Un haz de luz sobre la escultura contemporánea cubana


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Fotos: Tomadas del perfil de Facebook de la revista Artcrónica.

En la tarde del pasado viernes, en el Museo Nacional de Bellas Artes, se presentó un número especial e impreso de la revista digital Artcrónica, dedicada a la escultura contemporánea del país, hecho cultural investido de una gran significación, tanto para la creación artística como para la crítica especializada y la academia.

En su nota editorial el equipo realizador de Artcrónica nos dice: “Hemos incluido los criterios de un grupo de especialistas y creadores representativos dentro del decursar histórico de la escultura, e incorporamos un grupo de imágenes que corroboran el protagonismo y el salto cualitativo de la expresión en su estamento conceptual y formal”. A todas luces se trata de una declaración de los presupuestos que se trazaron los editores con relación al número, que, dicho sea de paso, es más bien una revista-libro o libro-revista por su carácter monográfico.

Esta publicación contiene dos grupos bien diferenciados de textos, los que pertenecen a la apreciación crítica o testimonial y las entrevistas a los escultores en las que se desgranan sus vivencias y opiniones sobre sus obras. Dentro del primer grupo aparece, iniciando la publicación, un artículo de la Dra. María de los Ángeles Pereira, en el que ofrece su aguda mirada sobre la escultura monumentaria y ambiental, de la cual es la máxima autoridad en nuestra academia. Mary establece un decurso de este tipo de arte y se refiere con justeza a la labor de CODEMA, la entidad encargada de la promoción y desarrollo de la escultura dentro del sistema institucional de las artes visuales. A su vez, la profesora Mei-Ling Cabrera, otra especialista en el tema, nos conduce por los avatares de nuestra escultura en la turbulenta década de los sesenta del pasado siglo, un decenio muy singular tanto histórica como social y culturalmente. A continuación, la profesora Hilda María Rodríguez analiza lo que ella denomina “movilidades rizomáticas en las prácticas escultóricas”, sobre todo en las últimas décadas, un texto que actualiza la producción simbólica tridimensional y sus diversas corrientes y afluentes en el panorama de las artes visuales cubanas. Para cerrar este primer grupo de textos, Margarita Ruiz es entrevistada por David Mateo y nos dispensa pasajes de su memoria sobre el desarrollo escultórico en general a partir de 1959 y sobre la creación y funcionamiento de CODEMA, entidad en la cual ella realizó una intensa labor personal.

Comienzan a continuación las entrevistas a los escultores, llevados de la mano de David Mateo (la mayor parte) y de Claudia Placeres; algunos de estos diálogos fueron realizados a cuatro manos entre ambos. A mi juicio, la selección de los artistas entrevistados, es representativa, pero como toda selección puede suscitar algunas objeciones. Sin embargo, insisto en que, a pesar de que algunos nombres saltan por su ausencia (estoy pensando en Osneldo García, Enrique Angulo, Kcho y Los Carpinteros), la selección es acertada en sentido general. Los escultores que ofrecen sus vivencias y argumentadas opiniones son: José Villa, Tomás Lara, Alberto Lescay, Juan Quintanilla, Rafael Consuegra, Caridad Ramos, Florencio Gelabert, Eliseo Valdés, Tomás Núnez (Johny), Guillermo Ramírez Malberti, Ángel Ricardo Ríos, Esterio Segura, Adonis Flores, Tamara Campos, Rafael San Juan, Hander Lara, Adrián Fernández, Rafael Villares y Gabriel Cisneros. Como se aprecia a primera vista, es un conjunto muy notable de creadores, pertenecientes a diversas generaciones artísticas y que han protagonizado varias décadas de nuestra escultura. En algunos casos, son artistas que se mueven cómodamente en un espectro multifuncional de lo volumétrico y no son clasificables como escultores estrictamente, sino como artistas contemporáneos en su sentido más genuino. La mayor parte tuvo su presencia más visible en el panorama artístico del país a partir de la década de los ochenta del pasado siglo. Aquí es bueno hacer un paréntesis, puede explicar el sentido mayor de lo que nos ofrece Artcrónica con este número monográfico. Durante los años ochenta del siglo XX la escultura en la Isla recibió un beneficio no esperado. Lo tridimensional se potenció en el arte insular con la llegada de los aires posmodernos (ideas, códigos visuales, formas de ver el mundo y el arte), que venían con casi dos décadas de retraso, pero que impactaron arrasadoramente en el campo cultural. Fue un período de profundas transformaciones ideoestéticas en el que se destrozaron los criterios de clasificaciones por compartimentos estancos de las expresiones artísticas, usualmente aceptados por la academia y la práctica creadora. Apareció entonces el flexible concepto de instalación y se reprodujeron en el escenario creativo plástico el happening, el performance, los ensamblajes,las técnicas mixtas y los readymades. Es decir, se modernizó el arte cubano en general, la escultura en particular, y se potenciaron morfológicamente las hibridaciones en el acto creador. El sentido antropológico de las obras recibió igualmente una inyección que mucho aportó al arte.

