Primer exilio de Martí en España: Pasión por Zaragoza


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En dos ocasiones estuvo José Martí exiliado en España, nación de la que eran originarios sus padres (Doña Leonor, de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, y Don Mariano, de Valencia). En su primer destierro, durante cerca de cuatro años, vivió en modestos apartamentos y habitaciones rentados en Cádiz, Sevilla, Madrid y Zaragoza, y unos dos meses, en su segunda deportación, en  Santander y Madrid. Con anterioridad durante su infancia estuvo unos dos años con sus progenitores en Valencia, donde vino al mundo una de sus hermanas.

A pesar de su férreo enfrentamiento a la cruel dominación española en la Mayor de las Antillas, nuestro Apóstol  amaba y respetaba la tierra natal de aquellos que le dieron vida.  En su célebre discurso pronunciado en Tampa, Estados Unidos, el 26 de noviembre de 1891, entre los emigrados, reproducido bajo el título de  Con todos y para el bien de todos expresó: “Al español liberal y bueno, a mi padre valenciano, a mi fiador montañés, al gaditano que me velaba el sueño febril”. Sin embargo, de todas las ciudades recorridas por el Maestro en la península ibérica, fue Zaragoza donde tal vez se consolidó su espíritu rebelde y humanístico, fue en esa pintoresca urbe e aprendió a amar a una mujer y concluyó sus estudios universitarios. Amaba a la capital de Aragón, “la tierra amarilla que baña el Ebro lodoso” con particular devoción, motivo que inspira estas líneas.

Antecedentes del exilio

Tras los sucesos del Teatro Villanueva, el 22 de enero de 1869, el gobierno colonial español, con el apoyo de los voluntarios,  desató una ola de detenciones contra algunos sospechosos de infidelidad a la Corona. Esa noche, el adolescente José Martí se encontraba junto a su amigo Fermín Valdés Domínguez en los preparativos para imprimir el periódico La Patria Libre —que solo constó con una edición al siguiente día—, motivo por el cual no estuvieron presentes en la representación escénica que exacerbó los ánimos de los cubanos que se encontraban en el coliseo  y ocasionó la revuelta que concluyó con varios muertos y heridos y numerosas detenciones.

Como parte de esa redada para capturar patriotas, poco después las autoridades españolas emprendieron un violento registro en la casa de Fermín, donde hallaron una carta que Martí le escribió a su condiscípulo Carlos de Castro, a quien calificaba de traidor y “apóstata” por no colaborar con la lucha independentista insular y, por el contrario, solicitar su ingreso al ejército español en el execrable Cuerpo de Voluntarios.

Ambos jóvenes (Martí y Fermín) fueron a juicio por “sospechas de infidencia” y condenados a prisión.

El 21 de octubre de ese mismo año, José Martí es conducido a la cárcel con una pena de seis años; mientras que a su amigo le impusieron seis meses. En abril de 1870, del presidio de la calle Tacón —donde ambos estuvieron— el lúcido muchacho lampiño de barba fue llevado a la Brigada Primera de Blancos del presidio modelo de La Habana. Le rasuraron los cabellos y le pusieron un grillete desde la cadera hasta el tobillo de la pierna derecha.

Fue obligado a trabajar en las tenebrosas canteras de San Lázaro donde, casi un niño, realizó trabajos forzosos. Su cuerpo aún no estaba preparado, físicamente, para las prolongadas faenas ni el uso de grilletes. Sus menudos pies, no soportaban el peso de aquellos hierros que lastimaban sus maléolos; en tanto las cadenas le producían constantes golpes en la zona pélvica que le causaron un severo  padecimiento de sarcocele del que fue operado, tiempo después, tres veces durante su exilio en España, y una cuarta ocasión en México, donde finalmente le extrajeron un tumor del testículo. De aquellas dolencias padeció el Apóstol de por vida, muchas veces con dificultad para caminar y otras en cama por prolongados espacios de tiempo.

Doña Leonor y Don Mariano sufrían el progresivo deterioro del amado hijo en las infernales canteras. Con angustia y desvelo recurrieron una y otra vez a las autoridades para pedir indulgencia, sobre todo la impaciente madre quien suplicó al Gobernador Superior Civil que tuviera piedad por el adolescente; en tanto su padre igualmente hizo gestiones ante el Capitán General de la Isla. De tal modo lograron que su querido Pepe fuera trasladado a la cigarrería del presidio. En el mes de septiembre lograron el indulto.

Rumbo a España

Luego de un año de tortuosa existencia en las canteras de San Lázaro,  en octubre de 1870 José fue llevado para la Finca El Abra, en Isla de Pinos, terreno propiedad de un amigo de su progenitor donde permaneció hasta diciembre de ese año. Retornó brevemente a La Habana y como exiliado, el 15 de enero de 1871,  partió hacia la península en el barco Guipúzcoa, el cual arribó a las costas de Santander, Cantabria, el 1 de Febrero de 1871.

