Navarro Luna entre el poeta y el hombre


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Un 28  de agosto, pero del año 1894, nació Manuel Navarro Luna. Cumpliría en este mes, 121 años.  Nació en Jovellanos, Matanzas, pero desde muy pequeño, apenas a un año de vida, la familia se trasladó a Manzanillo. Cuando solo tenía 21 años, escribió un soneto titulado Socialismo, hace exactamente 100 años. Aún no había estallado la Revolución de Octubre,  cuando aquel joven poeta cubano, leía ese emblemático texto, un Día Internacional del Trabajo, en la provincia que lo vio crecer. Todo ello, antes del 1920, llamada por Juan Marinello, la época crítica, cuando expresaba, que conmovía a la sociedad isleña, un anhelo de cambio tan intenso, como difícil.

Socialismo

Vano es luchar; la podredumbre suma

todo lo invade y lo corrompe todo.

Si  el mar no forma en la ribera espuma

es porque la ribera tiene lodo.

Impera la estulticia de tal modo

que a su presencia la verdad se esfuma.

El que lucha se queda en un recodo

del camino, tendido entre la bruma.

Mientras la humanidad no se renueve,

mientras al hombre por demás aleve

el hombre tema como un negro abismo,

no alzará su bandera victoriosa,

su bermeja bandera esplendorosa,

el Supremo Ideal del Socialismo.

Desde 1915, Navarro Luna, vislumbra con su texto poético, al que hoy hacemos referencia,  la necesidad de esos cambios. Tuvo la suerte de vivir, para ver el triunfo revolucionario del Primero de Enero en Cuba,  y fue Guillén, que también pudo disfrutar de esa clarinada, quien escribió estas palabras al poeta amigo y que transcribo fielmente:

“Por  eso la Revolución, que es tema constante en su poesía, anunciada, prometida, cantada por él, adquiere en Navarro, como en ningún otro poeta —salvo Martí— un acento desgarrador, en una escala que comienza con la protesta y termina en la imprecación… Aunque los años pasen y amontonen los siglos, su voz resonará impetuosa. Marcará uno de los momentos más altos y más profundos de la lírica cubana”.

Sabias palabras las de nuestro Poeta Nacional.

Hoy, a cien años de aquel Soneto, y ante un Mundo que se enfrenta a fuerzas negativas que tratan de asfixiarlo, comprendemos en todo su valor, aquellos versos tan anticipados de Navarro Luna, cuando en  tiempos difíciles, decía, que “la podredumbre suma todo lo invade y lo corrompe todo”, que era el momento en “que la verdad se esfuma” y “la lucha se queda en el recodo del camino”. Fue época dolorosa, y el poeta la canta emocionado,  pero siempre con la esperanza que algún día, se alzará “la bandera victoriosa de lo que el llama, el Supremo ideal del Socialismo”.

El texto de Navarro Luna, antecede a la fundación del Partido Comunista de Cuba, a la apertura de la Universidad  Popular “José Martí”, al Manifiesto del Grupo Minorista y a la salida de la revista Avance.

Sin dudas, como diría Félix Pita Rodríguez, que lo conoció muy bien: “Fue esa riqueza moral, ese real tesoro de virtudes revolucionarias, lo que pudo hacer de él, el hombre comunista que fue, el poderoso manantial de ejemplaridad revolucionaria, que es hoy para nosotros”.

Y agregaba: “Meditando sobre la fuerza singular que habitaba al poeta, si se nos pidiese encerrar en solo dos palabras, el secreto de la apasionada fuerza de su corazón, responderíamos sin vacilar con estas dos palabras sencillas y hermosas: amar y servir”

Era un hombre de sano patriotismo, militante comunista desde 1930, un cubano de sincera admiración a la historia nacional y a sus héroes.

Colaboró, desde muy joven, en las más importantes publicaciones periódicas de su tiempo.

Es cierto, que su poesía social, ocupa más de treinta años de su creación lírica, donde su poemarios “Surco” y “Pulso y Onda”, ocupan relevantes lugares.