Antonio Eligio (Tonel), en un artículo para hablar de uno de los creadores de los noventa, Ángel Ricardo Ríos, expresó en 1991 lo siguiente: “Así… varios artistas comenzaron a trazar el inaplazable campo expandido de la escultura cubana. En ese campo se ubicarían las cajas transparentes de Fors; los objetos de piel fotográfica de Cuenca; los hilos y las piedras de Pérez Monzón; la estopa de Brey; el caballete empapelado de Flavio; los trastos de Leandro; la hojarasca y el barro de Elso; la tierra, el guano y el sioux de Bedia, las columnas de Gelabert Soto, las pirámides de arena de Hexágono y otros acontecimientos (ocurridos) en el lapso 1981-1983, que, por supuesto, nadie convino en llamar escultura”. La cita es muy oportuna, tanto por lo que dice como por quien lo expresa, pues Tonel es uno de nuestros críticos más informados y fue protagonista, él mismo, de aquellas mutaciones. Lo cierto es que para esa fecha el arte insular había cambiado radicalmente, el objeto estético se transformó, así como su praxis y en la escultura nacional, en su campo expandido,la mutación fue total. El término de Rosalind Krauss, que data de 1979, disfrutó a partir de entonces de mucha fortuna crítica a nivel internacional, también en Cuba.

Antes de concluir esta presentación, deseo apuntar algunos elementos que ratifican el notabilísimo aporte que realiza Artcrónica con su número impreso.

En primer lugar, la revista llena un vacío reinante en las publicaciones sobre crítica de arte en el país, pues es bien conocido en el gremio de los historiadores y críticos que la escultura ha sido la expresión menos favorecida, desde siempre, en cuanto a textos críticos se refiere. Cuando se escarba en el tiempo y se revisan las compilaciones de crítica de arte publicadas en casi un siglo, se confirma lo que acabo de decir. Por ejemplo, en Espacios habaneros del arte cubano: la década de 1950, una excelente compilación en dos tomos de la Dra. Luz Merino Acosta, de 2015, publicada de conjunto entre la Editorial de la Universidad de La Habana y Ediciones UNION, o cuando se repasa la compilación de críticas sobre el arte cubano de los ochenta del siglo pasado, Déjame que te cuente, a cargo de Tania Parson, Margarita Gonzáles y José Veigas, publicada por el sello Artecubano en 2002, es la escultura la que recibe menos literatura entre las diferentes manifestaciones artísticas. Desde luego que la responsabilidad no es achacable a críticos o compiladores, sino que la propia expresión, por su endeble desarrollo general, fue considerada una vez como La cenicienta de nuestras bellas artes y en correspondencia recibió menor atención crítica.

En realidad, sobre escultura ha habido pocas publicaciones en el país. Sobresalen dos libros, ambos de 2005, Escultura en Cuba. Siglo XX, de José Veigas, editado entre la Fundación Caguayo y la Editorial Oriente, y Escultura y escultores cubanos, de Mary Pereira, por el sello Artecubano del CNAP. Ambos libros vinieron a llenar ese espacio vacío de la literatura sobre escultura y espacio hueco que esta tarde la revista Artcrónica contribuye a rellenar. En otros libros de ensayos escritos por diferentes críticos aparecen algunos textos sobre escultores, pero no son realmente mayoritarios, de manera que la utilidad de este monográfico es grande y todos sabremos aprovecharla.

Antes de concluir estas palabras deseo expresar un reconocimiento especial a David Mateo, director de Artcrónica, quien, como se sabe, hizo de este proyecto comunicacional, un proyecto sostenible, viable y atractivo, una eficaz fuente de información sobre el arte cubano en tiempo real. Anteriormente David trabajó en Lo que venga, Artecubano y La Gaceta de Cuba, es decir, es un revistero nato. Todas estas publicaciones han contribuido al estudio y divulgación de nuestro arte y del pensamiento acompañante a la creación, que es también creación. En la concepción de David sobre la crítica de arte el método de la entrevista ha tenido y tiene un papel relevante (ambos hemos conversado ampliamente sobre el tema, pues coincidimos en que la entrevista con frecuencia genera más conocimiento que un buen artículo o un buen ensayo). En el caso que nos ocupa, las conversaciones que reúne este número de la revista son numerosas y entre ellas se agrupa una cantidad de opiniones y de información muy apreciable de los artistas entrevistados. En las respuestas de los entrevistados se encuentra, no es difícil armarlo, una narrativa muy elocuente de las vicisitudes, logros y dificultades de nuestra escultura contemporánea. Es un acierto de Artcrónica y estoy seguro que la conducción de David y sus criterios favorables sobre los diálogos tuvo mucho que ver en esa fortaleza del número; se trata del núcleo duro de la revista. Se agradecen también la factura, es decir, el diseño, las ilustraciones de escultores y obras, los amables espacios en blanco, la nitidez de la escritura impresa, en fin, la belleza en general del objeto revista.

Es de reconocer también al escultor y presidente de CODEMA Tomás Lara, a la Fundación Caguayo y al equipo de Artcrónica por el formidable objeto de conocimiento que ponen en nuestras manos. La escultura cubana recibe hoy un potente haz de luz que se agradece y estoy seguro que se convertirá en material de referencia en nuestra academia.


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