Orishas: hoy más cubanos que nunca / Por Dailys Rodríguez León


orishas-hoy-mas-cubanos-que-nunca-por-dailys-rodriguez-leon

La última de las jornadas del Havana World Music Festival (HWMF) fue una noche que muchos cubanos no olvidarán en un largo rato. 

Confieso. No llegué a las cuatro o cinco de la tarde como los primeros visitantes para evitar largas colas; bueno, una inmensa cola que fue la primera imagen que tuve cuando llegue al Parque Metropolitano. La realidad es que yo como muchos llegué en el P9 (transporte urbano) y resultó gracioso escuchar como el chofer me preguntaba. “Niña, ¿qué fiesta hay aquí? Seguro es de esas a las que van los chamaquitos de ahora… en las que no hay que pagar entrada”.

Yo tampoco creía lo que veía y, dentro de mi asombro, le respondí rápidamente: “Pues no, es un festival de música, la entrada no es gratis, hoy es el último día y tocan los Orishas”.

Terminando mi respuesta ya el P9 había llegado a la parada indicada, el chofer abrió la puerta (creo que aun no se creía la cantidad de gente o estaba pensando lo que le esperaba cuando acabara el concierto) y solo agregó: “Bueno, que te vaya bien con tus Orishas y trata de colarte para que entres rápido”.

Y sí, el chofer tenía razón, las únicas formas de entrar sin demoras eran: con una manilla de acreditación o cola´o (como se diría en mi barrio). Por suerte no tuve que colarme, la manilla de color rojo que identificaba a la prensa me permitió evitar la fila que atravesaba el puente sobre el rio Almendares de un extremo al otro.

Ya dentro, escuché a la banda de David Blanco y parecía que sucedía con el público lo que dictaba su canción: “(…) voy a parar el tiempo”, y ver la cara de muchos totalmente extasiados, como si realmente estuviese sucediendo.

Tuve la oportunidad de unirme a varios grupos antes de la medianoche y corroborar algunas ideas que tenía en mente. Aunque en eventos de esta magnitud es muy probable hacer nuevas amistades, siempre están esas caras conocidas que no temen opinar sobre el espectáculo. Yo, sin delatar mis intenciones, iniciaba la conversación y decía “Ayer vinieron casi quince mil personas, hoy me parece que hay más”. Y las respuestas aunque variadas siempre llegaban a la misma conclusión: “Hoy deben venir más, tocan los Orishas y esto uno no se lo puede perder, son otra cosa.

Todos estaban ahí esperando el espectáculo marcado para las doce de la noche. Todos esperaban a los Orishas.

Mientras corrían las horas se presentó Gato Preto, cuyos integrantes provienen de Alemania, Mozambique y Ghana, y que puso al público a bailar al compás de ritmos calientes, al punto de olvidar que en La Habana había menos de 20°C.

Se acercaban las doce y más de uno ya me había pasado por el lado para “reservar” su lugar lo más cerca posible del escenario, donde en minutos estaría presentándose el grupo de rap.

Como buena cubana, le sigo los pasos a la buena música, por lo que también fui a reservar mi sitio frente a la tarima. Para cuando logré estar en un espacio fijo, ya habían pasado diez minutos de la hora fijada. No había rastro de Orishas y el staff del Festival no paraba de moverse sobre el escenario, la demora ya era incómoda. El público aclamaba a la banda, las luces jugaban con la emociones, las pantallas anunciaban a una banda que aún no salía…y así estuvimos cerca de treinta minutos.

Pero la espera, como decía mi abuela, muchas veces vale la pena. Subieron al escenario Hirám Riverí (Ruzzo), Roldán González y Yotuel Romero; la respuesta del público era pura euforia y como se esperaba comenzó el concierto. Sus temas antológicos eran cantados y/o rapeados por jóvenes cubanos y foráneos, incluso por algunos que en el ´95 estaban todavía en la Universidad.

Con canciones como A lo cubano, Represent, 537 C.U.B.A., ¡Que Bolá! y Machete recordaron sus inicios. También demostraron su alta capacidad interpretativa y el amplio dominio musical con que se despliegan y regresan a Cuba de la mano de temas como Bembé y Sastre de tu amor, incluidos en Gourmet, su último disco. Habana 1957 marcó el momento de los enamorados cuando con un bolero, la versátil Beatriz Luengo y Yotuel, se apoderaron del escenario.

Apenas había pasado un cuarto de hora de la 1AM y Orishas se despidió. No habían cantado Cuba Isla bella. El público gritaba ¡Otra! ¡Otra!, y el grupo no le dio otra canción, le regaló en cambio otra hora de canciones. Era como una forma de agradecerle a ese pedazo de Cuba que le recibía nuevamente en casa y que se dio cita en el Almendares.

Esta vez regresaron con una caballería bien armada. Junto a artistas como Zenaida Romeu, Laritza Bacallao, Waldo Mendoza y Yarán González dieron riendas sueltas a la interpretación de Cuba, Isla Bella y expandieron esa magia que viene acompañada de la nostalgia por su tierra, el amor por lo que dejaron atrás. Estos sentimientos también dieron paso a composiciones como Ausencia, cuya letra roba lágrimas al alma y refuerza ese ideal que todavía mantiene viva la música de Orishas: su principal aspiración no es hacer mover los pies sino los corazones; y es precisamente con temas como estos que se logra. Con toda profesionalidad y ante la posibilidad de romper en el escenario, piden perdón al público por si alguna lágrima caía o el sentimiento les tomaba la voz.

Esa parte emotiva que le muestran al público los hace sentir más cercanos, y en un abrir y cerrar de ojos estrenan un nuevo sencillo titulado Muévelo; pero el broche de oro con que finalizaría el concierto aun estaba por llegar.

Nací Orishas fue ese broche. Los coros se tornaron infinitos como si se pudiera estar cantándolos hasta el amanecer. Era imposible creer que no se habían presentado durante 18 años en su tierra. Era increíble darme cuenta que no sabía realmente quién era Orishas.

El público sabe que la canción está por culminar y con ella, el concierto. Sabe que es un nuevo inicio para Orishas en Cuba; que la Isla los recibe con un abrazo caluroso, con mediación del HWMF, y no lo hace solo multitudinariamente, también les muestra su apoyo con una bandera cubana gigante que ondea desde el transitado puente que les acogió.

Orishas, emocionado, no sabe cómo despedirse, y que mejor forma de hacerlo que con música. Toda la banda, vocalistas e instrumentistas cantan:

Los Orishas ya se van

porque mañana es otro día.

Mañana otro gallo cantará,

pero jamás los hará con tanta melodía.

Creo, no queda mucho que decir. Mis expectativas fueron superadas, aun cuando la energía del público superara la que llegaba a los micrófonos (que no guardaba relación con el talento artístico, ese no tenía igual). Solo una cosa puedo afirmar: antes creía en la verdad que defendía Orishas en sus letras, ahora continuo creyendo y con los ojos cerrados. ¿Ahora?… ahora los siento más cubanos que nunca.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte