Por Buesa, en Morón y con Abilio


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Por Buesa, en Morón y con Abilio

En torno al 20 de octubre, Día de la Cultura Cubana, se efectuó el 18 Festival del Club de la Poesía Romántica José Ángel Buesa en la ciudad de Morón. Quizás sea el único club de poesía que hay en Cuba, y con seguridad, ninguno, ha celebrado 18 festivales seguidos. Hace dos años estuve allí y se me dedicó, quizás por estar entre quienes rescataron a Buesa del olvido de las publicaciones cubanas. En varias discusiones en los Consejos Editoriales que a finales de los años 80 se celebraban en el Instituto Cubano del Libro con diversas personalidades de la cultura, José Ángel Buesa había sido cuestionado, hasta que al fin se aprobó incluirlo en el plan de la Editorial Letras Cubanas, que poco después se vio sujeto a los avatares de los años más duros del “Período Especial”, cuando no se publicó ni a Buesa ni a casi nadie. Siempre estuve a favor de publicarlo, pues se trataba de un valioso poeta neo-romántico, popularísimo en Cuba, que estaba circulando en ediciones piratas. Me di cuenta de su importancia más allá de nuestras fronteras, cuando en la Feria del Libro de Bogotá me preguntaron por qué en Cuba no se publicaba: no tenía respuesta. Defendí la idea de una antología poética de Buesa, pues independientemente de asuntos subjetivos y extraliterarios ?en que no pocas veces subyacían bajas pasiones como la envidia, pues había sido el único cubano que había vivido, incluso no mal, de escribir poesía?, no había ninguna razón de peso para no publicarlo y sí unos cuantos argumentos para hacerlo, no solo desde su enorme demanda o popularidad y su potencial comercial, sino de sus valores poéticos, independientemente de sus limitaciones ?¿quién no las tiene??, así lo escribí en mi prólogo; a un desconocedor de estos contextos, en el exterior, tal vez le pareciera que me estaba justificando de una falta, cuando en realidad respondía a una fuerte corriente de opinión: una de las tantas batallas internas que hay que librar, unas veces de manera discreta y otras públicas, pero de las cuales, generalmente, casi nadie desde el exterior se entera, al menos en sus momentos más álgidos.

Salí del Instituto Cubano del Libro en 1994 sin que se hablara más del asunto, hasta que me llamaron de Letras Cubanas ?ya trabajaba en Casa de las Américas? para organizar una antología poética de José Ángel Buesa, quizás porque no encontraron a muchas personas dispuestas a hacerlo, o porque recordaban cómo había defendido esa idea por los 80. Disponía de pocos textos para realizarla, por lo que se me ocurrió proponer una estructura que tuviera en cuenta no todos sus libros, pues no los tenía a mi alcance, sino una división temática que contemplaría: dos secciones en que las composiciones privilegiaban la intimidad; otra con la totalidad del que considero el mejor de sus libros, Lamentaciones de Proteo; mientras las “elegías”, los “sonetos” y “nocturnos, baladas y canciones”, completaban la antología. El libro se publicó con el título de Pasarás por mi vida. Antología poética, por la Editorial Letras Cubanas en 1997, con un prólogo mío en que de manera muy general ubicaba el contexto histórico, social y cultural de Buesa, señalaba las características esenciales de su obra y destacaba el valor de su proyección en la cultura cubana, intentando dejar atrás el manojo de prejuicios que se cernía aún sobre el poeta. El libro se convirtió en un volumen muy demandado y tuvo dos o tres reimpresiones, un hecho más bien raro en Cuba, pero solo se distribuyó para el mercado de frontera y se vendió en divisas o pesos convertibles. Casi al mismo tiempo apareció por Ediciones Matanzas una antología prologada por Carilda Oliver Labra, quien conoció personalmente a Buesa; y vinieron otras después, como las de Ediciones Damují (Rodas), la Editorial Mecenas (Cienfuegos), la Editorial Sanlope (Las Tunas)…, vendidas en pesos cubanos, pero de manera local o territorial. Solo en 2011 pudo ser reivindicada nacionalmente, de manera accesible a todos, como se merece la figura de José Ángel Buesa, con la excelente edición de Virgilio López Lemus, quien también firma el abarcador y oportuno texto que la precede, el estudio más completo que se ha realizado en Cuba sobre la vida y obra del poeta, y que lo contextualiza con precisión en su época, indaga y profundiza en sus difíciles relaciones con paradigmas de la cultura cubana, ahonda con amplitud en los valores de la poesía neorromántica en la Isla  ?relegada o poco estudiada en nuestras escuelas, una especie de alergia de la modernidad transmitida a los post?, establece un justo equilibrio de su alcance y valores, e incorpora y completa casi toda la obra poética de Buesa. Con justicia, el 18 Festival del Club de la Poesía Romántica José Ángel Buesa, fue dedicado a Virgilio López Lemus.

