La Víbora, surgimiento y desarrollo


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Hace unos días leí un interesante artículo de Ciro Bianchi, publicado bajo el título de “Santos Suárez” en la sección dominical de Juventud Rebelde, y me dije: “Bueno compadre, tu vida ha transcurrido entre Santos Suárez y La Víbora, así que te toca escribir sobre esta última”.

Aunque soy médico de profesión, siempre he sido un ávido lector de temas históricos, sobre todo de mi querida Habana y sus historias escondidas, como gustaba decir el actor Lieter Ledesma en el lamentablemente desaparecido programa televisivo Como me lo contaron ahí va, quien sustituyó, muy eficientemente, a Jorge Ferdecaz en el dúo con Ciro Bianchi.

Así las cosas, hurgando en mis archivos particulares y apelando a mi aún buena memoria de viboreño, decidí escribir esta reseña sobre el surgimiento y desarrollo de la barriada de La Víbora.

Según cuentan los entendidos, los orígenes poblacionales de La Víbora se remontan a los finales del siglo XVII y están muy ligados al entonces llamado Camino Real del Sur, convertido posteriormente en Calzada de Jesús del Monte y más tarde, en 1918, a solicitud de los emigrados cubanos de Tampa, en calzada de Diez de Octubre.

Resulta que el lugar, que posteriormente se convirtió en La Víbora, situado en el punto más elevado del primer tramo del mencionado camino, devino estancia ideal para el descanso de bestias y personas que por él transitaban. Fue así que con este propósito, en la intersección del Camino Real del Sur y del de Cruz del Padre se construyó una casona que funcionó como cuadra para las bestias de carga y las mulas del correo. En ella, con la intención de avisar al público sobre la entrada o salida de algún vehículo de paso, se instaló una campana, por lo que el sitio tomó el nombre de Paradero de La Campana.

Con el aumento del tránsito vehicular por la zona, se incrementaron en el lugar los establecimientos dedicados a los servicios: herrerías, ventas de forrajes, cuadras, caballerizas, posadas, fondas…También creció la población local que mayormente se dedicó a la ganadería, al cultivo de tabaco y de los frutos menores.

Me imagino que, a estas alturas del relato, se pregunten los lectores de donde fue que salió el pintoresco nombre de La Víbora.

Pues bien, como me lo contaron… ahí les va.

Dicen que en el año del Señor de 1728 se estableció en el citado paradero un médico alemán y, a guisa de lo que hoy llamaríamos campaña publicitaria, encargó al único pintor que habitaba en la barriada, un indio yucateco, le dibujara en la pared de la casa un enorme caduceo, símbolo de la medicina. El artista cumplió con su cometido, pero los ofidios que enredó en el báculo de Esculapio resultaron, no las dos apacibles serpientes entrelazadas, sino dos amenazantes reptiles de los que conoció el artista en su tierra natal. Motivados por la impresionante pintura, los asiduos al lugar comenzaron a llamarle, en vez de Paradero de la Campana, de La Víbora. Ya en 1780, documentos de la época nombraban al poblado como Cuartón de La Víbora, que para 1852 contaba con algo más de 500 habitantes.

Pero no es hasta los inicios del siglo XX que La Víbora logra un crecimiento importante. Pudiéramos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el impetuoso desarrollo de la llamada Víbora, está estrechamente ligado al nombre de tres familias: Los Párraga, los Mendoza y los Abreu.

Los Párraga, indiscutiblemente los que más aportaron al crecimiento viboreño, eran una distinguida familia, cuyo tronco principal procede de Vigo, en Galicia, y se asentó en La Habana a finales del siglo XVIII. Entre sus descendientes más ilustres se encuentra José Miguel Párraga, biznieto de aquel primer Párraga que se instaló en la capital cubana, quien nació y creció en Cuba. José Miguel participó activamente en las luchas por la independencia y gozó de la confianza de Ignacio Agramonte, Máximo Gómez y José Martí. Uno de sus hermanos, Ángel Justo Párraga, abogado de profesión, en 1903 adquiere las tierras de la finca Santa Catalina de las Cruces que se extendían, de norte a sur, desde la actual calle Libertad hasta la avenida de Acosta y, de este a oeste, desde la calzada de Jesús del Monte hasta la actual calle Cortina. Tal vez con intenciones de dar el ejemplo, hace construir un regio palacete que hasta hogaño se alza majestuoso en la calzada de Jesús del Monte y la calle Carmen y donde actualmente radica la Casa de la Cultura del municipio Diez de Octubre. La finca Santa Catalina se comienza a parcelar en manzanas de 100x100 metros y se inicia el negocio de bienes raíces con la venta o arrendamiento de los terrenos. Las oficinas del negocio de los Párraga se situaron en los sótanos de la mansión familiar.

La extensión del barrio de La Víbora se completó con las tierras de los Mendoza que ocupaban, de norte a sur, desde la actual avenida de Acosta hasta Santa Catalina y, de este a oeste, desde la actual calle Figueroa hasta la de Mayía Rodríguez. De Mayía Rodríguez a Goss los terrenos fueron donados por Rosalía Abreu, hermana de la insigne santaclareña Marta Abreu. De esta forma se conforman los límites de la barriada de La Víbora, que se extendieron desde la actual calzada de Diez de Octubre hasta la calle Goss y desde la avenida de Acosta hasta Santa Catalina.

Otro factor que influyó en el desarrollo del barrio viboreño fue la ampliación de la línea del tranvía a lo largo de la calzada de Jesús del Monte. El paradero inicial se ubicó en la mencionada calzada y la calle Mangos; pero luego, por influencia del entonces presidente de la república, Mario García Menocal, cuya familia también se asentó en La Víbora y era gran amigo de la familia Párraga, se ordenó su traslado para Patrocinio y Jesús del Monte, a escasos cien metros del palacete de los Párraga, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los mayores paraderos de tranvías de La Habana.

Con el asentamiento en la barriada de La Víbora de familias adineradas y la creación de la duodécima estación de policía en la avenida de Acosta que garantizaba la tranquilidad pública, fueron apareciendo comercios de todo tipo, grandes colegios y centros privados de salud y la barriada fue poblándose con médicos, abogados, comerciante ricos y funcionarios gubernamentales que transformaron la geografía viboreña en una zona residencial marcadamente elitista. Las excelentes vías de comunicación con otros barrios de La Habana garantizaba a los vecinos ricos de La Víbora el mantenimiento de su servidumbre y alentó a los estratos de la pequeña y mediana burguesía, así como a empleados bien remunerados a mudarse para la barriada, lo que dio lugar a la construcción de casas más económicas y edificios de apartamentos y adquirir, en la década de los años 50, su configuración actual.

Luego les cuento más sobre La Víbora… Hasta más ver.

 


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