Lázaro Valdés o la poética cotidiana del piano / Por Emir García Meralla


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Por más de sesenta años ha estado tras el piano creando y ejecutando música cubana y jazz. Sobre sus espaldas y talento recayó el intento de mantener unida y funcionando la Banda de Benny Moré tras su muerte; demasiada tarea para quien aun no había cumplido los treinta años y tenía sus sueños.

En los setenta su nombre comenzó a ser sinónimo de creatividad inusual, sobre todo en el mundo del cabaret y de los pequeños formatos musicales de la época; Los T con E, su grupo, fue una referencia importante para quienes buscaban una arista distinta de lo popular bailable y del jazz que por entonces se hacía.

Esa es grosso modo la historia de Lázaro Oscar Valdés, o simplemente Lázaro Valdés padre. Pianista, compositor, arreglista y sobre todo un enamorado de la historia de la música cubana de la que ha sido testigo y partícipe por más de sesenta años. Una música cubana en la que ha disfrutado y creado para todos los formatos conocidos. Sin embargo a estas alturas de la vida ha decidido vivir el reposo del guerrero, musicalmente hablando, y ese reposo trae como resultado el CD La Malagueña, producido por la Egrem y que desde fines del año pasado está disponible en el mercado.

Si hubiera que definir conceptualmente esta producción discográfica me atrevería a decir que es un disco de estándar de jazz —algunos le llaman covers— a la medida de quienes deseen pasar 50 minutos de relax.

La Malagueña, pieza obligada del repertorio clásico cubano y compuesta por Ernesto Lecuona, es reinterpretada y ejecutada por Valdés con soberana maestría pero con una humildad creativa a toda prueba. No hace alardes notales, es simplemente reposada muy al estilo de aquella versión que en los ochenta hiciera Frank Emilio Flyng.

Así transcurre el CD en el que además de mostrar su conocimiento y dominio del jazz y la música popular cubana, Lázaro desde el piano despierta aquellos fantasmas de su infancia y de su formación musical. No se olvida que es parte del clan de los Valdés percusionistas, hijo de Oscar “el abuelo reloj” y que además del piano tuvo que aprender los secretos de la percusión, unos secretos que transmite en sus ejecuciones.

Divertimento es la definición apropiada para este disco. Es un divertimento musical y a su vez un recorrido por la historia musical cubana desde el jazz latino y el afrocubano. Los músicos que acompañan a Valdés en esta aventura saben qué hacer, cada ejecución ha estado pensada milimétricamente, cada nota puesta en función de un equilibrio musical que deba complacer al receptor final del fonograma.

Esta apuesta musical permite al neófito disfrutar estilos y movimientos musicales hoy en desuso por el paso de los años —la contradanza, el danzonete y el pregón— y que requieren de “bomba” para interpretarlos en estos tiempos. Igualmente es un ejercicio de memoria musical y un homenaje a dos figuras importantes en su vida: el cabaret y el son.

Como cierre del CD Lázaro Valdés recrea uno de los temas obligados en la historia del jazz cubano: Mambo influenciado, pieza escrita por Chucho Valdés en los sesenta; su versión está cargada de esa impronta musical de aquellos años en que se fomentaba la leyenda musical del jazz latino y del afrocubano; y es aquí donde realmente se rompe el corojo musical del disco, como diría un buen mambí; Lázaro improvisa a lo grande, timbea —él sabe hacerlo como pocos—, goza y nos recuerda que la humildad es sinónimo de grandeza.

La Malagueña tal vez no sea un disco de cabecera de muchos, tal vez porque su autor no sea mediático; ciertamente él pertenece a una generación musical que ya tejió su leyenda; tal vez porque sus seguidores prefieren la intimidad de los espacios en que se presenta; o porque aquellos que le conocieron años antes hoy tengan sus energías en función de otros intereses musicales y humanos (el hombre es él y su circunstancia musical) y su nombre se asocie a una era dorada de la música cubana que guardan con celo en sus memorias.

Lo importante es la música, decía Frank Emilio Flyn cada vez que ejecutaba un danzón o un solo. Lo importante es la música y eso mismo piensa Lázaro Oscar Valdés ante el piano y ante la música. De eso se trata este disco.


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