De la nave, confundido entre los numerosos pasajeros, descendía un simpático joven de pelo rizado, entre cuyos mechones asomaba el inicio de una calvicie que dibujaba una frente amplia. Era el extraordinario cubano nombrado José Julián Martí Pérez, nacido en La Habana el 28 de enero de 1853 y que durante la travesía del buque, en alta mar, había cumplido los 18 años de edad.

En la vida del extraordinario joven comienza una etapa de luces y nostalgias (por la patria, por sus padres, por su pueblo), de amores y dolencias físicas —motivadas por las secuelas de los grilletes—. Prontamente se trasladó a Madrid donde se le unió su entrañable amigo Fermín, para iniciar ambos un periplo por varias ciudades ibéricas.

En Madrid

Antes de detenernos en la vida del Héroe Nacional en Zaragoza, vale destacar algunas eventualidades que caracterizaron su paso por la capital española, donde inmediatamente localizó a su compañero del colegio Anacleto, de La Habana, Carlos Sauvalle, igualmente deportado, quien le tendió la mano y lo puso en contacto  con los círculos de exiliados en Madrid. Poco después publicó el conmovedor texto titulado Castillo, en evocación al brigadier revolucionario Nicolás del Castillo, preso político de 75 años, condenado a diez años de trabajos forzados. En ese escrito acusó con agudeza la opresión del gobierno colonial hacia el pueblo cubano y denunció la inaceptable condena al patriota preso: “Sabía yo que allí se nos castigaba; sabía que se nos trataba con crueldad; pero no podía creer, ni que la crueldad llegara a tal refinamiento, ni que el castigo llegara hasta la iniquidad”.

También vio la luz su valiente ensayo El presidio político en Cuba en el cual se preocupa por el destino de sus compatriotas condenados a prisión acusados de luchar por la independencia de Cuba; en tanto comienza a desarrollar una fértil actividad política cuyo mayor revuelo trascendió durante su sonado enfrentamiento al periódico La Prensa, al esclarecer los verdaderos motivos que condujeron al fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina en La Habana.

La citada publicación madrileña aseguraba que tan aborrecible crimen se produjo como castigo a los jóvenes educandos universitarios por haber profanado la tumba del periodista Don Gonzalo de Castañón, infame afirmación que Martí impugnó asegurando que ese hecho se produjo debido a la deshonra del ejército español tras los éxitos militares de los mambises insurrectos  en el Oriente cubano durante la Guerra de los Diez Años.

En Madrid, además, inició estudios de derecho en la Universidad Central a la vez que, junto con Fermín,  colaboró  con diversos grupos de españoles progresistas con los que  debatió sobre temas de política y filosofía.  También en esta ciudad comenzó a interesarse por la masonería, en tanto visitó museos, lugares históricos y participó en tertulias sobre literatura, a la vez que se inscribió en el Ateneo de Madrid, donde a través de un mínimo ingreso monetario podía acceder a la extraordinaria biblioteca y a la sala de estudio donde permanecía prolongadas horas y redactó varios de sus textos.

Aficionado al periodismo desde su niñez, Martí publicó artículos y reseñas que fueron bien acogidas por los lectores de influyentes publicaciones como La Soberanía Nacional, de Cádiz; La Cuestión Cubana, de Sevilla; El Jurado Federal, de Madrid; y La República, de Nueva York.

En sus escritos eran recurrentes las críticas a la dominación española en la Isla, la crueldad del Cuerpo de Voluntarios y el régimen de opresión colonial en que vivían sus coterráneos. Sin embargo, el joven intelectual y revolucionario nunca profesó odio hacia los españoles, porque estaba convencido de que “la única fuerza y la única verdad que hay en esta vida es el amor. El patriotismo no es más que amor, la amistad no es más que amor”.

A propósito de los acontecimientos del 11 de febrero de 1873, cuando el rey  Amadeo de Saboya abdicó y el Senado y el Congreso se instituyeron en Parlamento y se proclamó la República española, José Martí escribió el artículo titulado La República Española ante a la Revolución Cubana, el cual hizo llegar a todos los integrantes del nuevo Gobierno donde subrayó el derecho legítimo de los cubanos a ser libres e independientes de la dominación impuesta a la Isla por España.

Zaragoza: Los mejores y más emotivos momentos

Los mejores y más emotivos momentos de su vida en el exilio los experimentó José Martí en Zaragoza, a  donde llegó en mayo de 1873 y vivió durante 18 meses, la mayor parte del tiempo en un modesto apartamento ubicado en la calle de las Platerías (actualmente denominada Manifestación) número 13. Acompañado de Fermín, en ese lugar sintió calor familiar gracias al afectuoso trato del dueño de la pensión, lo cual le estimuló a continuar sus estudios iniciados en Madrid. Matriculó Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza, en tanto terminó sus estudios de bachiller, los cuales había dejado inconclusos al ser apresado en La Habana.

