Quiero, a la sombra de un ala, contar este cuento en flor


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Quiero, a la sombra de un ala,

Contar este cuento en flor:

El viaje por América, decisivo para su formación política e intelectual, lleva los pasos del joven José Martí a Guatemala. No es un viaje tranquilo. Ha salido de México, perseguido por haber denunciado en el artículo “El extranjero” del periódico El Federalista la toma del poder por las armas del General Porfirio Díaz, y el por qué él no puede continuar allí. Trae consigo cartas de recomendación firmadas por el padre de su gran amigo, Fermín Valdés Domínguez, y por el Ministro de Guatemala en México; con ellas llega en los primeros días de abril de 1877, y se dedica a lo que nunca dejó de ser: maestro. El patriota cubano José María Izaguirre lo integra al claustro de la Escuela Normal para impartir cursos de literatura y ejercicios de composición, y al mes siguiente es nombrado catedrático de Literatura Francesa, Inglesa,Italiana y Alemana y de Historia de la Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. Poco tiempo después, sin remuneración económica, ofrece clases de composición en la Academia de Niñas de Centroamérica, dirigido por la cubana Margarita Izaguirre.

La niña de Guatemala,

La que se murió de amor.

 

Allí, entre su selecto alumnado, se encuentra una jovencita de 16 años, bella, inteligente, culta: María García Granados y Saborío, hija del general Miguel García Granados. La relación entre alumna y maestro se sale de los marcos académicos, pues el joven, de 24 años, se convirtió en asiduo invitado de la casa, ya fuera por las interesantes tertulias a las que era invitado, o por los cotidianos y fraternales enfrentamientos de ajedrez con Don Miguel.

La admiración entre ambos jóvenes fue transformándose en una pasión que el poeta no escondía: “Quisiera el bardo, cuando al sol la mece, / colgarle al cuello esclavo los amores; / ¡Si se yergue de súbito, parece / que la tierra se va a cubrir de flores! // ¡Oh! Cada vez que a la mujer hermosa / con fraternal amor habla el proscripto, / duerme soñando en la palmera airosa, / novia del Sol en el ardiente Egipto”.

“Amo el bello desorden, muy más bello / Desde que tú, la espléndida María, / Tendiste en tus espaldas el cabello, / ¡Como una palma al destocarse haría!”

Y más: “Terrestre enfermo, que a sus solas llora / El furor de los hombres, la extrañeza / De su comercio brusco, y su odiadora / Feral naturaleza, / Siento una luz que me parece estrella, / Oigo una voz que suena a melodía, / Y alzarse miro a una gentil doncella, / Tan púdica, tan bella / Que se llama ¡María!”

…Ella dio al desmemoriado

Una almohadilla de olor:

Él volvió, volvió casado:

Ella se murió de amor.

A pesar del sincero y correspondido deslumbramiento, Martí debe cumplir con su palabra. Nunca ocultó a María su compromiso con la joven camagüeyana Carmen Zayas-Bazán e Hidalgo, a quien había conocido en México, en la casa de Ramón Guzmán, en febrero de 1875; allí lo esperaba para casarse, lo cual sucedió en la Parroquia del Sagrario Metropolitano de México, el 20 de diciembre de 1877.

Y así regresa, a principios de 1878, con su esposa del brazo, a Guatemala.

Para María no fue sorpresa, él nunca le mintió. Pero lo extraña. Mucho. Y se lo demuestra con un reproche sutil: “Hace días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán / Te suplico que vengas pronto, / Tu niña.”

… se entró de tarde en el río,

La sacó muerta el doctor:

Dicen que murió de frío:

Yo sé que murió de amor.

Son varias las versiones sobre la muerte de la muchacha.

El periodista Delfín Xiqués Cutiño, en su texto “La niña de Guatemala no murió de amor”, publicado en el periódico Granma el 7 de mayo de 2018, cita a Mayra Beatriz Martínez, quien recoge en su trabajo de investigación Viejos datos  reverdecen la leyenda: Martí y la Niña, parte de la entrevista realizada en 2008 a un integrante de la familia García Granados, Sergio,  que asegura haber conocido por tradición oral que María, triste por no ver a Martí después del casamiento y regreso a Guatemala, accede a salir –como era habitual- a nadar con su prima en un río o lago cercano, sin tener en cuenta una enfermedad en las vías respiratorias (unos aseguran que neumonía, otros que tuberculosis) que ya desde antes padecía; es este incidente el que acelera su muerte, lo que hoy podríamos reconocer, tal vez, como una inmunodepresión provocada, a la vez, por la enfermedad física y el dolor sentimental.

