Con maestría categórica y depurada interpretación del paisaje insular y de nuestro entorno, Flora Fong, una de las más conocidas creadoras de las artes plásticas en Cuba, llevó hasta Artemisa la exposición Grabados en el tiempo, un regalo en el cumpleaños número cinco del territorio.

Según Evelio Sánchez, Presidente del Consejo Provincial de las Artes Plásticas, en la muestra la síntesis y el trasfondo de la filosofía asiática afloran como rasgo distintivo y ejemplo del crisol de nuestra cultura.

Grabados en el tiempo es una muestra, según sus palabras,  realizada desde la sensibilidad, ¿por qué razón?

Son obras realizadas en diferentes etapas de mi vida profesional, desde que me gradué en el año 1970 en la Escuela Nacional de Arte, hasta estos momentos. He realizado linografías, litografías, todo tipo de técnicas, dentro de lo que es el grabado.

Ustedes saben que pinto, que hago esculturas, pero esta era una deuda que tenía con Artemisa y realmente me siento muy contenta de haber iniciado las celebraciones del quinto aniversario de la provincia. En cualquier momento estaré con otra muestra, más grande tal vez.

¿Cuáles son los otros “demonios” que le faltan por reflejar en su obra?

Mi fuente de inspiración siempre es la naturaleza, con toda su belleza, por ejemplo los mares. Los mares de la zona de Cabañas me inspiran muchísimo, también los ciclones. Voy a seguir pintando toda la vida, eso es lo que me hace feliz. Siempre que pinto doy un poco de mí, pero al mismo tiempo le regalo la obra  a toda la población que le guste el arte, mí arte.

La exposición permanecerá hasta el mes de enero y luego continuará su periplo hacia territorio camagüeyano. Un regalo de suma sensibilidad, en el primer lustro de Artemisa como provincia.

Palabras de Evelio Sánchez, Presidente del Consejo Provincial de las Artes Plásticas en Artemisa

"Hasta finales del siglo XVIII la pintura en Cuba se reduce para nosotros a algunos nombres y alusiones dispersas en viejos textos. Generación tras generación—nos dice Ramiro Guerra aludiendo a los siglos XVI y XVII— la necesidad primordial consistía en cubrir las exigencias elementales de la alimentación, la casa y el vestido.

Durante estos dos siglos, Cuba había sido presencia indirecta y pura invención fantástica en la imaginación europea. La Habana, particularmente, había atraído la atención de grabadores holandeses, franceses, ingleses, cuyos grabados fueron hechos sin conocimiento directo del paisaje insular.

No es hasta 1760 que se inicia como grabador Francisco Javier Báez, en que podríamos hablar de un grabador netamente cubano. Humilde y prolífero no trascenderá las fronteras de lo utilitario.

Largo ha sido el decursar de la historia del grabado en Cuba, desde mediados del siglo XVIII hasta nuestros días. En diferentes oleadas, sobrevinieron tantos ilustres que mencionarlos sería difícil y comprometedor por las posibles e inconscientes omisiones.

Nuestra invitada, fruto de las primeras graduaciones del período revolucionario, en esta ocasión nos propone una muestra de profundo contenido lírico y que constituye un reclamo para recrear la realidad desde la fantasía.

Flora, situando el problema de la interpretación sobre un plano insólito, se aplica en revelarnos lo que habría de descifrar, que ver, que entender, fuera, dentro, por encima y al margen de su entrega.

Con maestría categórica, la artista nos regala una depurada interpretación del paisaje insular y de nuestro entorno, donde la síntesis y el trasfondo de la filosofía asiática afloran como rasgo distintivo y ejemplo del crisol de nuestra cultura.

Acerquémonos a la muestra desde múltiples perspectivas, pero sin desconocer nunca que estamos ante un regalo de suma sensibilidad".