Afortunadamente, Virgilio y yo pudimos asistir y comprobar el extraordinario poder de convocatoria que tiene el Club; el programa en Morón atestiguó la popularidad del festival y el entusiasmo de la ciudad en torno a él. Su inauguración desplegó un encuentro con las personalidades y autoridades del municipio frente a la célebre estación de ferrocarril, patrimonio de la nación; un monumental desfile que sumó a los bomberos con sus sirenas y a la policía motorizada, que protegió a la multitud por la calle principal de Morón; una cabalgata cuyos jinetes portaban la bandera cubana agitada en medio de la alegría; una caravana de bicitaxis adornados con globos y serpentinas de colores; carteles y vallas llevados por jóvenes y ancianos que saludaban al Festival, al Club y nos daban la bienvenida; niños engalanados con ramos de flores para José Martí ?una parada solemne en el parque que lleva su nombre para dejar la ofrenda?; personas disfrazadas de personajes legendarios y la banda municipal que interpretaba canciones, convertida al final en una orquesta charanguera que aceleró el ritmo del desfile para llegar a la Casa de la Cultura con una multitud que terminó bailando conga, todos en torno a un proyecto capaz de generar felicidad y apoyar la espiritualidad que siembra la poesía en quienes la disfrutan. No he visto eso en ningún lugar; nunca la poesía, especialmente la romántica, ha convocado a tantas personas con tanto frenesí y colorido. En Morón se ha sintetizado una celebración por la poesía que resulta inédita en la programación de las instituciones. Al festival se sumó Larry Morales, de la Fundación Nicolás Guillén, un prestigioso proyecto sociocultural alrededor de la literatura, la música y las artes plásticas; al patio de la casa de Larry, sede de la Fundación, han asistido más de 170 personalidades para sentarse en La Hamaca, un espacio ya tradicional en Morón, en el que responden preguntas diversos visitantes a la ciudad ?esta vez fuimos Virgilio y yo fuimos los interrogados. Entre otras acciones, la fiesta del Club contempló conferencias ?más bien conversatorios? en el Museo Caonabo, una institución bien organizada y eficiente que dirige Galia Castillo Martínez, y en la Casa de la Cultura, con un público diverso y entusiasta; el programa, que gozó de gran participación popular, se enriqueció con temas como la vida y la obra de Buesa, el neo-romanticismo en la poesía y las relaciones entre poesía amorosa y canción romántica; recitaciones, representaciones a cargo de niños y jóvenes, canciones de amor interpretadas por aficionados y profesionales, ruedas de casino y hasta muestras del humor campesino. El cierre del Festival dejó un aliento de felicidad inolvidable.