Se observa en estos textos, una intención de rompimiento poético de carácter renovador,   que acerca la comunicación del creador con el ámbito que lo rodea, en busca de transformaciones que siente necesarias, y lo aleja de incursionar, en aspectos formales característicos del post modernismo.

Como expresara Jorge Icaza, resulta la poesía de Navarro Luna, de gran mérito, por un lado, revela una técnica nueva y una calidad más grande todavía, las fuerzas de las ideas revolucionarias.

La Obra poética de Navarro Luna, publicada en 1963, recoge además de los textos  anteriormente señalado: “La Tierra Herida”, “Así es”, “Odas Mambisas” y “Odas Milicianas”.

Lo caracterizó en dos de sus libros, el cubanísimo seudónimo de Mongo Paneque.

En sus versos de juventud, sus “Ritmos Dolientes”, recrean dudas, amores difíciles, sollozos, suspiros y fulgores de mañanas y aquel soneto a la madre escrito a los 25 años:

Escucha

Escucha,  madre: si la dulce muerte

pone en mi cuerpo sus heladas manos

yo vendré por las noches a ofrecerte

la verdad, hecha luz, de los arcanos.

Suspenderá tu corazón doliente

su profundo latir, y,  entre las sombra,

sentirás a tu lado, dulcemente,

una voz de ternura que te nombra.

Y,  tú, que en los azares de la vida

tienes tan infinitos desconsuelos,

me rendirás el alma dolorida

que prenderé, con ansias ardorosas,

en la r osa radiante de los cielos

o en el cielo radiante de las rosas.

Otras producciones, se integran a su quehacer poético. Se destaca, su “Elegía a Doña Martina”, en décimas, que hizo decir a José María Chacón y Calvo, estas palabras recogidas en el periódico El Mundo, de 1952:

“Y cuando el recuerdo se funde en la esperanza, cuando se siente lo que el poeta afirma tan delicada e insistentemente en esta gran elegía, es decir, cuando el resplandor de la vida perdurable ilumina nuestro espíritu, el grito triunfal de San  Pablo, sale no de nuestros labios, sino del corazón. Y Doña Martina, la maestra centenaria de Manzanillo, por el amor fiel de su gran poeta, vivirá siempre a nuestro lado derramando en lo íntimo del espíritu, su suavísima luz, su perdurable luz llena de cielo”

Hermosas palabras del gran sabio, que ratificaba Emilio Ballagas, cuando consideraba que  Navarro Luna, desde su región incontaminada de cosmopolitismo, lograba llegar realista y místico a la vez, en el tiempo y la eternidad.

En cuanto a la prosa cultivada por el poeta aparecen  sus “Siluetas Aldeanas”, sus “Cartas a la Ciénaga”, así como sus notas recogidas en “Viva el Sol” de 1966 y las que se  refieren a los dos libros de relatos sobre Viet Nam del Sur, de Martha Rojas y Raúl Valdés Vivó.

Angel Augier, expresó con certeza inigualable:

“El  caso de Navarro Luna, es uno de los más sugestivos de la literatura cubana, forjó su rica personalidad en las más difíciles circunstancias, en lucha contra la adversidad, y lejos de las capillas consagratorias de la capital. Huérfano, vendedor de periódicos, buzo, músico, barbero, periodista… desde ese humilde origen y desde esa lejanía provinciana, se impuso por su sensibilidad y su talento excepcionales”.

Cintio Vitier, el gran Cintio, escribió en 1966, en una carta a Navarro Luna:

“Cuba entera está en sus poemas, vibrando poderosamente erguida, desde los guerreros  sensitivos de nuestro siglo XIX, hasta los fabulosos  libertadores de hoy. Cuba está íntegra en su palabra y en su gesto de gran poeta”.

Sirvan estos recuerdos como homenaje a este gran poeta cubano, en el mes de su cumpleaños y a los cien años de su soneto “Socialismo”, un texto precedente y   trascendental de la poesía social cubana.

Manuel Navarro Luna, falleció en La Habana, el l5 de junio de 1966. 

 


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