Sandra Calvo: ¿A quién pertenece la ciudad?


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La artista visual mexicana que participa en la 14 Bienal de La Habana y la 30 Feria Internacional del Libro conversa en exclusiva con el Periódico Cubarte sobre las de- construcciones de su obra, que discursa sobre la experiencia del desalojo y hace un análisis crítico de los espacios de resistencia en su condición de informalidad.

Resistir. No es la primera vez que Sandra hace suyas las calles de La Habana o las ocupa. Hay una actitud cultural muy cercana en la obra de esta artista visual que experimenta con prácticas sociales proyectadas sobre el espacio público. Sus reflexiones espaciales y conceptuales son actos de resistencia, presos de las circunstancias finitas de la temporalidad. Está el espacio existente, y, al mismo tiempo, uno que está por materializarse.

Una rápida búsqueda sobre ella arroja que su trabajo emerge del diálogo interdisciplinario entre el arte, la antropología, el urbanismo y la política. Hoy, llega a La Habana invitada por el Fondo de Cultura Económica; y propone en sus planteamientos ideoestéticos asumir la comprensión de la actividad artística como un complejo de relaciones que va mucho más allá de la obra de arte en sí misma para habitar el discurso de las preocupaciones, motivaciones y particularidades del sujeto creador; enmarcadas en el concepto histórico del artista. La voluntad investigativa calificadora de su propuesta, que logra metaforizar mediante el lenguaje visual una circunstancia cruel, rigurosa, a veces puede tornarse inclemente y atroz.

Con su narrativa hace énfasis en el espacio de la casa como portador de una marca; esta es una marca cultural o étnica, una huella sobre la estética de la sobrevivencia. Ocupar es sobrevivir; resistir es cohabitar; habitar es vivir, dignidad.

Habitar las maneras de construir. La suya es una indagación individualista, pero a la vez colectiva sobre el espacio vital del “hogar”. El clima creativo que ella propicia preserva la memoria de un archivo con un creciente valor sociológico, etnográfico y estético. La mexicana hace un análisis crítico sobre la informalidad y los resultados formales de su obra lo demuestran. En la propia reflexión sobre la ontología del “hecho ocupa”, la artista abandona la imagen exenta, supuestamente autosuficiente, para incorporarse a sistemas estéticos más ambiciosos (instalaciones, video creación, videoinstalación, multimedia); incorporando planos novedosos desde el punto de vista temático, técnico y conceptual.

Para Sandra Calvo, “la vivienda es como un cuerpo, es lo más inmediato que tenemos como refugio el ser humano, lo inmediato después del cuerpo es la casa, aquel lugar que se supone nos debería dar confort, seguridad y estabilidad”. Sin embargo, “persiste en general la falta de interés de generar una vivienda digna”, agrega. 

“Cuando me doy cuenta que vivo en un país como México, pero también al irme a Colombia o Brasil y ver los cruces entre las mismas problemáticas me doy cuenta de que la casa está muy lejos de ser entonces un sitio de confort. Es una entidad dúctil, modular, flexible, pero de una desestabilidad. A diferencia de la vivienda formal donde uno compra, luego construye y habita –y la casa se va volviendo una mercancía- en la vivienda informal eso no existe. Es habito mientras construyo, mientras resisto, mientras me desalojan, y así. Esa es una característica de la mayoría de la gente de los países del Sur global, con sus variaciones específicas”, acota la artista.

Sandra Calvo estudió Ciencias Políticas y Antropología, pero también durante algo más de dos años cursó Filosofía, Historia y Sociología en la Universidad de La Habana. No le es ajena, digamos, la dinámica callejera de Cuba y la gente que la habita y desocupa. Por eso, se puede decir, que contribuye a una posible arqueología del modo de vivir en Latinoamérica, realidad a la que la Isla no escapa dadas las condiciones de su hábitat.

Sandra es básicamente cubana: casi desde que nació hasta sus seis años habitó en Cuba; fue pionera de este país y construyó sus primeros cimientos, a pesar de ser mexicana, aquí.

La artista está apostando además por un grupo social muy bien definido, con el cual se identifica plenamente e interactúa. No es por vocación un personaje, una caricatura del conviviente. Sandra siente. Observa. Los ocupa, pero pide permiso. No usa la fuerza. Su fuerza está en la deconstrucción visual de la experiencia urbana, de los sitios ruinosos de la experiencia latinoamericana, de los testimonios en descomposición: “la persona considerada informal en Latinoamérica vive en una casa informal y normalmente tiene un trabajo informal y en consecuencia posee un trayecto de vida informal; entonces aquella persona que fue expulsada del mercado formal de la vivienda toda su vida gira en torno a esa estabilidad”

Estas son nociones básicas para entender el mundo donde vivimos. Es interesante porque, en su obra hay cierta proyección utópica del entorno. Buscó el instrumental teórico de la arquitectura, valiéndose de la cualidad testimonial de la fotografía y la videografía, como instrumentos que construyen un patrón de veracidad histórica. Pero Sandra no se vale del subterfugio, está edificando una ideología y nos presenta una imagen objetiva de la realidad si bien son captadas por el hecho documental de la imagen o la palabra. Eso es parte de su juego intelectual con la arquitectura como espacio habitado y resistido por el cuerpo de los convivientes y la artista, inquilina, cohabitante y luego generadora de discursividad con la imagen que se lleva apuntalada, desestabilizada y resistida, en su piel.

