Riojanos en Cuba, una tierra española con nombre de vino


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“No hay una sola región española que no haya aportado una emigración —por muy pequeña que fuera— hacia las Américas y, en especial, hacia Cuba. En los casos de la gallega y la canaria fueron las más numerosas”, destacó el escritor Miguel Barnet, presidente de la Fundación Fernando Ortiz, durante la presentación del libro Entre memorias y diálogos Riojanos en Cuba, del connotado investigador doctor Aurelio Francos Lauredo. Noveno tomo perteneciente al proyecto Archivo de la palabra: Españoles en Cuba, que surge en 1992 a partir de la muestra expositiva Archivo de Indianos, realizado en el Principado de Asturias, con la grabación de testimonios a naturales de todas las regiones hispanas y que, a partir de 1995, dicha fundación cultural decide incorporar como otro nuevo objeto de estudio e investigación.

Barnet subrayó la exhaustiva labor que realiza cada uno de los investigadores que conforman la fundación que preside, “con una imagen muy proteica y amplia”, a la que se suman la publicación de la revista Catauro (37 volúmenes hasta la fecha), y la entrega de distintos premios internacionales.

Seguidamente y, además de resaltar el extraordinario trabajo realizado durante años por Francos Lauredo —primer investigador de dicha institución—, hizo hincapié en que la institución que lleva el nombre del bien reconocido Tercer Descubridor de Cuba, contempla no sólo “el estudio e investigaciones de la riquísima influencia de la Cultura africana en la Isla, sino también el amplísimo espectro de la presencia española aquí, llegada desde diferentes regiones.

“De esa forma, don Fernando Ortiz, con su infinita sapiencia, explica y profundiza en la significación de Cubanidad, de Lo Cubano”, producto de un proceso de transculturación concebido durante distintos períodos históricos.

En cada uno de los volúmenes publicados, el doctor Francos Lauredo logra perpetuar los testimonios de asturianos, valencianos, madrileños, vascos, andaluces, cántabros, ourencianos, baleares y, ahora riojanos; resultado de “puentes, voces, rostros, rutas… En resumen, de memorias compartidas”, como bien expone el Autor, emigrantes quienes decidieron enraizar y desarrollar aspiraciones en la Mayor de las Antillas, contribuyendo a dinamizar aún más su magnífico mosaico étnico-cultural africano, chino y árabe.

Finalmente, el Autor de este imprescindible título de una tierra con nombre de vino, agradeció el apoyo para su realización de directivos y colegas de instituciones como la Fundación Fernando Ortiz, el Instituto de Historia de Cuba, el Consejo de Residentes Españoles, la Embajada-Consulado de España y la empresa riojana DUPRASA.

Algunos entrevistados rememoran:

(…) Cuando evoco a mi padre, el poeta y escritor gaditano Rafael Alberti, en muchas de mis respuestas aparece María Teresa León Goyri, nacida en la ciudad de Logroño, el 31 de octubre de 1903, no sólo por el hecho de ser su esposa y mi madre, sino también por la comunidad de ideas y trayectorias compartidas por ellos en todo sentido: humano, cultural, político (…) Así como el niño Rafael, a comienzos del siglo XX, escuchaba en las calles de su Puerto de Santa María natal, a orillas de la bahía de Cádiz, guajiras y sones traídos por los barcos que llegaban a Las Antillas, y se le confundían fandangos y habaneras interpretados al piano por mi abuela, la niña María Teresa, un año más chica, recuerda en el austero corazón de Castilla La Vieja “… que el primer contacto con la isla de Cuba, en el sueño primero de mi vida, se lo debo a la tata María que nos arrullaba y dormía entre sus brazos de aragonesa fuerte cantándonos habaneras…Y es que un aliento cubano respiraba por toda mi casa. Era el aliento de mi padre, el olor a hombre de su habano”. (María Teresa León Goyri—Aitana Alberti León).

“(…) De los años de postguerra no quiero hablar mucho, una etapa muy difícil pero como usted preguntó, recuerdo que mi abuela, su mamá, se iba a trabajar al puesto que tenía en un mercado, donde además de vender los productos que estaban permitidos, ella nos contaba las componendas que había que hacer para conseguir cosas que escaseaban en la ciudad, teniendo que ir a buscarlas cerca de la línea del tren, una zona donde la gente iba a comprar de estrapelo (…) Asistí a la escuela antes de venir para Cuba. Un día, recuerdo, recibí una clase completa sobre los ríos de España: el Tajo, el Ebro, qué sé yo, con el cantico que se usaba para memorizar sus nombres, de lo más alegre, mientras a la maestra le llamó la atención lo bien que yo asimilaba y la forma correcta en que me portaba (…) Allá había muchas fiestas, como la de San Bernabé, patrón de Logroño, el 11 de junio, día en que me bautizaron. A mi papá le gustaba bailar, a mi mamá también. Los dos eran muy alegres y en esos días de fiestas me llevaban a la plaza, a las ferias, viendo muchas cosas por las que la ciudad parecía distinta al resto del año; hasta se paralizaban casi todos los trabajos, porque los empleados hacían horas extras desde varios meses para luego irse a esas fiestas, muy tradicionales y pintorescas”. (Gloria Ada Ortega Fernández—Logroño, La Rioja, 1942).


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