La descripción de Martí, en su poema, se desplaza hacia el estilo romántico: existe en todo momento una atmósfera densa, inclinada a lo desconocido, a la agonía que representa la conjunción trágica de un amor idílico y puro estigmatizado por azares de la vida, que termina con la prematura muerte de la heroína. En este sentido, la interpretación sugiere suicidio, lo cual no sería tampoco descabellado pensar, en el caso de que la muchacha estuviera consciente de que bañarse en aguas frías afectaría de manera irremediable su ya desmejorada salud.

Iban cargándola en andas

Obispos y embajadores:

Detrás iba el pueblo en tandas,

Todo cargado de flores.  

Podría parecer hiperbolizada la referencia de Martí a la manifestación luctuosa. Sin embargo, este elemento -también característico del romanticismo- queda justificado por respuestas desde la Historia: no hay que olvidar que el padre de María había sido, en su momento, presidente de la república y líder de la revolución liberal, con numerosos amigos y adeptos; era una figura pública y cientos de personas, de diversa escala social, estaban sensiblemente al tanto de la salud de la joven hasta el momento de su muerte. La familia, desolada, mantiene de este suceso en adelante un aislamiento casi total de los eventos culturales que tanto los hacían resaltar.

Allí, en la bóveda helada,

La pusieron en dos bancos.

Besé su mano afilada,

Besé sus zapatos blancos

Es difícil verificar si Martí recibió o no la nota que le enviara María, cuyo texto, dadas las circunstancias, bien podría sugerir una cita de despedida. No vuelve a verla con vida; el 10 de mayo de 1878 conoce la noticia de su deceso en el Colegio, e inmediatamente corre hacia la funeraria y de ahí al cementerio a ofrecerle un último adiós, acompañado por su amigo el patriota y escritor cubano José Joaquín Palma; este, con sensibilidad y dolor,  escribe esa misma noche la elegía A María García Granados, con muy sugerentes versos: “Y mientras todos con igual porfía / Respiraban de amor aquel ambiente, / Yo no sé qué letal melancolía / Llevabas en la frente”.

Callado, al oscurecer,

Me llamó el enterrador:

¡Nunca más he vuelto a ver

A la que murió de amor!

Se cuenta que Martí se mantuvo en el camposanto de pie, en silencio, hasta el último momento, en que le avisan lo avanzado de la noche y el cierre del lugar. Más de una vez comentó, con dolor y arrepentimiento, el no haberla visto más con vida.

Pasados los años, en Nueva York, 1891, incluye en la publicación de sus Versos Sencillos, con el número X, estos que hemos citado, y que se conocen como “La niña de Guatemala”. Bien se puede suponer el problema que debió haber tenido con su esposa, cuando Carmen leyó tal afirmación:

Como de bronce candente

Al beso de despedida

Era su frente ¡la frente

Que más he amado en mi vida!

Quizás por esa y otras causas reveladas o no, se produce la irreversible separación del matrimonio y el alejamiento definitivo de Ismaelillo; Carmen escapa hacia La Habana -con su hijo y a escondidas-  y desde allí solicita amparo a las autoridades españolas.

En ese momento Martí confiesa a un amigo: “Y pensar que sacrifiqué a la pobrecita, a María, por Carmen, que ha subido las escaleras del consulado español para pedir protección de mí”, lo cual, según afirma la investigadora guatemalteca Ana Eugenia Citrón Palma en entrevista concedida a la redacción del Canal Caribe en julio de 2018, es detonante que hace público aquel gran amor platónico, y da paso a la leyenda: el lugar donde descansan los restos de María García Granados, en el Cementerio General, es visitado con asiduidad por muchachas que ruegan un milagro ante  situaciones amorosas, incluso hay quien afirma haber visto el espectro de una dama con semblante triste que pide, como ofrenda, flores.

En 2013, coincidente con el 160 aniversario del nacimiento de José Martí, la Embajada de Cuba en Guatemala develó una placa conmemorativa en el sepulcro de la joven a quien no distingue para la Historia su nombre de pila, sino el epíteto que la ha hecho inmortal: La Niña de Guatemala.

 


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