El pasado miércoles 28 de abril Sandra Calvo presentó en la tarde su proyecto “Arquitectura sin arquitectos”, en la Casa Benito Juárez, como parte del programa de actividades convocadas por la 30 Feria Internacional del Libro de La Habana, cuyo país invitado de honor es México. Este jueves 29 de abril la artista mexicana retoma su actividad en suelo patrio y cierra la 14 Bienal de La Habana. “Ocupar, Habitar, Resistir” es el nombre de la obra que propone; esta exposición que quedará inaugurada a las 8 de la noche en Los Estudios 50 –sita en Calle Lugareño entre Carlos III y Almendares- promete una experiencia con la videoinstalación como formato esta vez de presentación.

 

 

 “Mi obra gira en torno a la vivienda, la lucha por el espacio, el metro cuadrado, la pugna y la tensión en los países del Sur global por atesorar y albergar dicho metro cuadrado y sobre las dificultades que enfrentan en poblaciones con desigualdades económicas y sociales bien grandes. Me interesa qué pasa con aquellos que no tienen derecho a una vivienda. ¿Por qué hay tanta gente viviendo a la intemperie? ¿Para quiénes están creadas las ciudades?, cuestiona y advierte a la vez: “Yo no estoy promocionado la autoconstrucción como una forma de vida; yo solo estoy intentando entender la autoconstrucción, algo prohibido pero incluido siempre en el diseño original de nuestras ciudades”.

Ocupar. La operación es sobre la intención de oponerse a tono con la situación contemporánea del arte; pero desde las necesidades de su contexto latinoamericano otro. Genera la conciencia de una problemática ideoestítica de cuya síntesis ha nacido buena parte de la propuesta presentada hoy por la artista en Cuba. Una de sus cavilaciones más relevantes: la asimilación crítica de los resultados del proceso de autoconciencia del arte en el replanteo de sus roles sociales para/con su situación cultural. Al Periódico Cubarte, en exclusiva, responde esta entrevista donde parte de sus operatorias   

¿Qué presentarás en esta ocasión para la 14 Bienal de La Habana?

Soy invitada nuevamente por la 14 Bienal de La Habana y el Consejo Nacional de Artes Plásticas coordinó el espacio donde se pudiera exhibir una exposición de gran formato como la que estamos haciendo. Esta vez su contenido en sí no tiene que ver con vidrios, pero sí estará en cuanto a materiales relacionados con el contenido de mi obra, y da la casualidad además que el espacio propuesto para emplazar la obra es una exfábrica de vidrios

¿Con qué se encontrará el púbico al llegar a los Estudios 50? ¿Cuál es la génesis de la exposición “Ocupar. Habitar. Resistir?

El proyecto cuestiona qué hace la mayoría de la gente para poder tener una vivienda digna, en un país por ejemplo como México. “Ocupar. Habitar. Resistir” tiene que ver con 70 familias indígenas que ocuparon un predio abandonado en la Cuidad de México; hicieron un túnel para poder entrar silenciosamente en Santa María de la Ribera. Van abriendo paredes, se inventan títulos de propiedad falsos y así se van instalando las familias durante meses, años y se va creando una cuidad autoconstruida.  Una ciudad que puede ser desalojada. Pero para evitar esto lo que hicimos fue fortificar el predio a la manera de un castillo medieval, asesorándonos de estrategias legales y no legales para asegurar el predio para estas comunidades indígenas.

Yo lo que trabajé fueron prácticas que estoy desarrollando de forma cercana desde 2016 hasta la fecha; porque me interesan las experiencias de largo aliento que me lleven a trabajar de tres, cuatro a cinco años con un grupo o comunidad en específico, con las cuales establezco un vínculo de afectividad en profundidad para entender la problemática que tienen.

El origen está en mi acercamiento a un predio que había sido ocupado por 70 familias indígenas y en estado de abandono hace mucho tiempo, a lo cual le podemos llamar de suelo ocioso. Cuando estos espacios están abandonados lo único que están generando es basura y se van destruyendo poco a poco; nadie les presta interés hasta que no surge el gran fenómeno conocido como la Gentrificación. Se trata de una acción donde los Bienes y Raíces ponen sus ojos y el gran capital junto al Poder Local y empiezan a trasformar esos lugares, pero nunca en beneficio de la gente que lo podría habitar. Estarían dirigidos a otro tipo de personas que pueden permitirse habitar los inmuebles muy caros construidos ahí. Esto no es la realidad de la gran mayoría de la población. Estos espacios también pueden volverse así suelos ociosos, pues ya no le pertenecen a nadie y se perdió cualquier vínculo y posesión sobre la tierra son ocupados y adaptados. Sin embargo, quienes deciden quedarse ahí a vivir son desalojados cuando empieza precisamente el proceso de Gentrificación.  La mayoría de las personas en esta situación sufren un proceso de destierro, provienen del campo.

