a cada instante, se hace con el mundo que ella misma va generando.  Ella, la forma que se forma, se ve emplazada por los actos del cuerpo danzante, de los muchos cuerpos que bailan y por cada cuerpo en su singularidad.

Me gustaría invitar a buscar en el placer de la búsqueda misma, esos resortes que la puesta en escena de Formas, desde la sede de Danza-Teatro Retazos en Las Carolinas, en el mismo Centro Histórico de La Habana, nos movilizan hoy. Sí, mientras avistamos un mundo en creciente mutación, escapes, migraciones, muertes y zozobras, al punto de transformar el orden civilizatorio y las nociones del arte y la cultura; debe la danza, en sus formas y modos plurales de ser, apostar por el amor y perpetuidad de nuestra especie. Ahí está la clave para entender el privilegio que significa la escena como sitio de formas poéticas para hacer surgir significaciones nuevas. Basta validar aquello que “está vivo y cambia…”


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