Premio Nobel de la Paz o el eufemismo innoble del crimen y la guerra


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Mientras en el mundo muchos luchan por la supervivencia, sea por combatir la COVID 19, o por obtener un plato de “algo” para darle de comer a sus hijos, o por el desarrollo de su comunidad y de su país, otros se dedican a ultrajar a la especie humana.

El desprecio a la vida de los otros y la humillación de los demás, sobre todo si son pobres, negros, hispanos, mujeres o discapacitados, entre otros grupos o “razas” “inferiores” son rasgos distintivos del abuso de algunos que se consideran, o al que consideran superhéroes, del tipo europeo. Ah!, sí; si es rubio, bien rubio de pelo (no de apellido, ese no cuenta), de ojos azules y de piel bien blanca, bien blanca y mientras más “pura”; pues inmejorable.

Quizá de la supuesta “raza aria”… es un detestable ejemplo, nada científico, de la “raza pura”. Ello está aún reciente en la historia de la humanidad, y, ¡cuidado!, ese concepto ha sido usado para legitimar postulados racistas, militaristas y de supremacía blanca, entre muchos otros crímenes. ¿No fue acaso la “filosofía” del nazismo surgido del propio asesinato de su gente? Y que después reprodujeran con millones de ciudadanos inocentes del mundo.

Veamos la propaganda “sutil” de no pocos de los inocentes filmes de factura norteamericana y que tenemos, para algunos, el desagrado de ver en Cuba en muchos de las películas del sábado. Lo mismo, con lo mismo, el mismo perro con ¿diferente? collar. Violencia vs violencia, y ojo también, eso contribuye a la ¿formación? del vidente.

Así entonces, blanco o blanca con buena presencia, preferiblemente ojos claros, inteligente (manipulador), buena casa, buen coche. No se le va hacer propaganda a marca alguna (pero todos conocen las principales) y que en algún momento de la película reciben un “closed up” para “promoción” y este héroe o heroína es también capaz de cometer “algunos excesos”, que se justifican en aras de la “justicia”.

Recuerdo cuando era niño, antes de 1959 exhibían por la televisión unos programa de “lucha libre”, que eran tan espontáneos y nada “arreglados” como lo son los programas de TV donde la gente se degüella y denigra moralmente con tal de ganar algunos dólares en muchas de las televisoras del mundo.

¡Qué pérdida de valores! Muchas veces son adultos hispanoparlantes latinos, que “usan” los dueños de las cadenas televisivas para crean audiencias y ganar dinero y donde se produce el rejuego “atractivo” no importa que se denigre al latinoamericano dando la imagen humillante de la actuación moral baja, propia de “una raza inferior”.

Pues, volviendo a la lucha televisada de los 50, recuerdo al menos tres personajes. Los dos más destacados: Míster Cánada (sí, el acento está bien puesto) y Míster América, preferiblemente rubios, fortachones, de pelo lacio, y al menos, uno de ellos rubio platino.

Cada vez que veo al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica me lo recuerda. ¿Quizá un ancestro también actor…? Puesto que aquellas peleas eran una completa farsa, que desafortunadamente muchos se la creían, como ahora, la farsa del actual actor y peligroso presidente imperial.

Y el tercero, la amenaza “roja”. Vaya, que casualidad, roja, como llaman a los revolucionarios, cuando son verdaderos, aunque también le dicen radicales extremistas, al igual que a los comunistas. Por supuesto, todo lo que huela a posiciones firmes, profundas, en defensa de los pobres y los desposeídos es un extremismo… también son tildados de politicismo y de ideas ya pasadas de moda…

El tema estaba en que aquella amenaza roja, la de la televisión, peleaba sucio, hacía trampa y todos o casi todos la detestaban. ¿Tendría un carácter educativo aquello para denigrar los movimientos o a los individuos de izquierda? Yo tomo partido y considero que sí.

La propaganda goebbeliana o dulleliana es además de más fuerte, también más elaborada y sutil y con muchos más recursos. ¿Creen que fue casual y que es pura coincidencia? Huelgan los comentarios…

Entonces, como catalogar la propuesta de un diputado noruego, según se dice en algunos medios de prensa, sobre otorgarle el premio Nobel de la Paz a Donald Trump por “sus esfuerzos para ayudar a negociar el acuerdo de paz entre Israel y Emiratos Árabes Unidos”.

Si no fuera algo tan descabellado podría dar risa.

¿Inocencia? ¿Ignorancia?

Podrá haber tenido muy buenas intenciones Albert Nobel cuando propuso otorgar este premios “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”. ¿Qué diría de su noble idea este señor?

Ojala la sensatez y el decoro prevalezcan sobre intereses electoreros y macabras políticas internacionales.

Sería tal el  desprestigio del premio que el mismo se desmoralizaría en una vertiginosa carrera de autoextinción, al menos para la mayoría de la humanidad de las actuales y futuras generaciones.

El premio podría salvarse, si prestigiando las causas nobles se prestigia a sí mismo. Si reconociera la participación de los países que trabajaron dura e inteligentemente en el proceso de paz en Colombia, aunque los gobernantes de Colombia no estén a la altura de lo acordado.

Se prestigiaría si como paladines de la paz reconociese a los médicos cubanos que desde la Brigada internacional Médica Especializada en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias, “Henry Reeve” y desde otras muchas acciones de la solidaridad de la salud pública cubana hayan salvado y siguen salvado vidas con sus filas de batas blancas.

Los médicos cubanos, y todos los que contribuyen a esas acciones, que ayudan, en los lugares más abandonados del mundo, a materializar estos resultados, sin importar riesgos, ni sacrificios y llevan el mejor mensaje de paz, el mensaje de la vida.

También recibiendo numerosos estudiantes en Cuba para aprender algunas de las especialidades que se imparten en la Escuela Latinoamérica (Mundial) de Ciencias Médicas (ELAM) y en hospitales, policlínicos o consultorios médicos que son también aulas donde aprenden y practican estos estudiantes internacionales.

Ojalá los ilustres señores del Comité Nobel Noruego del Parlamento Noruego hagan justicia. 

Por el momento ¡tengamos fe!


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