Lágrimas negras / Por: Heriberto Feraudy


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“Cuando yo era un niño, mi padre me narraba muchas historias de las luchas patrióticas cubanas, en la que negros y mulatos como los Maceo, Moncada, Banderas, José Gonzalez Planas, Cebreco, Vidal Ducasse, Sánchez Figueras, eran héroes famosos y abnegados, protagonistas de anécdotas edificantes. También me hablaba de Juan Gualberto Gómez, o de algún poema de Plácido. Pero mi padre no decía nada acerca de los eventos de 1912. Sin embargo, cuando ya fui un muchacho sacó de un estante de la Sociedad de Instrucción y Recreo “El Progreso” (de color), a cuya directiva pertenecía, el libro Los independientes de color, y me lo dio a leer. Lo estudié con gran interés, y me apasionó; esto me permitió familiarizarme con el proceso del PIC y los hechos de 1912. Muy pronto me di cuenta de que aquello no formaba parte de la enseñanza de la Historia ni de los conocimientos compartidos por los cubanos de ninguna raza. Después supe que casi no era objeto de los estudios históricos”. (1)

Confieso que no había leído esta reflexión escrita por Fernando Martinez Heredia cuando en mayo del 2013, representando a la Comisión Aponte de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), nos reunimos con la Ministra de Educación con el objetivo de abordar, entre otros, el tema de la enseñanza de la historia en nuestras escuelas. En esa ocasión le relaté a la Ministra cómo para mi sorpresa había descubierto que en el libro de Historia de sexto grado, donde se hacía mención de los hechos más destacados en la época de la República, se omitía un acontecimiento tan importante como la masacre de los Independientes de Color. De eso se trata en la novela de Eliseo Altunaga, de la guerra contra el olvido.

Haciendo literatura grande —de la que nos habla Martí— el narrador, quien además es guionista y profesor de esta materia en una de las mejores escuelas de cine y televisión de América Latina, nos presenta una obra digna del mejor premio literario y del cada vez más necesario material cinematográfico sobre grandes hechos y personalidades de nuestra historia.

Al leer la novela lo primero que impresiona, al menos a mí me sucedió, es el serio y profundo nivel de investigación realizada por el autor.

Hay quienes dicen que para saber escribir, lo primero es saber de lo que se escribe, y Eliseo ha sabido pertrecharse de la información necesaria, pero más aun, ha dado irrefutable muestra del sentir algo imprescindible a la hora de la comunicación. Sin sentimiento y sinceridad la literatura no comunica.

Se trata de una especial manera de contar historia en estos tiempos en que tanto se necesita saberlo hacer.

El eje narrativo del que se vale el escritor, con fino estilo literario y sin pedestre apasionamiento, gira alrededor de uno de los acontecimientos más terribles, fatales y menos conocidos en la historia de Cuba. Me refiero a lo que ha sido dado en llamar “La masacre de los Independientes de Color”, “La Guerrita del 12” o de razas.

De ese fatídico evento no dice toda la verdad (no es propósito del autor), pero sí una buena parte de la verdad llena de contradicciones y desvaríos.

Es una obra imprescindible para entender la problemática racial en Cuba y más que esta, los orígenes de tantos de nuestros males republicanos.

Aquí afloran hermosas descripciones de La Habana coqueta que nació con el siglo XX, preñada de chulos, prostitutas, camajanes, gringos, politiqueros y también dignos patriotas; “todo mezclado”, como diría el poeta.

La novela nos habla de amores, intrigas, pasiones, frustraciones, traiciones y divisiones — ¡oh malditas divisiones!— que me recuerda al místico Awole, Alafín del vasto imperio de Oyó, quien antes de suicidarse por el mal gobierno (los monarcas yoruba que eran acusados de desgobierno tenían que suicidarse) un día salió al patio del palacio y lanzando tres flechas en distintas direcciones gritó:“que mis maldiciones caigan sobre ustedes y siempre estén divididos y sean llevados como esclavos hacia las diferentes direcciones en que disparé mis flechas”.

Eliseo, con su narración, una vez más nos convoca a la reflexión y a la preservación de la memoria histórica y del no olvidar a los olvidados de siempre.

 

 

NOTA:

  • Fernando Martínez Heredia. Prólogo del libro Los independientes de colo Serafín Portuondo Linares. Editorial Camino, 2002.

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