Pablo Armando Fernández: un golpe de frases…


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El tiempo y los días tienen la perennidad de lo efímero, gozan de la eternidad del instante, del soplo que los hace nacer y los avienta a vuelta de olvido. Para tratar de rescatarlos de ese limbo, el hombre sólo dispone de la argucia de la memoria que, a su vez, ha de fijar en piedra, engrudo o papel...

Ya no está con nosotros el Poeta, el hombre de claro mirar, el tierno amigo que escuchaba mis versos juveniles, sereno, atento y siempre al encuentro de ese golpe de frases que nos conduzca a la emoción, a ese terreno extraño que se llama Poesía en el que dejó sus más indelebles huellas para recordarlo…

Pablo Armando Fernández (Central Delicias, Las Tunas, 1929- La Habana, 3 de noviembre, 2021) –que ya no está con nosotros-, lo ha dibujado en un verso suyo: “Todo pasó, una ráfaga, un vuelco. Y así vivimos...”. En la resaca del tiempo, se recogen herrumbres, recuerdos, infancias, esos hondos suspiros que son como las estelas dejadas por los barcos al pasar. El poeta y narrador cubano, vuelve a vibrar con nosotros para recordar, en esta mirada pretérita que desembarca ahora, en el blanco y negro de las palabras escritas como resumen/testimonio de encuentros que lo dibujan ante nosotros como ese gran intelectual que es.

Hace un alto en el diciembre de 1996, justo cuando acababa de recibir el Premio Nacional de Literatura. Un golpe de frase, un roce de vocablos abrieron la ruta de la memoria…

El Central Delicias, en Las Tunas marca el comienzo del recorrido de Pablo Armando Fernández por la vida. Está muy presente en él. “¿Delicias?, yo me instalé allí. Siempre digo que la inventé, pertenece a la literatura. No he logrado salir nunca de Delicias. Cuando estoy en mis sueños, o en cualquier parte del mundo, de momento hay un corte, como en el cine, y me instalo en ese lugar. En una casa que no existe -en realidad ya no está-, pero la casa sigue siendo. En mi novela El vientre del pez, está un poco esa idea, de que en los sueños todo se restituye."

Estos días de fin de año y del Premio, son terreno fértil a la recapitulación, "pienso que han pasado rápido estos 50 años de labor. Fue a los 17 años que escribí un poema que todavía no sé quién lo escribió, pero que aún me maravilla. Para mí el futuro es una metáfora, pienso que uno vive el presente, y que el presente lo hace el pasado. Uno hace las cosas para bien o para mal, tiene que construir un mundo, ya sea propio o colectivo. En mi caso, no he hecho más que enterarme de quién soy, a través de Los niños se despiden, El vientre del pez, Otro golpe de dados, y una novela inédita que anda por ahí: Una ilusión mayor...".

 

Pablo Armando Fernández en presentación de su obra. Foto: Susana Méndez
Pablo Armando Fernández durante la presentación de una de sus obras. Foto: Susana Méndez
 

¿EL ACTO DE CREACIÓN?

Pablo Armando Fernández no es de los escritores que crean en cuartos oscuros a los que entra una luz difusa, ni de los que tienden trampas a sus lectores. Cabalgando fábulas y hasta desvariando en el límite de lo imposible. El escribe de frente a la vida, en ella. Y aunque por momentos su presencia parece lejana y que escucha distraído, no es así. Tiene la memoria del novelista, que le da vuelta a la historia y te la devuelve como una breve metáfora: se entera de todo. Él es, lo que está en los libros".

¿El instante íntimo de la inspiración? "Un ensayo exige reflexión, meditación, y disciplina, una gran disciplina. Una novela, es muy inquietante porque eres tú con los demás, y esos demás trazan sus propios destinos, sus propias vidas, emociones y reacciones, a veces ajenas a las del autor. Y eso te obliga a reescribir, reelaborar. La poesía es otra cosa. Es como si alguien cantara a mi oído. Siempre pienso en la radio, por eso digo a mis amigos: si sintonizas esas voces tuyas que te hablan en tu lengua, o que han creado un idioma para ti y tu espíritu, es fácil. Para mí lo único fácil es escribir poesía, lo demás siempre me fue difícil."

