Pincel y Pluma en el Hurón Azul: Nace un artista y el siglo XX


pincel-y-pluma-en-el-huron-azul-nace-un-artista-y-el-siglo-xx

La clara visión y el marcado interés del país en salvaguardar la cultura, lo autóctono, ha promovido la entrega de importantes recursos para la salvaguardad del patrimonio, en primer lugar los monumento  nacionales. Tal es el caso de la casa Museo Hurón Azul, donde viviera y creara diversas obras un cubano artista; pintor y escritor de la vanguardia de su época.

De ello y más se irá relatando en algunos artículos que saldrán a la luz próximamente gracias a la colaboración apasionada y altruista del equipo de trabajo de la Casa Museo, encabezado por su director el Licenciado Alberto Valcárcel Guevara y los especialistas María Hinojosa Hernández, Ekaterine Rodríguez Ciel, Aramís Cué del Cristo y Lázara C. Rivera Sosa. Una verdadera unidad, receptora de estudios de antiguos compañeros, museólogos, investigadores y creadores de nuevos saberes por los muchos años que vienen estudiando la vida y obra de Carlos Antonio Esteban Enríquez Gómez, o simplemente, como más se le conoce, Carlos Enríquez.

Un museo y sus trabajadores forman parte de la ley pedagógica sobre la unidad entre la agencia educativa, la familia y la sociedad. Un museo es una escuela de identidades y Carlos pertenece a todos los cubanos, su obra es parte de nuestra identidad.

Otras fuentes consultadas para este artículo fueron: “The Painter of Cuban Ballads” de J. A. Martínez (2010), “Carlos Enríquez” de Juan Sánchez, entre otras.

Carlitos nació el 3 de agosto de 1900 en la antigua provincia de Las Villas, en un pueblo llamado Zulueta, era, como muchos  del interior del país, de los que crecían poco a poco, partiendo de su calle central y en apiñamiento paulatino de casas de madera, de puntal más bien alto para lograr una temperatura más fresca cerca del suelo al ascender el aire más caliente por su menor densidad y acumularse en las alturas.

Estas construcciones vernáculas con sus techos de tejas y con canales elevadas como guías para aprovechar el agua de lluvia, fueron también vivencias que desde niño el futuro artista viera, junto al taconeo de un zapateo ante una guajira a manera de cortejo y pavoneo, qué quién duda, que en algún que otro momento provocara más de una reyerta  y hasta duelos fatales llevando a algunos de los que sobrevivieron a convertirse en bandoleros.

No menos importante para su formación cultural fue la presencia de animales de corral, de briosos caballos, sus relinchos y el cabalgar enérgico, así como la siempre presencia de árboles en el campo.

También, de las alturas físicas y simbólicas de la palma real cubana, y de la violenta agitación de sus resilientes pencas movidas como molinos por un viento que empuja fuerte, pero que ni las arranca ni las vence.

Podría pensarse que todo aquello impregno en su identidad una fabulosa energía  que después recreará en sus obras, en la virilidad de la bestia y en las voluptuosas ancas de las hembras, con una altivez digna de  infinitos pechos de Managua y de la costilla de Adán y otros más, desafiantes de la gravedad.

Todo, en paisajes diversos, tomando ángulos anchos hasta otros, tan íntimos como pensamiento, y sobre todas las cosas, muy vivos, que van en Carlos desde la plástica hasta las letras y su vida misma.

Carlos nace en un ambiente de apogeo del ferrocarril llevado a la zona para cubrir en un inicio el tramo Caibarién-Zulueta-Placeta, lo cual incrementó la importancia económica de la región y estimuló la producción de azúcar.

Importante también en su formación y propia vida, por partida doble, fue tener un prestigioso médico por padre, y quien al menos una vez lo salvará del salvaje “asno con garras” del general Machado, como lo describiera Rubén Martínez Villena.

Sin embargo, al parecer la mayor influencia artística de Carlitos vino de su abuelo, Carlo Enríquez y López, nacido en 1840 y oriundo de La Habana, quien hizo fortuna en actividades agrícolas. Es posible que su personalidad soñadora lo llevara a regresar a la capital. Todo indica que su afición por la pintura tuvo más influencia en su nieto que la orientación que le diera el resto de la familia hacia las ciencias comerciales  para administrar los bienes de la misma, que se habían incrementados notablemente por ventajosas nupcias de una tía.

Diversos y fuertes fueron los “estímulos” sobre Carlitos para que se dedicara a esos últimos menesteres, incluso la imposición de condicionamientos que postergarían la materialización de su inclinación artística, la que se demostraría más tarde fue su apasionada vocación.

En realidad, en su infancia las aulas no resultaron  todo lo atractivas que la ascendencia hubiese deseado, pues como la cabra, Carlitos, se escapaba al monte. Él, desde los cinco años conoció de los brincos del tibio lomo del caballo, del corretear por los lomeríos y del salvaje sexo entre las bestias. Sintió en su piel el sudor del polvo de la tierra y de las lágrimas del cielo, disfrutó de cuentos de románticos bandidos. Soñó también con sombreros, polainas, cinto y revolver, pero al final prefirió colores y pinceles.

Al terminar la primaria, Carlitos es enviado por su familia a estudiar en La Habana, una de cuyas escuelas fue el Candler College, con la esperanza de que se le domara sus bríos. Incluso cuenta J. A. Martínez que sus condiscípulos le apodaron “mosquito”, por ser delgado y nervioso.

No obstante, su inclinación por la plástica se le “saldría por los poros” y lo llevaría a pintar las portadas de las revistas de la escuela.

Cuenta ese autor, que entonces Carlos hizo amistad con un joven dos años menor que él, que le gustaba el dibujo, apodado piojoloco, como derivación burlona de Pogolotti  (Marcelo), quien también al igual que Carlitos le gustaba la literatura.

Marcelo se convertirá posteriormente en miembro de la primera generación de pintores cubanos. Su obra alcanzará, al igual que la de su amigo de adolescencia, un alto significado en el patrimonio de la plástica cubana y  participará  activamente en la lucha contra la pintura académica, buscando su renovación y la creación de un arte nacional.

En un contexto con antecedentes en la Revolución Mexicana y la Primera Guerra Mundial, el pintor de transparencias vio del entreguismo y la corrupción de los gobernantes en Cuba en la seudorepública, lo que incentivó su espíritu rebelde y marcó su conducta contra lo injusto en los años por venir que le provocarían más de un problema como se conocerá en próximos artículos.

Estos escritos están estimulados por el simbolismo del Hurón Azul y su imprescindible Casa Museo, así como por la necesidad de promover la trascendencia de las historias locales para la forja y enriquecimiento de la identidad cubana y esas, sin dudas, están privilegiadamente estudiadas en los museos locales, que debieran alcanzar un mejor lugar en las políticas de desarrollo municipales y provinciales, por su aporte al pensamiento, a la conciencia, al comportamiento, es decir en la ideología y además, sin pensar en lo más mínimo en lucrar con el sagrado patrimonio, aportar sensiblemente a la economía del país.

Sí, en estas agencias educativas existen cientos de libros de la historia cubana por editar, existes números objetos que pueden ser replicados y comercializados a los visitantes. Hay que liberar aquí también el desarrollo de las fuerzas productivas, de la creación, del encadenamiento productivo a nivel local, con artesanos y con universidades que entre otras muchas investigaciones podrían desarrollar diversas tesis de grado y más. Este tema también merecerá sus comentarios en posteriores artículos.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte