Sobre la obra de Marcos Alba


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A la hora de hablar de la obra de un artista joven muchos interponemos una serie de barreras como pueden ser las referidas a una generación mayor, con sus propios achaques y convencionalismos en su intento de preservar aquello que se ha logrado, que es bueno, pero sin dudas algo que en sí mismo contiene el germen de la “no permanencia”; lo que hacemos, lo que sucede tiene la naturaleza en sí mismo de ya haber sido hecho, de haber sucedido, es decir, del pasado y por lo tanto de ser huevo que se puede romper para alimentar una nueva idea buena; barreras de género y hasta psicológicas. Al acercarnos a la obra de Marcos Alba debemos abandonar cualquier prejuicio que tengamos, simplemente porque su obra se aviene a la expresión libertina de las emociones y al maravilloso desacato de las normas del dibujo, también podríamos decir de la pintura, que posee un gran creador en ciernes.

Hay que darle una oportunidad a Marcos, hay que ver su obra, porque un artista necesita ser reconocido, comprendido, ayudado. Un creador no posee una mente rígida que funciona por normas básicas inamovibles. En el mundo del artista, en el mundo de Marcos, no hay horarios, todo en su mundo es constante y repetidamente nuevo, como un bucle hacia delante, porque todo lo que produce opera simultáneamente en los tres tiempos: pasado, presente y futuro, y hace escapadas a otras dimensiones, que no todos podemos percibir (y si las percibimos, al estar tan llenos de conceptos y antipatías, no somos capaces de disfrutarlas); a otras dimensiones de la existencia psicológica, donde los escasos y estridentes colores: rojo, amarillo y siena y otra vez, amarillo, rojo y ocre y así, que parecen que están saltando cual escolares que quieren llamar la atención, quizás reconocidos. Saltan detrás de las raras y masculinas figuras y son asediados y a veces resguardados por los histéricos, angustiosos, desesperados, pero maravillosamente divinos trazos de las crayolas y los carboncillos, simplemente negros, humildes pero seguros de sí mismos. Algo quiere liberarse y se mantiene apenas preso y casi contenido y se siente el miedo del artista a explotar del todo e incluso fuera del cuadro. Por suerte algo termina explosionando en forma de estos fascinantes dibujos. Una suerte muy grata que Marcos quiera compartirlo con nosotros. Su obra es un torrente de trazos maestros, líneas que crean figuras traviesas que sorprenden de primeras al espectador, ajeno casi a la experiencia de exorcismo que está viviendo Marcos.

Al visualizar todo el panorama nos damos cuenta que estas formas están vacías porque los trazos no se cierran del todo en muchos casos; son obras expresionistas y sus personajes, seres que se expanden. Aquí hay que entender la palabra Vacío: Forma es vacío, vacuidad es forma. Forma no es más que vacuidad, vacuidad no es más que forma (1). Vacuidad porque las formas que produce son dependientes de sus propias emociones, están vacías de surgir por sí solas, per se, están totalmente relacionadas con lo que ocurre en su mente. Repito, y esto es a lo que hay que prestar atención: Son producidas en la propia y maravillosa mente del artista y surgen ahí de su propio estado psicológico, por lo que la entrega del creador es total a su trabajo. De esta manera podemos llegar a la conclusión de que estamos en la presencia de alguien que está inmerso en un círculo mágico que pocos comprenden y para ello hay que estar muy centrado, muy concentrado. Creo que Alba vive ese trance, y como ya dije, unificando los tres tiempos y ¡bendito sea!; así, cualquier material que utilice - y mejor aquellos simples - como crayolas, pasteles, pintura acrílica, bolígrafos de tinta negra, cartulinas y marcador de tinta negra, le funcionan. Estos materiales hacen más humana y accesible su obra, pero también más divina.

Al hablar sobre su hacer Marcos expresa: Todo mi trabajo está centrado en la manera en la cual reflejo cada estado emocional y psicológico mediante las artes plásticas. Por lo tanto, cada obra es un mundo diferente, que se centra dentro de un mismo espacio de mi subconsciente. Como una forma de liberarme de las tensiones que rodean mi vida.

