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Manuel Alfredo Sosabravo: De lo útil y lo bello a lo artístico


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Nacido en Sagua la Grande, Las Villas, el pintor, dibujante, grabador y ceramista Alfredo Sosabravo ha desarrollado a lo largo de su prolífera carrera un riguroso modo de hacer que lo ha convertido en un importante creador de las artes plásticas cubanas.

De adolescente se desempeñó en trabajos muy diversos como la mensajería, barnizador en una carpintería, asistente de farmacia, y otros oficios. No se decidió por alguno de ellos, hasta que estuvo frente a una pintura de Wifredo Lam, artista que le despertó el gusto por el arte y le mostró un universo exquisito donde desbordar sus pasiones y sus más refinados deseos. Explorar nuevas expresiones, dando rienda suelta al instinto y convirtiéndolo en su mejor aliado, sería uno de los senderos para emprender una carrera que sin imaginárselo lo llenaría de lauros. 

La Escuela Elemental de Artes Plásticas Aplicadas fue su base académica, estudios que alternaba con el trabajo de empleado de limpieza. A pesar del esfuerzo que realizaba para llevar satisfactoriamente ambas tareas, el amor por el arte le redimía y lo incitaba a buscar otras alternativas para desarrollarse. Entonces conoció a Ángel Acosta León, amigo que lo animó a dar sus primeros pasos dentro de la pintura y con quien años después tendría el placer de exponer sus piezas en muestra colectiva.

Expresando su quehacer a través de numerosas iconografías, pero con absoluto dominio y seguridad de lo que quería hacer, Sosabravo logró sintetizar en un contexto coherente elementos contradictorios de temas históricos que trabajó con mucha libertad. A partir de esa fortaleza que le confiere a su hacer, que más que un trabajo individual adquiere un carácter público, transita de lo humano a lo mecánico y de un espacio real restringido hasta la infinitud de lo aparente.

Apasionado de manifestaciones artísticas con un alto grado de ejecución artesanal. Dígase el grabado tradicional y la cerámica, expresiones que fueron durante muchos años pilares vanguardistas en su hacer, sin abandonar o minimizar la pintura; en las primeras introdujo matices novedosos en el arte de la Cuba contemporánea. Técnicas disímiles pueblan un estilo que le ha permitido distinguirse y que son mezcla de tendencias artísticas como el cubismo, expresionismo y surrealismo, siendo los protagonistas de sus obras la espontaneidad, frescura y el gran colorido. Su arte se torna tierno a veces y otras agresivo. Imágenes que llevan consigo mensajes políticos y sociales, donde el volumen y la textura sirven para recrear un mundo personal más allá de la bidimensionalidad de una obra, al tiempo que impone la voluntad de su imaginario.

Uno de los rasgos que determina su quehacer es el humor. Sosabravo retoma símbolos y personajes que reaparecen en nuevos contextos, en un goce de placer estético. Elementos que pudieran catalogarse de ingenuos por algunos, pero que encierran contenidos realmente serios, y trata de hacérnoslos llegar de una manera amena. Juega con íconos que denotan movimiento, fascinación, un nuevo aliento y disposición, en tanto mariposas, peces, flores, espejuelos, corbatas, tijeras, cubos, máscaras, sombrillas, piezas de origen mecánico, figuras humanas y animales se desarticulan para crear incógnitos elementos. Símbolos que imponen a la materia nueva, el barro y el cristal como deleite de un nuevo placer. En tanto, el trabajo con el vidrio sería el medio que encontró para realizar nuevas figuraciones que posteriormente llevaría al bronce, en tanto obras concebidas en murano, se unen a un estilo de grandes aportaciones de buen gusto y maestría.

La sensualidad de elaborar con sus propias manos, el sentir como se va formando cada pieza ajustándola a su sentido táctil dada las exigencias del material a utilizar, se apodera de una obra que se transformó en aventura de agradable tránsito. En ese sentido, Sosabravo marcó una pauta en el desarrollo de una expresión que venía produciéndose en Cuba, y que otros artistas venían trabajando, la cerámica. Sin embargo, fue él quien desde su quehacer reivindicó un oficio que era minimizado o considerado un arte simplemente utilitario u ornamental, salvaguardando algunas excepciones. Solo a partir de la labor de este y de otros artistas que se sumaron al trabajo con el barro, la cerámica nacional tomó otra connotación, pues se acopló lo útil y lo bello a lo artístico. Incorporando nuevos elementos, para un poco cambiar su expresividad, clavos y tornillos comienzan a integrar una necesidad de modificar con libertad técnicas tradicionales, y fundirlas con otra manifestación monumental como la escultura. Pues con extraordinaria entereza moldea el barro, la madera y el vidrio y traslada al lienzo la plasticidad de los objetos.