El autor intelectual, organizativo, ejecutivo y de producción de este amplio y multipinto Festival es Abilio Darias, también presidente, posiblemente “vitalicio”, del Club de la Poesía Romántica José Ángel Buesa; su iniciador cuando trabajaba en el ferrocarril y continuador hasta el momento, cuando atiende su finca. Se trata de un ferroviario-campesino ?o al revés, un campesino-ferroviario?, sabio guajiro, recitador de poemas de Buesa o de Juan de Dios Peza, improvisador de discursos en que incluye citas de Marco Aurelio y José María Vargas Vila, repentista para ocasiones oportunas y precisas, cuentista siempre y sobre todo en las despedidas, decidor de los más imaginativos piropos a cuanta mujer tenga delante —no importa que sea policía o catedrática?, personaje “feijosiano”, al decir de Virgilio. Abilio puede llevar cerca de una docena de encargos y ocupaciones en la mente cuando camina por las calles de Morón, y apenas puede bajar su mano en alto, pues no para de saludar y preguntar por enfermos o por situaciones de las personas con quienes habla, recuerda el mínimo detalle que le preocupa a cada cual y se pone en función de él, como si fuera rey mago; se trata de un promotor natural de la vida y de la cultura, pendiente de los demás, y siempre dispuesto si de servir al prójimo se trata. Él nos pedía que en nuestras intervenciones nos refiriéramos a la importancia de apreciar la poesía para mantener un comportamiento espiritual hacia los demás, que insistiéramos en la necesidad de librar una permanente batalla a favor de las buenas costumbres, el saludo correcto, la urbanidad y la decencia, el respeto no solo a las autoridades sino a todo el mundo, las mejores maneras de llevar las relaciones humanas, porque cree firmemente que las posibilidades espirituales que abren el conocimiento y el disfrute de la poesía, implican también a las formas más refinadas de educación formal, una pérdida de la que se lamenta. Por esta razón, a los niños y jóvenes que están en el Club, se les enseña constantemente un comportamiento que hasta los mayores han ido olvidando. He visto a Abilio no solo recoger un vaso plástico abandonado, sino en ese momento arengar sobre la importancia del reciclaje; lo he visto ocuparse de que todos los asistentes a los actos tengan dónde sentarse, y para ello consigue bancos hasta en el Club de Ajedrez, con muchos seguidores que cargan y saben que deben devolverlos, sanos y salvos, al mismo lugar donde los tomaron; he constatado que su natural manera de actuar tiene que ver con lo que los ingleses llamaron civil servant, ese “servidor público” definido después de la Revolución Industrial y que poco a poco fue malográndose, al punto que ahora se le conoce como “empleado público”. Su joven secretaria, la bella Keila Barrera, me confesó que a Abilio había que hacerle caso porque predica en cada instante con el ejemplo personal.

Valió la pena rescatar la obra poética de José Ángel Buesa, que además de completar los estudios literarios en el país, ha contribuido indiscutiblemente a proporcionar una suma de felicidades a quienes la disfrutan. Virgilio López Lemus conversó conmigo sobre la utilidad de invitar al hijo dominicano de Buesa a Cuba, para que vea con sus propios ojos la recepción de la obra de su padre en su patria, y ojalá que para esa ocasión pueda publicarse Año bisiesto, una suerte de memoria autobiográfica, que revela no pocas informaciones y reflexiones. Valió la pena estar unos días en Morón, ciudad amable cuyos habitantes tienen por lo general una doble fuente de sustento, pues su vida económica se divide entre los que viven de la tierra y los que viven del turismo en los cayos, pero unos y otros disfrutan a plenitud de la belleza y la satisfacción que brinda la poesía de amor, y por esa razón, estén o no en el Club, asisten a muchas actividades programadas por él. Las autoridades partidistas, gubernamentales y culturales de Morón pusieron a disposición del Festival la Radio Morón ?donde Abilio y su Club tienen un programa hace 14 años? y la televisión, con entrevistas y reportajes; la Dirección de Cultura y su director, Mario M. Cervantes, estuvo al frente en el apoyo de todas las actividades; cada persona, con su cuota de poder o buena voluntad, colaboró para que el Festival funcionara bien y fuera un éxito, sin ningún recurso otorgado, un verdadero ejemplo de austeridad y buenos resultados culturales y sociales. Por último, valió la pena comprobar otra vez que existen personas como Abilio Darias, un hombre amado por su pueblo, un verdadero ejemplo del servidor público en el más estricto significado ortodoxo e histórico del concepto, un contenido para rescatar y un ejemplo no solo en las actividades de un club de poesía, sino en todo el dinamismo de la sociedad civil del país.


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