Presentado en el Sábado del Libro “Asir la luz. José Martí y Vasili Vereschaguin”


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Fotos: Cortesía de la autora.

En el más reciente Sábado del Libro fue presentado el volumen Asir la luz. José Martí y Vasili Vereschaguin del filólogo, diplomático y escritor cubano Blas Nabel Pérez Camejo.

El ensayo, publicado por la editorial Oriente, reúne las opiniones del autor acerca de la obra del pintor ruso, datos acerca de su activa vida, y cita de manera comentada y amena las valoraciones que el Apóstol vertiera sobre la importante producción pictórica de este artista de la plástica, catalogado como uno de los más importantes representantes de la manifestación en Rusia.

Sobre el texto se expresaron el periodista y crítico Fernando Rodríguez Sosa y el joven investigador David Leyva, los que coincidieron en la valía de este libro que trae al presente a esta figura que estuvo vinculada a la historia de Cuba, país que visitó en tres ocasiones en los inicios del siglo XX, y que es prácticamente desconocida en el contexto cultural cubano contemporáneo.

Rodríguez Sosa precisó que el título del libro se debe al artículo martiano «La exhibición de pinturas del ruso Vereschaguin», aparecido en el periódico La Nación, de Buenos Aires, el 3 de marzo de 1889, y en el cual el poeta señala: «Grande es asir la luz pero de modo que encienda la del alma».

Consideró, en cuanto a este texto, revisado en el libro por Blas Nabel, que es  una importante fuente referencial sobre la obra de Vereschaguin y sobre los juicios del arte que legó Martí; «es una verdadera joya desde el punto de vista del ejercicio del criterio».

Más adelante, aseguró que el libro contiene un grupo de acertadas apreciaciones del autor sobre la obra del artista ruso y que es una sustancial y documentada investigación, estructurada en dos capítulos: el primero dedicado a la vida y obra del pintor y el segundo a reflejar el pensamiento martiano acerca de las piezas y series del mismo, y que cuenta además con un anexo gráfico que reúne un grupo de importantes obras reproducidas a color.

Comentó entonces Rodríguez Sosa algunos datos biográficos de Vasili Vereschaguin (1892-1904), que aparecen en el libro, como sus estudios de pintura en San Petersburgo y luego en París, y su incorporación al ejército ruso en sus campañas en Asia Central (1867-1869) y en los Balcanes (1877-1878) en calidad de pintor oficial de las fuerzas armadas.

El tema bélico es el esencial de su obra, a partir de una posición contraria y con un sentido pacifista y humano que lo sitúa siempre al lado de las víctimas; otros de los  importantes asuntos de su producción son el paisaje y también los personajes, todos concebidos con un gran realismo.

Enfatizó en algunos de los elementos que Blas Nabel subraya en su volumen, como es el hecho de que el lienzo Apoteosis de la guerra, de la serie Bárbaros, realizado por Vereschaguin en 1871, es considerada su obra mayor y una de las cien mejores de la pintura universal.

Por supuesto se detuvo en la relación del artista con Cuba, y sus visitas a La Habana y fundamentalmente a Santiago de Cuba, signadas estas por el interés de llevar al lienzo la Guerra hispano-cubano-norteamericana desde una reconstrucción según las memorias de los testimoniantes, resultado de lo cual es una serie de pinturas que se conservan  hoy en Ucrania.

Vasili Vereschaguin falleció el 13 de abril de 1904, a consecuencia del hundimiento del acorazado ruso Petropavlosk, el 31 de marzo de ese año, en el cual viajaba, y que estalló en el Puerto Arturo, puerto colonial ruso en Manchurria, China, que se encontraba minado por las fuerzas japonesas, en lo que constituyó uno de los episodios más relevantes de la guerra ruso-japonesa.

Fernández Sosa afirmó hacia el final de su intervención: «Pienso que la publicación ahora en Cuba de este libro es un acto de justicia», pues, aseveró, «es un texto que no solo analiza las reflexiones martianas sobre este pintor sino que enriquece la bibliografía del más trascendental de los cubanos y la de este importante creador ruso».

Por su parte, David Leyva, dio lectura al texto «Vereschaguin, Martí y Cuba» que dedica a examinar las estimaciones de Martí sobre la pintura del ruso y que Blas Nabel relaciona en su libro. Un estudio completo que Leyva inicia suscribiendo que «el arte y la cultura entrelazan mejor a los pueblos que los acuerdos políticos»; en este ensayo, el investigador contextualiza las interpretaciones martianas de los lienzos que observa, y enfatiza en que tanto el poeta cubano como el pintor ruso fueron geniales observadores de finales del siglo XIX; «mucho antes de que Rusia y Cuba estrecharan lazos de amistad como naciones, ellos, con sus respectivos talentos se unieron en la convicción de amar a la Patria y a las clases desposeídas de sus sociedades».

Recordó Leyva que con las críticas de Martí a las pinturas de Vereschaguin, se cierra el ciclo de los grandes estudios de artes plásticas de finales de la década de 1880, realizados por Martí; «se trata de una etapa irrepetible, donde se reafirma su sensibilidad observadora y el gran instrumento del lenguaje, que ha logrado adquirir, gracias sobre todo a ese constante ejercicio suyo de ver obras de arte», asevera.

Realzó asimismo que Blas Nabel es la voz más autorizada sobre el vínculo Vereschaguin, Martí y Cuba por su dominio de la lengua rusa y por su incansable indagación sobre las pinturas del artista, lo cual, opinó hacen que sus textos tengan un apreciable valor para el lector.

El autor al dirigirse a los presentes explicó que dedica su libro a la heroína y prestigiosa intelectual cubana Martha Arjona que, devela, es la genuina inspiradora del  mismo.

Expuso de igual manera que en el año 1984, luego de haber comenzado la redacción de este ensayo, arribó a Moscú para localizar el paradero de las pinturas que describía Martí que no se sabía dónde se encontraban, y que fue el propósito fundamental del libro.

Narró algunas anécdotas relacionadas con su investigación y con la vida y la obra artística de Vereschaguin, el cual, advirtió, no solo hizo referencias a Cuba en sus pinturas sino que también tomó notas de sus visitas a la Isla, que salieron a la luz en forma de comentarios, en una publicación periódica rusa en 1902, donde relata sus impresiones de La Habana de principios del siglo XX e interpreta correctamente la correlación de las fuerzas políticas de la época.


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