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Homenaje al 23 de Agosto


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Cuando llega un aniversario más de la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) todos recordamos, con sobradas razones, a su presidenta fundadora y al máximo dirigente de una revolución social que, desde sus orígenes, reservó siempre el espacio necesario para la participación de la mujer. Baste decir Haydée, Melba, Celia y Vilma para saber cuán grande fue el papel desempeñado por la mujer en la historia de Cuba de la segunda mitad del siglo XX y su legado para la actualidad.

Pero hay otros recuerdos más íntimos que cada cubano puede evocar en torno al 23 de agosto. La Federación de Mujeres Cubanas logró penetrar todo nuestro tejido social en la ciudad y el campo. Cuánto espacio abrió que antes estaba vedado a las féminas.

La Federación fue un instrumento indispensable para organizar e incorporar a la mujer a la vida de la nación. Hoy basta con revisar las cifras del porcentaje femenino en el total de la fuerza de trabajo del país y de su personal científico y técnico, de sus deportistas y artistas, de dos sectores fundamentales del impacto social de las transformaciones revolucionarias como son la educación y la salud pública, para asombrarse del papel fundamental de la mujer en la sociedad cubana. Añádase a ello su presencia dirigente en las esferas políticas y de gobierno o en la diplomacia del país. Sería largo el listado de sectores donde la participación de la mujer cubana es decisiva.

Pero quisiera rendir tributo, porque lo merecen, en lo cercano de mi entorno familiar, a mi hermana, fundadora a sus quince años de edad de las milicias Lidia Doce, y a mi esposa, fundadora de las milicias universitarias, ambas ya en su tercera edad, felizmente activas aún como pilares fundamentales de la familia.

Hay otras que fueron ejemplares y ya no están: una tía costurera, católica, que aportaba, cada día, sin fallar, dos horas de trabajo voluntario en los talleres del entonces Consejo Nacional de Cultura en Tallapiedra, y otra tía maestra, comunista, que fue fundadora y primera coordinadora general de la Ciudad Escolar Libertad. Otras dos fueron  merecedoras de la distinción 23 de Agosto, que recibieron con alegría y modestia: mi suegra y mi madre: ambas trabajaron como maestras primarias para adultos y mi madre atendía el frente de educación del municipio de La Habana del Este.

Ellas, anónimas para el público, son mi más cercano símbolo de millones de mujeres cubanas sin las que no habríamos llegado hasta el presente. Su firmeza, devoción y amor a la patria y a la dignidad humana, son bandera que nos cubre y alienta a proseguir en busca de toda la justicia, confiados en la utilidad de la virtud.


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