Aún atormentado por sus padecimientos físicos ocasionados por el uso de los grilletes y por sus  recurrentes ataques de tos, tal vez    producto del polvillo que se desprendía de las canteras, Martí pretendía encontrar en Zaragoza mejor clima para sus enfermedades. Tenía entonces 20 años de edad y se enfrentó a una convulsa situación política derivada de las pugnas entre monárquicos y republicanos. Toda España vivía grandes tensiones. Los zaragozanos invadieron las calles de la ciudad en busca de armas; hicieron barricadas y eran recurrentes los combates.

Aquellas experiencias, más la compleja situación en España a lo que se unieron los problemas en las colonias y los escándalos internos, consolidaron aún más el carácter independentista y humanístico del joven, quien comenzó a destacase dentro del periodismo de esa urbe a través de sus escritos aparecido  en el periódico Diario de Avisos de Zaragoza, de tendencia republicana.

Cada día, acompañado de su inseparable amigo Fermín, recorrían las estrechas calles de Zaragoza: "Cuando termino mis clases en la Universidad, me gusta pasear por la plaza del Mercado y llegar a la animada calle Platerías. Y ahí, no muy lejos de las ruinas romanas vivíamos como en familia. Mis días en la Pensión Don Félix fueron los más felices de mi vida estudiantil. Don Félix era nuestro amable y servicial casero, además de padre de dos bellas hijas."

Una ciudad para disfrutar

Además de sus debidas asistencias a la vetusta Universidad, ambos cubanos disfrutaban asimismo de la belleza del paisaje y de la arquitectura de la Plaza de la Justicia, del Paseo de Alfonso I, las ruinas de la ciudad romana de César Augusta, la Puerta del Carmen, las márgenes del río Ebro, la Basílica del Pilar y la Catedral de la SEO, donde admiraba los frescos pintados por el maestro aragonés Francisco de Goya y Lucientes. “En Zaragoza jamás nos creímos deportados, ni en tierra extraña”, expresó Valdés Domínguez en sus memorias. Sin dudas, entre los dos exiliados y Zaragoza se estableció una suerte de mágico encantamiento, de amor y respeto que trascendía a cálidos sentimientos de fraternidad y gozo espiritual.

En Apóstol aprovechó el tiempo al máximo con el fin de poder asistir, además, a las tertulias literarias organizadas por los escritores aragoneses Marcos Zapata y Eusebio Blasco, así como a cosechar buenos amigos, sobre todo entre la intelectualidad, en tanto frecuentaba el Teatro Principal, donde gracias a su amistad con algunos de los actores,  él y Fermín disfrutaban de los espectáculos desde una posición predilecta: el palco 13.

Sus estrechos vínculos con el coliseo se evidenciaron cuando en  diciembre de 1873 los versos de Martí se unieron a las dos coronas de plata con que el Teatro Principal obsequió al actor y director Leopoldo Burón, para el que estaba escribiendo, además, el drama La Adúltera, una obra polémica y moral, donde retrata diferentes aristas de la especie humana a través de personajes (el marido, su mujer, el amante y un amigo) de marcado carácter alegórico. Consta de tres actos y la trama recrea un amor lleno de dudas.

El joven Martí conoce el amor profundo

En una de sus visitas a esa suntuosa sala, aún en activo, durante la escenificación de la obra, Martí cruza recurrentes miradas desde su palco con una hermosa rubia sentada en la platea. Ella, ruborizada, al percatarse de que había sido descubierta trata de rechazar el encuentro visual, pero la fuerza del amor la traicionó. En el primer entreacto fueron presentados, nacía así un gran amor que conservó el cubano hasta el fin de sus días.

La muchacha, Blanca de Montalvo, llenó de cariño y amor a José Martí. Juntos paseaban por los callejones zaragozanos y pasaban horas sentados en la Plaza de la Justicia, muy cerca del lugar donde vivía el extraordinario revolucionario e intelectual cubano, quien le hablaba con dulzura y respeto sobre la vida y su ideario independentista, así como de Cuba y de su pueblo. Desde su posición en aquel banco ubicado frente a la iglesia de Santa Isabel, se deleitaban admirando la belleza de la escultura La Samaritana, la cual hacia poco tiempo había sido instalada allí.

Algunas veces acompañados de Fermín, también les gustaba pasear por la suntuosa explanada de la célebre basílica barroca Nuestra Señora del Pilar, un famoso sitio de peregrinación con un santuario de la Virgen María y varias cúpulas, situado sobre el río Ebro, en el centro de la ciudad, e igualmente disfrutaron de la belleza del estilo mudéjar que combinan la arquitectura islámica y gótica, a la vez que conocieron de la calidad y soberbia manufactura de la alfarería, así como el imponente palacio morisco del siglo XI, y la Catedral del Salvador.

