¿Persiste o no el guión en la televisión?


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La programación televisiva del verano ha incorporado nuevos programas, en especial musicales, en los que las nuevas tecnologías han permitido una nueva visualidad más contemporánea. El intento de directores, de construir un show mediático, al que junto a la música se suman otras manifestaciones artísticas, reportajes, interacción con el público y humor, ha querido equiparar los grandes espectáculos que en el mundo se han llevado a la pequeña pantalla. Pero, si tiros de cámara osados, luces inteligentes, escenografías vistosas y conductores más o menos en la cuerda, nos presentan propuestas más atrevidas a lo que tradicionalmente estamos acostumbrados, hay algo que falta para completar el producto y calificarlo de trascendente y esta debilidad está dada en el guión.  

La ausencia de buenos guiones o de buenos guionistas se hace sentir en la televisión cubana, especialmente en la programación musical, los dramatizados y otros que se incluyen dentro de la variada. En estos grandes espectáculos realizados para enganchar al público a la pequeña pantalla, en estos meses de vacaciones, donde muchos permanecen en casa y la programación se convierte en compañía inseparable, hay una falta de coherencia, limitación en los parlamentos y movimientos, entradas sin sentido que desmoronan todo lo que en tecnología se le ha aportado al programa.

No hacemos nada con grandes pantallas de fondo, multitud de luces, escenarios diversos, si todo esto no tiene una justificación especial, no hay excusas para segmentos de humor que no tienen que ver con la columna esencial que debe integrar y dar unidad al espectáculo. Chistes sin sentido que no se imbrican con los momentos musicales, poca versatilidad en los conductores, que en el fondo denotan una ausencia de sedimento cultural. No olvidemos a Germán Pinelli,  detrás de su conducción multifacética, había un hombre en extremo ilustrado. Pero, en esos shows televisivos había un guión y no quiere decir, que estos históricos conductores (Consuelo Vidal, Eva Rodríguez, Germán Pinelli, entre otros), aunque tuvieran determinadas libertades para mover sus diálogos, no se guiaran por esa estructura predeterminada.

Nuestros programas se han convertido en una entrada y salida de personas y agrupaciones musicales, con justificaciones a veces forzadas, y otras sin ninguna, lo que evidencia la falta de un sólido guión. Un artista hace una entrada triunfal a un programa cuando lo están esperando por determinado motivo, para un dúo ocasional o por un hecho que merite esa relevancia, pero esto, que puede constituir una incitación al público, se desvanece cuando la acción no está respaldada por un argumento sólido. Por ejemplo, en estos días de carnaval la irrupción de una comparsa, invadiendo desde la calle a la entrada y de ahí al estudio hubiera sido una justificación válida en  programas que estuvieron todo el tiempo aludiendo a la festividad popular y eso es solo por dar una idea.

En programas en que el humor es el supuesto pilar, son forzadas las situaciones, no se relacionan con el resto del espacio, las orquestas o los solistas solamente son presentados pero no hay interacción de manera más directa con los chistes de quienes se ocupan  de ese toque, lo que evidencia que cada cual va a su aire, y que el supuesto guión, si es que existe, solo enarbola una idea y cada cual aporta sus parlamentos con total libertad. Esto a veces provoca un desnivel entre el grupo de actores.

No considerar el guión piedra angular de un programa puede echar por la borda todo el esfuerzo de un colectivo y de una producción tecnológicamente ideal.  Si la falta de recursos siempre ha sido la justificación para los resultados no favorables de un producto televisivo, en muchos casos es inadmisible escudarse en ello. El programa humorístico Conflicto, con guión de Enrique Núñez Rodríguez, bajo la dirección de Juan Pin Vilar sentó cátedra en la televisión, al tener un éxito inmenso y  emplear una singular economía de recursos escenográficos y productivos. Un grupo de experimentados actores y actrices con un guión impecable y una dirección creativa marcaron un hito en la década de finales de los ochenta y principios de los noventa. Y esto nos da la medida que un buen guión, como base, permite estructurar un buen programa. Por estos días el programa humorístico Vivir del Cuento, su director, Ignacio Hernández (Nachy), y sus guionistas, con apenas un set y algunas escenas en exteriores con mini técnica, han logrado un impacto en los televidentes.

Guiones y guionistas, es algo en lo que la Televisión cubana, debe centrar sus esfuerzos, de ello dependerá mucho los resultados que espera la teleaudiencia.            

            


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