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Héctor Echemendía: “Prefiero estar en el anonimato”


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Héctor Echemendía Ruiz de Villa

Experiencia y talento sobreviven, al mismo tiempo, en la personalidad de Héctor Echemendía Ruiz de Villa, un consagrado actor. Nació en la Avenida de los Mártires, provincia de Camagüey y casi todos los cubanos lo recuerdan por sus personajes en telenovelas y, sobre todo, el popular espacio de aventuras. Hermanos, Pasión y Prejuicio, entre otras producciones, hicieron de Echemendía un hombre sumamente conocido.

¿De qué manera un operador de una planta radial se convierte, de buenas a primeras, en actor? ¿Cómo ocurre esa “metamorfosis”?

Casi nadie conoce que el primer trabajo mío fue lo que se llamaba antes Operador de Equipos de Plantas Comerciales. ¿Pero que cómo empecé en el teatro? Bueno, te tengo que decir siempre una cosa: yo soy un caso atípico, me parece, porque casi un 95 por ciento de las personas que se dedican a alguna actividad artística, pues prácticamente siempre dicen que desde pequeños sintieron esa vocación. O que recitaban de chiquitos, o que participaban en obras de teatro, etcétera, etcétera.

Yo trabajaba en la emisora de radio. Te digo sinceramente que sí, admiraba a los actores, me gustaba ver televisión, pero nunca sentí la necesidad, o me imaginé en un escenario o frente a una cámara de televisión o de cine.

La cosa fue, bueno, al principio de la Revolución, cuando comienza aquel vigoroso movimiento de aficionados de todas las manifestaciones artísticas, fue un director a Camagüey y se estructuró el grupo de aficionados de Camagüey. Yo no me presenté a ese grupo, en lo absoluto; pero, bueno, da la casualidad de que a la novia mía en aquel entonces le gustaba muchísimo el teatro y enseguida se presentó al grupo, y empezó a actuar.

Salía de mi trabajo, la iba a recoger, esperaba ahí que se acabaran los ensayos, miraba los ensayos muy entretenidamente, pero nada más. Y entonces viene el primer Festival Nacional de Aficionados de Cuba, de todas las manifestaciones artísticas, y en Camagüey se empieza a montar un pequeño panfletico, una obra muy pequeña, Monte adentro. Y yo ahí, que venía a recoger a mi novia.

Entonces me dice su director: “No, me hace falta el papel de un sargento rebelde, y yo quiero que tú lo hagas.” Mi primera respuesta fue: “Pero, ¿cómo que yo? ¿Tú estás loco?” Y dijo: “No, no, no, pero si tú lo puedes hacer, tú verás que sí.” Y yo: “No, hombre, no.” Y en esa discusión, tanto insistió que empecé a ensayar la obrita, el pequeño papel dentro de aquel pequeño panfletico. Ya después no salí más.

Sí, se desarrolló ahí el “bichito”, como dicen muchos…

Sí, yo no sé de dónde salió, parece que estaba anestesiado.

Paralelo a las actividades en el teatro, ¿qué hacía para ganarse la vida?

Seguía trabajando en la emisora de radio. Después vino una cosa, que era como un estipendio que se les daba a los aficionados cuando tenían que ausentarse por motivos de su trabajo en el grupo, que dejaban de ganar, lógicamente. Entonces, para equilibrar su salario, se les daba un estipendio. Yo decía: mira, no puedo venir esta semana, o esta noche, y me pagaban ese estipendio a mí, me nivelaba ese salario.

Después, se “semi-profesionaliza” lo que era ya el Conjunto Dramático de Camagüey. Y después fue cuando se profesionalizó, que ya todo el mundo ganaba, ya se podía dedicar todo el mundo a la actuación, sin tener que depender de otro trabajo, de otro salario.

Sobre la popular aventura Hermanos…

La aventura se grabó un pequeño por ciento aquí en La Habana, el 97 por ciento en Camagüey. Macías me había dado un papel que tenía como 22 capítulos, y ya yo tenía mis libretos y me los estaba estudiando, los había marcado. Y entonces llegó a mi casa por la tarde, muy apenado y me dijo: “Mira, Echemendía, tengo un problema, yo te he dado un personaje que tiene una participación bastante larga, pero no he podido conseguir el actor -me mencionó tres o cuatro nombres de actores de aquí- para que me haga este personaje del padre de los hermanos Iznaga, que tiene seis capítulos nada más. Echemendía es importantísimo. Y yo quiero que usted lo haga.” Y le digo: “Macías, no hay problema.”

