Reafirmación del tiempo. Estampas tristes y jocosas, del poeta César López y la artista de la plástica Julia Valdés, es una de esas piezas inclasificables. Si bien podemos partir de que se trata de un libro, con poemas de César López e ilustraciones de Julia Valdés, no hacemos justicia al conjunto conformándonos con esta afirmación. Este es un poemario galería de arte, un libro exposición que, acaso pensando con un imaginativo instinto comercial, bien pudiera generar una trama análoga a la de El halcón maltés, de Hammett, años después, cuando los coleccionistas, ansiosos de enriquecimiento, a toda costa busquen reunir todas y cada una de las piezas. Sí, pues aunque los versos de los veintidós textos de César López —irónicos, agudos, punzantemente líricos, como suele ser su poesía de siempre— se reiteran en cada uno de los ejemplares de la edición, las pinturas y dibujos de Julia Valdés se transforman en nuevos originales.

Del mismo modo en que es un libro difícil de clasificar, es, también, difícil para una descripción, incluso crítica, aunque ambas cosas sean, en efecto, posibles. La edición estuvo a cargo del propio autor de los poemas, César López, en tanto se suman al elenco editorial Alfredo Montoto Sánchez, como diseñador; Sergio Díaz Amaral, a cargo de las impresiones serigráficas; Pedro Luis Redonet Rojas en las impresiones en monotipia; Adín Rodríguez Victoria en la encuadernación y Silvio Díaz Fiallo en la coordinación. Porque cada detalle de esta obra de arte pesa sobre el trabajo del equipo que permite, tanto al poeta como a la artista de la plástica, beneficiarios del Copyright, deslumbrar a espectadores y lectores y, como lo he dicho, tentar a los coleccionistas. Por si no fuera suficiente, los críticos Virginia Alberdi Benítez y Pedro de la Hoz prologan la edición. En sus breves palabras, como corresponde al deslumbrante suceso, advierten sobre la necesidad de “aguzar el sentido para captar las variaciones temporales sugeridas”, luego de haber considerado “feliz y estremecedor” este encuentro entre los santiagueros César López y Julia Valdés.

Los poemas de César confirman su capacidad de indagar, comprometido, en eso que el crítico Enrique Saínz ha llamado “la trascendencia de la cotidianeidad”, justo para referirse al decursar histórico de la poética de este autor. Las pinturas de Julia, por su parte, se desmarcan de los derroteros comunes del abstraccionismo cubano, para, como lo resalta el prólogo, “conjurar el desgaste de la memoria” y “sanar las oquedades del olvido”.

Rescatan así, ambos autores, un modo de publicación que antecede a la era Gutenberg, justo en un momento de la Historia en que la reproducción indiscriminada es cotidiana. Un lujo difícil de patrocinar que, en Reafirmación del tiempo. Estampas tristes y jocosas, se coloca al alcance de los visionarios, de los lectores y visitantes que pretenden reafirmar ciertos códigos que el tiempo oculta a los ojos de todos. Un libro que se transforma en muchos libros, incluso en muchos textos cuando los vemos reinterpretados por el ojo de la artista, y muchos libros que se transforman en una siempre cambiante exposición y en una inquieta galería de arte. Y el tiempo que a sí mismo se reafirma a pesar de que las circunstancias cotidianas aparenten cambiar vertiginosamente. Un tiempo que es en si mismo arte y poesía. Una trama de Borges, y de Hammett, que adelanta el futuro y reconstituye los dones del pasado, como si la esencia de la imprenta no hubiese sido descubierta y solo tuviésemos de ella la simple reproducción de caracteres; una trama que insiste en camuflarse tras la modestia de autocalificarse, apenas, como un manojo de estampas tristes y jocosas.