La videoinstalación que presento cuenta esa historia. Son 18 pantallas de vidrio en equilibrio y su base son bloques de concreto que representa el bloque cuadrado, en alusión a la pugna por este metro que sostiene ciudades de cristales que en realidad no son para nadie.  La proyección sobre el vidrio que sirve como pantalla se sostiene en el aire, flota y, por tanto, es medio invisible, como ellos. El contenedor se vuelve contenido y viceversa.

 

 

¿Por qué traer tu obra específicamente a Cuba?

En 2015 yo estuve haciendo un proyecto en la Isla en su 12 Bienal de La Habana que se exhibió en Obrapía, uno de los grandes solares cubanos antes de ser restaurado por el arquitecto Daniel Taboada. Cuba es un caso en particular donde también hay una gran discusión sobre el tema de la vivienda. Puedo remitirme por ejemplo al solar habanero como espacios que se han multiplicado al infinito a su interior, y mi exposición de aquel entonces –llamada “Trópico entrópico”- tiene que ver con esto, con la multiplicación del paisaje interior y cuyo texto estuvo a cargo de Eusebio Leal. Para esto, durante un año, estuve haciendo una filmación sobre la vida en distintos solares de la capital; en conjunto con la Oficina del Historiador y arquitectos dedicados a la restauración escogimos una serie de ellos e hicimos un levantamiento de cómo pudieron haber sido antes d ese multiplicados al infinito. Tuvimos la ayuda de los vecinos. Fue todo un reto imaginarlo y trazarlo como hubieran sido en esta condición en el siglo XVII o XVIII; ya que además ya están ocupados y lidiando con elementos que no provienen de la arquitectura, como pedazos de elevador que pasan a ser puertas. En rojo marcábamos todos los agregos o espacios que se le fueron sumando y eso hizo que en un lugar donde cabía una familia con sus trabajadores o sus sirvientes en el siglo XVII cupieran unas 90 o 100 familias. Hice así un cuestionamiento al patrimonio. “Trópico entrópico. Multiplicación de espacio interior” será el próximo libro que espero presentar aquí.

Pero presentaste ya otro proyecto en Cuba ahora. Cuéntame sobre la génesis de “Arquitectura sin arquitectos”

Todo empezó como una práctica participativa con una familia que vive en Cuidad Bolivia, la periferia al sur de Bogotá, Colombia. Con ellos llevé a cabo un ejercicio colaborativo sobre el cuestionamiento de la vivienda “informal”, sobre el autollamado fenómeno de la autocostrución. Esta idea parte de que el 60 por ciento de Latinoamérica está autoconstruido y vivimos en ciudades no construidas por expertos sino por la gente y aun así seguimos auto cuestionándonos esta informalidad. Yo me pregunto entonces si la mayoría de la gente vive en una casa o un barrio autoconstruido podemos seguir llamándolo “informal”, cuando en realidad es la norma.  Esta es la única alternativa para aquellos pobladores que han sido excluidos entonces del mercado formal de la vivienda

Es la primera iniciativa que hago a largo plazo con una reflexión sobre urbanismo y vivienda en Colombia. El primer proyecto que desprende otra serie de proyectos que hablan sobre la casa. En verdad es un proyecto que dura 10 años, en su primera fase colaborativa viví con una familia y documenté día a día lo que significa autoconstruir. Lo que hicimos fue “echar la plancha” que consiste en poner la primera losa como un gran festejo que se compara con la acción simbólica de concederle solidez a la casa que habitas. Es un trabajo en conjunto no remunerado que se sustenta en la acción colectiva, con ellos levantamos una casa e ideamos una forma de entenderla a través de trazar y alzar con una escultura de hilos; lo que podría ser una vivienda a escala real 1:1.  El hilo este los arquitectos lo usan como plomada para nivelar, pues tensa los clavos de un lado a otro en forma de niveladores. Es un material muy utilizado en el autoconstrucción y se me ocurrió que podría ser utilizado para hacer un plano sobre un rótulo. Fue un experimento con dos colores: el hilo negro para los espacios consensuados por la familia y el hilo rojo para los espacios en discordia. Esta práctica se realizó del año 2012 al 2014, para generar vinculación, afecto y lo que salga sea real.

 

La iniciativa “Arquitectura sin arquitectos” está basada en el libro de Bernard Rudofsky, del mismo título, y escrito en 1964 en el que habla de la arquitectura vernácula y sus valores estéticos y funcionales. En los países latinoamericanos esta concepción de arquitectura vernácula sigue cobrando vigencia en el autoconstrucción familiar. Las circunstancias son el molde perfecto del espacio público.

A Sandra Calvo no le interesan las posturas del depredador artista, le preocupa trabajar lo vital en una comunidad. Esa experiencia fue un ágora de discusión, pero además en un acto donde te cuestionas toda la realidad, y nos plantea entonces: ¿a quién pertenece la cuidad?


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