(…)

Personajes con formas extrañas, seres imaginarios que demuestran estar llenos de vida, pero de preocupaciones, ideas absurdas e ilógicas. Obsesionados con emociones y cosas sin sentido para nuestra realidad como seres humanos. Representaciones oníricas, cargadas de confusión y psicosis que se vinculan al subconsciente”.

Lo que el artista considera ideas absurdas e ilógicas encuentra a sus gemelas en la obra de artistas como Goya con su serie de Pinturas negras compuesta por 14 geniales pinturas murales; en la literatura en la obra de Cervantes, ¿no es acaso nuestro Hidalgo Don Quijote de La Mancha un sabio que parece loco? Ya lo he dicho “parece” y me siento liberada al decirlo. Pienso a veces que quizás no somos nosotros en nuestro roll como lectores o espectadores de arte lo suficientemente cuerdos como para entender a estos genios. También encontramos un paralelo muy sutil con la obra de “El Greco”, pero también con todo lo referente al expresionismo alemán y, ¿por qué no?, con nuestra maravillosa y extraordinaria Amelia Peláez. La obra de Marcos es la obra de un artista apasionado, emocional, pero auguro que a medida que el éxito comience a llegar a su puerta - porque llegará porque es bueno en su arte - y con el paso del tiempo y su edad, todo ese torrente que ahora parece que explota en forma de líneas y trazos y colores, se apaciguará en la orilla de la experiencia de la vida. Deseo que no fuerce la frescura, pero que tampoco la pierda. Tarea muy difícil pero tierna, llena de sorpresas y retos para con uno mismo y su obra.

Al artista hay que darle el espacio para que se exprese y no solo eso, el artista debe de ser redescubierto una y otra vez porque no se detiene en el tiempo para disfrute o disgusto de nosotros, la obra es algo que renace constantemente porque la creación, que es la máquina que hace a un artista, es un manantial que siempre está virgen. La obra que vemos de un artista es su propia mente y la mente no puede ser juzgada porque desconocemos totalmente cómo funciona, cómo opera. En todo caso, y es la posición más sabia, la mente debe ser estudiada, comprendida. Marcos sin duda tiene una mente privilegiada y de ahí que nos encontremos con una obra tan peculiar y que desde nuestro modesto punto de vista debe ser aceptada. Debemos estar tranquilos ante sus trabajos, Marcos nos está invitando a observar para escuchar su voz interna. Al final nos hace el juego de dejarnos plantados ante nosotros mismos y nuestra frágil interpretación de los demás. Un plante muy oportuno porque no solo se exorciza a sí mismo como creador y ser humano, sino que también nos propone liberarnos de nuestros prejuicios y conceptos institucionalizados y muy arraigados, invitándonos a reconocer en nosotros mismos nuestras propias faltas. Marcos es muy listo y quiere hacerse notar. Muy bien porque puede, su obra le avala; y sí, indudablemente debemos prestarle atención y ofrecerle todas las oportunidades. ¿Por qué no?

Si bien el mercado impone al artista formas de creación que lo pueden hacer sentirse en un eterno debate entre la honestidad de ser consecuente con lo que quiere hacer o el de hacer la concesión de lanzarse directamente a vivir de lo que produce, concibiendo más la obra como un objeto de supervivencia; la obra de Alba conserva la condición de expresión necesaria, de grito libre y desinhibido que se cuela sin filtro por las rendijas de lo conveniente, conjugándose en lo inevitable. Y es que el artista se hace necesario cuando al confrontar sus miedos, dudas y fantasmas nos coloca a todos ante nuestras propias sombras, nos ayuda a enfrentarlas y nos presta su imaginario para que lo convirtamos en propio.

 

 

Nota:

(1)  Sutra del corazón de la sabiduría. Shakyamuni Buda.


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