En ese tiempo, además del drama simbólico La Adultera, Martí escribió y publicó el libro La Republica Española ante la Revolución Cubana y la obra de teatro Amor con amor se paga.

Amor con celo casi maternal

Blanca mimaba a Martí, y con celo casi maternal vigilaba su salud con esmero. Le daba masajes en las aún adoloridas zonas de su cuerpo y le hacía te de violetas para aliviar  la tos. Ambos vivieron extraordinarios momentos de pasión y amor que el Apóstol llevó a sus Versos sencillos: “Para Aragón, en España,/ tengo yo en mi corazón/ un lugar todo Aragón,/ franco, fiero, fiel, sin saña./ Si quiere un tonto saber/ por qué lo tengo, le digo/ que allí tuve un buen amigo,/ que allí quise a una mujer”.

Los historiadores aseguran que Blanca nunca olvidó a Martí. Con el tiempo ella contrajo matrimonio con el médico Manuel Simeón Pastor y Pellicer, y a su único hijo, nacido un año después de la muerte de Martí en Dos Ríos, lo nombró José. En 1875, cuando el Héroe Nacional de Cuba se encontraba en México le dedicó un cuento a su inolvidable amada, el cual publicó sin firma en la Revista Universal, de México, el 17 de octubre de ese año:

“Mi Blanca: A las ocho y media empiezo a escribir para ti esta brevísima historia—feliz ya, porque nace de tu cariño y tu deseo.

“Espacio estrecho es una hora, y cosa rápida y risible ha de ser todo lo que en ella precipitadamente escriba yo. Tiempo, papel—todo es estrecho para este poderoso amor que vive en mí.

“Llueve copiosísimamente; llueve sin cesar. Es, Blanca mía—y no te rías—que el cielo mismo frunce el ceño, y se pone mohíno, y llora, porque no hemos podido hablarnos hoy. Tú eres el cielo.

“Mi prólogo, extravagante en verdad, te dice aquí adiós.

“Tú esperas un cuento; yo no puedo hacerte esperar: allá va a ti”.

Zaragoza tampoco no olvida a José Martí

Martí sintió pasión por Zaragoza que lo acogió con afecto y solidaridad, pero esta tampoco lo olvidó. A la entrada del Paraninfo universitario existe un busto de bronce del Apóstol donde se puede leer: "como recuerdo permanente a uno de sus alumnos más célebres".  Asimismo, en esa urbe hay numerosos premios literarios, el nombre de una calle, y dos tarjas en el lugar donde residió en la calle Manifestación Número 13; modesta casa de huéspedes donde vive actualmente el prestigioso actor y cantante cubano Agustín Montano, quien creó allí un rincón martiano en la habitación donde pernoctó  el joven exiliado.

El inquieto luchador anticolonialista que igualmente añoraba volver a encontrarse con sus padres y  hermanas, finalmente logró licenciarse en Derecho y en Filosofía y Letras con notas de sobresaliente. Sin embargo, al marcharse de Zaragoza  no pudo recoger sus títulos porque no tenía dinero para que se los expidieran; más de un siglo después, en 1995, en el centenario de su muerte en combate, esa Universidad corrigió ese asunto al emitir los certificados de Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, los cuales hizo llegar a las autoridades de la Isla.

El 1 de diciembre de 1874 el Héroe Nacional de Cuba partió de España rumbo a París, desde donde inició un largo periplo que le condujo a Inglaterra, Nueva York y finalmente México, donde le esperaba su familia.

Fuentes consultadas:

Martí Pérez, José, Obras Completas. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1963. (Edición Digital del Centro de Estudios Martianos).

Vitier, Cintio,  (1982). Temas martianos. Segunda serie. La Habana: Letras Cubanas, Centro de Estudios Martianos, 1982.

Escribano Hervis, Elmys. El proyecto cultural liberador de José Martí para su tiempo y para el siglo XXI. Edición digital: www.scielo.org.co

Pérez-Galdós Ortíz, Víctor. José Martí y su obra de teatro “Adúltera”. Habana radio, 18 de septiembre de 2015. www.habanaradio.cu

Martí en España, España en Martí. Portal José Martí. Centro de Estudios Martianos (CEM), http://www.josemarti.cu

Lamrani, Salim. José Martí, en nombre de Cuba. Mirada sobre la trayectoria del Apóstol de la independencia. OpenEdition Journals. https://journals.openedition.org/

Biografías y vidas. Enciclopedia biográfica en línea. www.biografiasyvidas.com

Fotos De La Habana. José Martí: su vida en el primer exilio peninsular. www.fotosdlahabana.com

Martí, José. Poesía completa. La Habana. Letras Cubanas, 1985.

 


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