La música de Pacho Alonso, que no nos deja parar


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Pacho Alonso, una de las figuras más notables y populares de la música cubana del siglo XX, falleció un día como hoy de 1982, en La Habana.

La muerte fue muy cruel con Pascasio Alonso Fajardo, nacido en La Trocha, distrito Mariana de la Torre, de Santiago de Cuba, artísticamente conocido como Pacho, y también con sus seguidores; le hizo la maldad de llevarlo a los cinco días de cumplir solo 54 años, en su plenitud como hombre bello, elegante, sensual, viril, y simpático y como intérprete, con aquella voz que acariciaba y no en sentido figurado, con un estilo personalísimo.

Pacho fue uno de los dieciséis hijos del matrimonio de la puertorriqueña Luisa Fajardo y el cubano Longino Alonso, los cuales constituyeron un hogar  donde el arte ocupaba un  cotidiano espacio, ya que la madre tocaba el piano y cantaba, el padre era fotógrafo artístico y todos los hermanos eran músicos aficionados.

De ahí que no fuera difícil para Pacho seguir el camino de la música, ayudado por sus condiciones naturales vocales, su carácter y su carisma; debutó en la Cadena Oriental de Radio con el nombre de Oscar Alonso, sin embargo durante muchos años llevó juntos el magisterio y a la música, incluso después de graduarse en la Escuela Normal para Maestros de Santiago de Cuba en el año1952, pero pasado el tiempo el arte le reclamó toda su atención.

En 1946, su coterráneo Luis Carbonell, lo había animado para que se presentara en un programa cantando el bolero «Lástima de ti», que fue bien aceptado; al poco tiempo,  se presentó en la Emisora Mil Diez, de La Habana ocasión en que José Antonio Méndez y Bebo Valdés, lo alentaron a continuar cantando, por sus valores vocales.

En 1951 el saxofonista oriental Mariano Mercerón organizó su orquesta de baile, en formato de jazz band, y los tres vocalistas que seleccionó fueron: Pacho Alonso, Fernando Álvarez, Alfonso Eliseo (Juan Carón), y más tarde a Benny Moré, que ya era un consagrado en ese momento.

En la orquesta de Mercerón, Pacho permanece hasta 1954; con la que grabó a mediados de la década de los cincuenta su primer disco: Cha-Cha-Cha de la Reina, exitosa creación de Enrique Bonne, y en 1957 se presentó por primera vez en la televisión en el canal 6 de CMQ TV.  

Ya a finales de la década del cincuenta Pacho se radicó en La Habana; en 1958 comienza a trabajar con su conjunto Pacho Alonso y sus Bocucos, primero en un pequeño contrato en el Hotel Deauville.

Con muchas dificultades logra grabar en un estudio alquilado, el son montuno titulado «Dame un chance», del oriental Electo Rosell (Chepín); por la otra cara estaba el bolero de Otilio Portal, «Enferma del Alma».

Junto a sus amigos, Pacho se dio a la tarea de distribuir por emisoras radiales y victrolas de bares y bodegas, este disco y el maestro Enrique Bonne lo hizo así en Oriente. Esto fue suficiente para que la voz de Pacho llegara a todos los cubanos y el santiaguero conquistara el primero de sus muchos éxitos discográficos.

En 1959, la famosa disquera RCA Víctor, lo contrata y graba el conocidísimo número «Yo no quiero piedra en mi camino», también de Bonne, y un disco que de inmediato está en la boca de todos, integrado, entre otros, por los monumentales boleros «Imágenes», de Frank Domínguez y «Tú no sospechas», de Martha Valdés.

De 1958 a 1961, Pacho logra un estilo maduro y sólido, cantando el feeling como nadie, y sus temas constituyen éxitos en un público que cada día idolatrara más al cantante.

Fue en 1960 que recibe de la RCA Víctor el Disco de Oro, en Medellín, Colombia, por su grandiosa popularidad con «La Pachanga».

Sus presentaciones en diversos clubs nocturnos de la capital, pero en especial en el Scheherazada, lo revelan como uno de las atracciones musicales esenciales de la noche habanera.

Precisamente, de estas actuaciones en el mencionado club, sale su primer disco de larga duración a principios de 1961, bajo el sugerente título de Una noche en el Scheherezada con Pacho Alonso, y que contiene exitazos como, Tú no sospechas, Calor de nido, Dame un chance, Tú sabes mucho, Dímelo con besos, Se tambalea, Lo mismo da, Son cosas que pasan y No pienses así.

Como parte del grupo de representantes del feeling, compartió escenarios con Elena Burke, Elsa Balmaceda, Orlando Fierro, Gina León, entre otros, con el brillante acompañamiento de los pianistas Frank Domínguez y Frank Emilio, entre otros.

