La Bayamesa. Canción de amor y patriotismo


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Foto: Ventana de la patriota Luz Vázquez, en Bayamo.

Corre la noche del 18 de marzo del año 1851. Bayamo, oriente de Cuba. En el parque están reunidos varios jóvenes bayameses. Falta poco para medianoche. Un cielo limpísimo deja ver claramente las estrellas que brillan en el firmamento. La brisa nocturnal trae el perfume de los jazmines y las madreselvas que crecen en los patios de las mansiones señoriales. Todo invita al ensueño. Allá, lejos, al final de la calle San Salvador, se escucha la queja de una guitarra reclamando amor desde una ventana. Se está dando una serenata.

Los jóvenes lucen elegantes, de maneras finas y distinguidas. Si nos acercamos un poco, bien podríamos escuchar el tema de su animada charla. Hablan acerca de la última representación teatral que acaban de presenciar en el teatro, situado, en aquella época, al lado mismo del parque, en los bajos de la exclusiva sociedad La Filarmónica, donde tan buenos conciertos y conferencias se brindaban a la sociedad bayamesa.

Entusiasmados quizás por las lejanas notas de la guitarra y envueltos en la ensoñación de la nocturnidad, cómplice innata de amoríos y canciones, uno de ellos, Francisco Castillo Moreno, dirigiéndose a sus amigos, José Fornaris y Carlos Manuel de Céspedes, les dice en tono amable y retador:

—Invito a ustedes, que son poetas, a escribir una canción que deseo dedicar a mi esposa, pero quisiera que fuese netamente bayamesa.

Castillo Moreno gozaba de fama entre la juventud bayamesa por las canciones que tenía escritas, todas de belleza lánguida y romántica, muy de acuerdo con el ambiente de la época. Tan pronto como lanzó la proposición, Céspedes la acogió con entusiasmo y dijo a Fornaris:

—Pepe, ponle tú la letra, que Pancho y yo le pondremos música.

Fornaris aceptó, y luego de un rato más de charla los amigos se despidieron.

Aquella misma noche, José Fornaris compuso la letra de la canción, y al día siguiente, a fin de que pudieran musicalizarla con tiempo —la serenata estaba prevista para el 27 de ese mismo mes—, puso la letra en manos de Carlos Manuel de Céspedes y de Castillo Moreno.

De esta manera se engendró la más bella página musical del repertorio trovadoresco cubano, que fue inspirada en una mujer bayamesa, en cuya sublime belleza y proceder patriótico puede estar fundida toda la sustancia revolucionaria de la mujer cubana, desde Guarina hasta Lidia y Clodomira, Haydée, Vilma y Celia.

Llegó la ansiada noche de la serenata. Aquellos tres jóvenes amigos, aunque algo sabían de entonar canciones, quisieron que la serenata fuese más espléndida y solicitaron que otro amigo, el joven tenor Carlos Pérez, los acompañara.

El 27 por la noche volvieron a reunirse en el parque y se dirigieron los cuatro hacia una casa de la calle San Salvador, donde vivía Luz Vázquez junto a su familia. Así, en la límpida madrugada de marzo, bajo un cielo tachonado de estrellas, guiado por la voz magnífica de Carlos Pérez, resonaron por primera vez las notas bellísimas de La Bayamesa:

¿No te acuerdas, gentil bayamesa

que tú fuiste mi sol refulgente,

y risueño en tu lánguida frente

blando beso imprimí con ardor?

 

¿No recuerdas que un tiempo dichoso

me extasié con tu pura belleza,

y en tu mano doblé la cabeza

moribundo de dicha y amor?

 

Ven y asoma a tu reja sonriendo,

ven y escucha amorosa mi canto,

ven, no duermas, acude a mi llanto,

pon alivio a mi negro dolor.

 

Recordando las glorias pasadas

disipemos, mi bien, la tristeza,

y doblemos los dos la cabeza,

moribundos de dicha y amor.

 

En la manigua redentora fueron cambiados los versos de amor de la canción La Bayamesa por otros que hablaban de patriotismo y de exaltación de la lucha por la libertad. Con la misma música se cambiaron los primeros versos y ahora se cantaron con otra intención, esta vez libertaria y que dicen:

¿No recuerdas gentil bayamesa

Que Bayamo fue un sol refulgente

Donde impuso un cubano valiente

Con sus manos el pendón tricolor?

 

¿No recuerdas que en tiempos pasados

El tirano explotó tu riqueza

Pero ya no levanta cabeza

Moribundo de rabia y temor?

 

Te quemaron tus hijos, no hay pena

Pues más vale morir con honor

Que servir a un tirano opresor

Que el derecho nos quiere usurpar

 

Ya mi Cuba despierta sonriendo

Mientras sufre y padece el tirano

A quien quiere el valiente cubano

Arrojar de sus playas de amor

Así fueron transformados estos versos que volvieron con fuerza a ser cantados con el mismo amor con que años antes entonaron La Bayamesa original. Entre bosques y montañas desafiando el frío, hambre y muerte aquellos hombres la coreaban felices en suelo libre e independiente.

FUENTES:

—Betancourt Molina, Lino: La Trova y el bolero. Apuntes para una historia. Editora musical Producciones Colibrí, 2011.


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