DE NO EXISTIR LA POESÍA, SERIA UN… ÁRBOL

Y está convencido de que un poeta son muchos poetas a la vez, de que "la escritura es anterior a la palabra, y que lo que el escritor hace es revelar lo ya escrito, Trato solamente de recuperar para mi tiempo y mis amigos, lo que en otros tiempos y para otros amigos fue escrito. De no existir la literatura y la poesía, sería un árbol. Porque me humanizan esos universos ajenos, y me nutro, vivo de ellos".

Cuando usted cumplió los 60, al hablar de los adentros del poeta, de ese mundo maravilloso, lo comparó con un cofre vacío, con una necesidad inmensa de llenarse cada día. Ha pasado el tiempo, ¿Cómo está ese cofre? “Ya estaba lleno en esa época. Nací en Cuba, y lo que ha ocurrido aquí en los últimos años, puede llenar cualquier cofre, el más ambicioso. Y me referiré a dos aspectos que son meritorios de respeto y amor, algo que no existe en ningún lugar, y que la Revolución nos ha dado a todos: educación y salud”.

Creo que no se puede aspirar a más, añadió. En mi recorrido por el mundo, me doy cuenta de lo adelantados que estamos."Unos piensan que no, porque se vive lo cotidiano con afanes, necesidades, impaciencias, pero todo eso está trascendido. Sí, por ejemplo: ¿Qué sería para un escritor, ganar un Premio Nacional de Literatura en un país donde la gente no pueda leerlo porque es analfabeta? ¿Qué sentido tendría?. O no pudieran leerlo porque no se publican esos libros en su país, y son, incluso, escritores de fama internacional. Ahí está la gran ventaja de los escritores cubanos, y el gran riesgo también. Porque si no satisfaces las exigencias de tu lector quedas en el camino".

¿Anhelos dejados en el camino?  "Realmente todo ser humano carga con una dosis de neurosis que produce ansiedad. Eso quizá se llame anhelos en términos metafóricos. Pienso que existe una palabra mejor: aspiraciones. La mía es vivir lo suficiente para ver el logro mayor de nuestra historia que es la consumación de los mejores propósitos de generaciones que han dado, dan y darán su vida por una Cuba dueña de sí misma".

 

Pablo Armando Fernández junto a Miguel Barnet. Foto: Susana Méndez
Pablo Armando Fernández junto a Miguel Barnet. Foto: Susana Méndez

 

El Premio Nacional de Literatura, resulta ¿Un golpe de suerte? “No creo en el azar. ¿El premio lo ha rejuvenecido? Es un momento de reflexión, donde se mezcla la nostalgia, el tiempo pasado, lo vivido... "Yo me enteré desde Italia. Fue una llamada telefónica, hablé con Miguel Barnet, me dijo: eres Premio Nacional de Literatura, fue extraño, y yo que te digo que no creo en el azar, porque me enteré del galardón en una editorial, es significativo, no estaba en un hotel, en una casa de familia, en Jaca Books (editorial) y celebramos con los amigos. Pero a la mañana siguiente me quedé pensando en eso que te decía: en toda mi literatura es como si todo estuviese organizado. En Otro golpe de dados nos enteramos de lo que pasó porque ella ha hecho como Penélope un tapiz, lo narra todo, la escritura la ha hecho con el dibujo, con la imagen plástica, no literaria, y eso ocurrió esa noche. Yo estaba en el lugar que me correspondía estar en una editorial. 

¿Qué más espera de la vida? "A la vida no hay que pedirle, hay que darle,  ¿no te parece?".

Pablo, el amigo, el maestro ya no está físicamente con nosotros, pero mucho le entregó a la vida, a la literatura, a Cuba. Qué más pedir. No te olvidamos.

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