El propio Pacho definía su estilo como una mezcla de guapacha y distintos toques de la Tumba Francesa de origen haitiano, y junto a Bonne creó modalidades a partir del son, como el pilón, el simalé, el upa-upa y otros.

Es en 1961 que comienza la extraordinaria y perseguida intervención de Pacho Alonso y su orquesta en los carnavales de La Habana y de otras provincias del país; luego, cuando no era época de carnavales, se podía bailar con esta formación en los cabarets Tropicana, Nacional, y en los de los Hotel Habana Libre, Havana Rivera, entre otros.

Asiduas eran igualmente sus apariciones en la televisión nacional con lo cual continúa conquistando la simpatía del público cubano, conocedor de la calidad interpretativa del cantor.

En este año grabó su segundo disco de larga duración con su orquesta, y con las de Bebo Valdés y   Juanito Márquez; incluyó en este fonograma «Que me digan feo», el ritmo guasón «A cualquiera se le muere tío», de Enrique Bonne, y el son montuno de Martha Valdés, «Sorpresa de harina con boniato.

En el mismo año 1961,   Pacho Alonso, y su orquesta reciben el Disco de Oro de Simpatía, que le confirió la RCA Víctor por ser su disco, uno de los de mayor venta del año en Cuba y en el exterior.

En 1962 comienza la encomiable carrera internacional de Pacho Alonso y su orquesta; recorre varias naciones europeas con excelente acogida como Francia, Checoslovaquia, Italia, España, Bulgaria, Rumanía, Polonia, Alemana, entre otras, y también por Latinoamérica.   

Especialmente en Moscú actúan en el acreditado Conservatorio Chaikovski, ante un selecto grupo de personalidades musicales y políticas, en lo que constituyó la primera presentación de una agrupación de música popular en la distinguida sala de conciertos.

El ritmo pilón llega a Pacho en 1964; se lo propone su amigo Enrique Bonne y significó la máxima popularidad alcanzada por compositor e intérprete.

Una gran transformación lleva a cabo en 1967, pues forma una nueva alineación, ahora con el nombre de Pacho Alonso y sus Pachucos que tuvo una personalidad sonora tímbrica más moderna e incorporó un repertorio nuevo.

Muy recordado es el concierto que ofreció la nueva orquesta liderada por Pacho en el Teatro del Museo de Bellas Artes el 19 de agosto de 1967; el solista recorrió todos los géneros que cultivó expresando así su gran versatilidad, especialmente en el bolero y el son.

 A finales de la década del 70 su hijo Pachito, pianista y arreglista, se incorpora a la orquesta y posteriormente asume la dirección de la misma.

En 1978 el demandado Cabaret Copa Room del Hotel Havana Rivera recibe el aplaudido show a lo Pacho Alonso y nuevamente deslumbra al público que cada noche repleta el espacio para ver a Pacho y bailar con su orquesta.

Un año antes de su inesperada desaparición física el Ministerio de Cultura le confirió la Distinción por la Cultura Nacional, por sus grandes aportes a la música popular cubana.

Rosendo Ruíz, hijo, dice de Pacho Alonso:

«Él fue de esos artistas que consiguieron imponer en su perfil un sello singular (…) Pacho Alonso, fue un denodado defensor de lo mejor y más legítimo de nuestra música popular, por eso no olvidaremos su estatura de músico, su carácter abierto, su sonrisa franca y su criolla jovialidad».

 A Pacho lo distinguían sus grandes dotes vocales y su manera única de decir el bolero y la canción, con una cadencia singular; un repertorio vasto en el que aparecen las firmas de los más importantes compositores cubanos y foráneos, y además, su capacidad para cautivar al público y lo arrastraba a bailar sin parar.

En unos carnavales  aquí en La Habana, en la década del 70, Pacho y su orquesta iban en una carroza de un  organismo  central  del estado, y llevaban literalmente un pueblo atrás  arrollando al son de su estribillo « Que no puedo parar, que no puedo parar», y era así, con Pacho no se podía dejar de bailar, lo mismo en unos carnavales, como el del recuerdo, que abrazado sin apenas moverse y oyendo la sensualidad absoluta de su voz cantando, por ejemplo, el tema «Niebla del riachuelo» que  hace algunos años rescató para su recuerdo Diego el Cigala en su disco Lágrimas negras junto al inolvidable Bebo Valdés y sus benditas manos. 

Pacho Alonso, su voz incomparable que era todo feeling, su picardía, su modo de susurrar las frases y entrecortarlas, entraron rápidamente en el imaginario de la nación cubana, y allí están para siempre si se quiere bailar o enamorar, con la música de Pacho Alonso, que no nos deja parar.  


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