Seis capítulos nada más, pero, bueno, era un personaje muy bien estructurado, la gente se enamoró del personaje con seis capítulos. Bueno, ese fue mi primera aparición en televisión.

Hoy lo recuerdan muchos por eso…

No te miento si te digo que no pasa un día sin que a mí me paren dos o tres gentes y hombres ya, que hasta dicen la frase: A mí nadie tiene que decirme lo que tengo que hacer con mis hijos. Y les digo: “¿Pero tú te acuerdas de eso? ¿Qué edad tú tenías?” Y dicen: “Yo tenía 7, yo tenía 6, yo tenía 8.” Eso es siempre.

¿Continuaba trabajando en la radio de Camagüey?

Sí. Después Mirta González me manda a buscar para Cuando el agua regresa a la tierra. Vuelvo para Camagüey, sigo trabajando allí. Entonces Macías me manda a buscar para que hiciera de don Ramón en la telenovela Pasión y Prejuicio.

Quizás por su tono de voz, por esa fortaleza física, muchas veces lo llamaron para hacer negativos. ¿Le gusta ese tipo de personajes?

Sí, mira, en el teatro hice personajes más positivos que negativos siempre. Después me han llamado varias veces para personajes negativos, muy fuertes también; sin embargo, yo te digo que a mí no me cuesta tanto trabajo llegar a hacer un personaje fuerte, malo, malvado, no me cuesta trabajo. Me cuesta mucho más trabajo hacer un personaje débil, opaco…

¿Pero por qué? ¿Por qué va con su personalidad?

No, yo no sé, porque es muy difícil hacer una valoración de uno mismo, eso es dificilísimo, pero yo no me caracterizo por ser un individuo violento, áspero; no sé, no tengo problemas con nadie, me llevo bien con todo el mundo, ni con mis hijos he sido así; sin embargo, bueno, esa pregunta no te la puedo contestar: por qué me resulta más fácil acceder a esos personajes que a personajes “buenos”; esos los tengo que trabajar mucho, mucho, mucho.

¿Se clasifica enteramente un actor de televisión?

No, yo me siento un actor de los medios, y creo que un actor es simplemente actor, y va a hacer radio, va a hacer televisión, va a hacer cine. Que puedas tú dominar con más fluidez uno de los medios, o distinguirte más en uno de los medios, bueno, puede ser; pero tienes que hacer los tres con una dignidad y con un nivel. Esa es mi característica.

Además, te digo: yo me siento muy bien en el medio que esté. Me pongo aquí a hacer radio dramático, y me siento divinamente; estoy en televisión y me siento bien, estoy en cine y me siento bien también. O sea, no extraño uno, no extraño el otro; esto me causa esto, o me siento cómodo en esto. En cualquier medio me siento bien. Bueno, he hecho también mucho cabaret, con el típico gallego del teatro cubano. El cabaret es muy difícil, y es otra dimensión totalmente distinta.

¿Cómo asume esa vida de la popularidad, del reconocimiento público?

Mira, para mí, una de las cosas mejores que hay es el anonimato: ir caminando, ponerte a ver esta cosa… Por ejemplo, ahora, cuando yo venía por aquí, como tenía tiempo, me pasé como veinte minutos mirando cosas de los alrededores, etcétera. Ese anonimato es muy placentero, sobre todo cuando tú estás en pantalla directa en una novela, dondequiera que vas… Entonces, ¿qué pasa? No le puedes hacer un “feo” a la gente; si la gente te llama para hablar contigo, tú no puedes decir: espérate, ahora no puedo, estoy apurado; vaya, yo no sirvo para eso. Entonces, bueno, tú tienes que hablar con las personas, el otro te llama, el otro te sigue llamando, el otro dice que entres a la casa. Eso es agradable, lógicamente, pero también agobia. Uno les agradece a las personas; pero yo te digo: caminar anónimamente para mí es lo preferido.

 


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