Sus dominios no se limitan a los quehaceres ya mencionados, el mural llega también a la cumbre de su arsenal creativo, para continuar con la labor de conquista, y de explorar todas las formas que tiene a mano. Pues en él residen inquietantes interrogantes sobre la vida, la gente y las objetualidades. De esta forma es que quiere compartir con nosotros sus enigmas y soluciones. Cada pieza encierra una exaltación que domina los plurales escenarios y deja ver los caminos de un pensamiento hecho obra. Va de los terrenos asediados por los distintos matices de sus cuadros, a la transparencia de lo escultórico, en muestra de nuevas figuraciones para iniciar así sus fantasías con la tenacidad de la hechura, la aparente ingenuidad de las formas, la voluntad de hacer trascender un sueño y la fusión de elementos aparentemente incompatibles.

Por este ir y venir de una manifestación a la otra, Sosabravo convirtió los soportes artísticos en la máxima expresión de su universo de representaciones pictóricas. A pesar de que desde la tela o la cartulina había alcanzado gran éxito, el barro y el cristal lograron captar un mundo onírico, que con gran fuerza catapultó un arte que refugia nuevas expectativas y alternativas, dotado de una sensibilidad que redimensiona soluciones otras.

Con la misma naturalidad se desplaza hacia la gráfica asumiendo otras posibilidades, para así conquistar oficios desentrañando los misterios de figuras inquietantes por su modernidad. De esta forma tamiza y cautiva una suma de fragmentos de cosas que elabora bajo la complicidad del espectador, y con capacidad para tratar temas arriesgados. En su obra existe una retroalimentación de personajes que aparecen y desaparecen de la escena pictórica y de una búsqueda del placer, para dejar mensajes ungidos en la conquista de contenidos éticos.

Parte de su hacer aparece intencionalmente configurado cual reciclaje, pues cada pieza implica posibilidades otras. La intención, la rigurosidad del trabajo y el perfeccionismo en el ensamblaje, exacerba el dinamismo y la armonía de la travesura. La propia naturaleza de las cosas o de los cuerpos humanos, impregna de una sub-realidad en divina provocación, para que el observador descifre nuevas significaciones. Elementos que advierten movimiento, se desarticularan para servir a nuevos cometidos, contornos rigurosamente determinados, en formas y formatos cada vez más ambiciosos. Piezas citadas a una alocución que integran un mundo orgánico, en volumen, color y textura donde señorean signos que se imponen a la materia nueva para así emplazar sus dominios.

La participación en disímiles eventos resultó importante para desarrollar particularidades que le darían otras posibilidades técnicas. Expresiones como el dibujo, lo dotaron también de la apreciación positiva de la crítica. La docencia acaparó igualmente su atención, y forma parte de sus afectos y de un proceso de retroalimentación que le proporcionó el frescor y una buena vibra que vuelca en sus obras.

Sus obras denotan un aprecio por la disparidad, allí donde habitan inquietantes enigmas; donde trasciende lo inusitado, la voluntad de lo soñado con elementos tomados del arte pop con gran arrojo y espontaneidad. Sosabravo ha aprovechado sus potencialidades, logrando exquisitas facturas que permitan una profundización emotiva al apetito de la violencia, la intolerancia y el desamor. Todas estas facetas constituyen parte importante de su labor artística, pero también lo permean de transpiración como forma de desafiar la creación.

Sobre él se ha dicho: “Allí donde aparecen las recurrencias de su obra, la suma de fragmentos como un todo se organiza con la complicidad del espectador, y su inigualable capacidad para tratar temas arriesgados sin abandonar un humor ligero y sentencioso. Junto al desbordado quehacer del proceso de cambios emprendido en Cuba, la arena intelectual se estremeció con la crítica culturológica, en teorías que impugnaban los medios masivos de comunicación, reafirmación patriótica y confrontación de ideas tercermundistas frente al pensamiento tradicional. Todo esto lo llevó a su obra, pero sin cargar las tintas ni renunciar a su peculiar mirada de artista.”

Inspirado algunas veces en la flora y la fauna, y otras veces en una expresividad que le da la objetualidad, este artista adquiere una libertad técnica que contribuye a brindar a las piezas una suerte escultórica. Pues su manera de hacer peculiar y amplia, en cuanto a que toca distintos estilos, lo hacen ser un destacado artista de la década del 60, paciente y laborioso, que continúa deleitándonos con sus apasionadas aventuras, fantasías e ingenio.

Sin lugar a dudas, Alfredo Sosabravo es un creador con una incansable actividad en su profesión, que se hace imposible divorciarlo o encasillarlo en una u otra expresión artística, por lo que ha logrado proyectar su arte desprejuiciadamente.

Numerosos también han sido los premios y reconocimientos que ha obtenido durante su labor artística, y a su quehacer debe ser Premio Nacional de Artes Plásticas 1997 e Hijo Ilustre de Cuba.


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